Suena la alarma cada mañana. Con los ojos cerrados, y antes siquiera de recordar cómo nos llamamos, el primer acto del día consiste en buscar el smartphone para terminar con el bullicioso tormento.
Acto seguido, la jornada comienza con la luz de su pantalla. Hay que ponerse al día: ¿cuántas cosas habrán ocurrido mientras dormíamos? Sitios de noticias, scroll; redes sociales, más scroll. Ni siquiera despiertos, revisamos el correo electrónico, por si hay alguna novedad en el trabajo, y también WhatsApp, para ver si alguien te ha dicho algo.
De camino al trabajo, en el trabajo, en una reunión, durante el almuerzo, en el café, después de comer, en el tiempo libre, mientras estás en el baño, mientras conversas con alguien que está a tu lado, antes de acostarte, después de que dijiste buenas noches, incluso cuando te rendiste ante el insomnio: siempre habrá un espacio para revisar el teléfono móvil. A fin de cuentas, pareciera ser que todo lo que ocurre hoy en día está mediado por una pantalla.
La hiperconectividad es una especie de milagro de la era moderna, que permite mostrar en tiempo real lo que sucede en cualquier parte del mundo, donde sea que uno esté. Beneficios tiene muchos, pero también perjuicios, como los que diversos estudios han identificado sobre la salud mental de la población: mayores tasas de ansiedad, estrés y dependencia digital, al nivel de otras adicciones, son algunos de los problemas asociados al estado "online" 24/7.
"Efectivamente, dispositivos como los smartphones, que cuentan con un montón de funciones, en muchas ocasiones ofrecen altos montos de información que uno no alcanza a procesar o siquiera filtrar del todo", explica Joan Black, psicóloga clínica y psicoanalista en formación del ICHPA. "Esta sensación genera una hiperalerta, una necesidad de responder a esa cantidad de estímulos, y eso es imposible".
En Estados Unidos y en algunos países de Europa, las consecuencias de la hiperconectividad están generando ciertas reacciones en la gente. Una de ellas es el "detox digital".
Se trata de una medida que apunta a abstenerse por un tiempo del uso de dispositivos electrónicos, como teléfonos inteligentes, de manera de desintoxicarse de los estímulos generados por las pantallas y reconectar con la presencialidad.
Un estudio reciente de la consultora internacional Counterpoint Research sostiene que los teléfonos móviles básicos —aquellos sin conexión a internet y que dominaban el mercado a comienzo de milenio—, denominados hoy como teléfonos tontos o dumbphones, han resurgido en el mercado estadounidense.
Se debe a la tendencia de la Generación Z y los millenials por una desintoxicación digital, que disminuya así los problemas de salud mental provocados por la adicción a los smartphones y las redes sociales. De hecho, para 2023 se proyectaba la venta de 2,8 millones de este tipo de dispositivos en Estados Unidos.
Volver a lo simple
El resurgir de los viejos celulares no sorprende a los expertos en tecnología. "Optar por un dumbphone simboliza un retorno a lo esencial y lo simple. Personas que se ven saturadas por incesantes notificaciones encuentran en estos dispositivos una forma de limitar esta avalancha de datos y reconectar con el momento presente", asegura Claudio Escobar, MBE y académico de la Facultad de Economía y Negocios de la U. Alberto Hurtado.
Esta regresión, dicen los expertos, "permite a las personas desconectarse de la sobrecarga digital y llevar un estilo de vida más tranquilo y enfocado, restringiendo el uso a funciones básicas de comunicación".
Pero por más beneficios que pueda tener esta medida, los riesgos también pueden ser altos, sobre todo considerando que "el mundo" se ha adaptado a la hiperconectividad.
En este contexto, volver al viejo celular sin pantalla touch se entiende como una medida radical. Más aún cuando existen opciones para configurar los smartphones —tanto iOS como Android— para que se asemejen a un teléfono móvil básico, limitando notificaciones y acceso a aplicaciones disruptivas.
Batería súper duradera
En este punto, los celulares antiguos son notablemente superiores a los teléfonos inteligentes. "Debido a que carecen de aplicaciones demandantes y pantallas de alta resolución, estos dispositivos pueden funcionar durante días, o incluso semanas con una sola carga, en contraste con la necesidad de cargar diariamente los smartphones", expone Claudio Escobar.
Fuente: La Tercera (Chile) y Agencia Científica UNQ