Con alrededor de 150 miembros, el Circo Orlando Orfei hace tiempo que da vueltas por Sudamérica con su estruendoso show de malabaristas, equilibristas, domadores, payasos, bailarinas y magos.
La historia del origen de este circo es tan espectacular como su show. Cuenta -transmitida de generación en generación- que hacia 1827 una hija de una familia noble italiana sucumbió ante los amores de un sacerdote. Esta pasión fue condenada al exilio por los padres de la mujer y, entonces, sacerdote y amante escaparon con una tribu de gitanos. Allí, se casaron y para subsistir bailaban y tocaban instrumentos en las plazas públicas.
Años después, esta actividad se convertiría en un show y luego en un circo y luego en el “Gran Circo Orfei”.
Viviana Orfei, hija de Orlando, cuenta -con un inconfundible acento italiano- esta historia que le pertenece “Ellos resolvieron montar el primer circo en 1830, era un circo chico, un circo familiar y eso fue traspasado de padres a hijos hasta nosotros. Y mi papá, Orlando Orfei, fue el precursor en venir a América del Sur y viajar por acá. Ahora, en Europa, existen dos circos Orfei más”.
Tal como las historias románticas de las operetas italianas o tal como más de una novela actual; el amor fue fundante para la creación de estos circos que hoy recorren el planeta.
En el caso de Orlando, uno de los rebeldes hijo de los hijos de los hijos..., decidió montar su propio espectáculo y viajar por América del Sur y así lo hizo y así lo sigue haciendo de una manera tradicional y teniendo todo lo que un circo tiene; tal cual lo afirma Viviana “Este es una espectáculo tradicional de circo con payasos, magos, malabaristas, bailarines, muy tradicional... y al mismo tiempo, trabajamos con una iluminación y un sonido que son tecnología de punta”.
A pesar de lo divertido que puede aparentar pertenecer a un circo, el trabajo es arduo y lleva muchos años de preparación. Por ejemplo, uno de los equilibristas de Orfei para realizar un número de 5 minutos ante el público se preparó alrededor de 8 años; el malabarista ecuatoriano ensaya su parte alrededor de 6 horas diarias para que el trabajo rinda sus frutos. Por eso, quienes trabajan en el circo no están de acuerdo en entender este show como cosa de niños: “No es un espectáculo sólo infantil, sino que es un buen espectáculo para adultos que agrada también a los niños. Es un muy buen espectáculo que, a veces, te hace volver en el tiempo”, dice Viviana.
Vida de gitanos
Para la mayoría de las personas del público, la vida de circo es una incógnita. Un viaje tras otro, sin un lugar fijo, sin echar raíces con el solo objetivo de hacer números y descubrir los misterios del mundo.
Entre los artistas, esta vida es transitada con naturalidad, hasta el punto que incluso los niños aprenden el oficio de sus padres. Viviana, quien nació en el circo y aprendió distintas destrezas circenses dice: “Nosotros no somos igual que un viajante, las personas que hacen ese trabajo dejan su familia en casa; agarran su maletín y van de hotel en hotel... pero nosotros, aunque nos mudamos a veces de una semana a la otra, nos mudamos con el barrio, con la casa, con los hijos, con los hermanos, con los amigos, con los perros, con los gatos. Es una comunidad y no echamos de menos porque estamos todos juntos”.
Y así, de esta manera, el barrio -como lo llama Viviana- va de un lado al otro, viviendo entre la ficción y la realidad, entre el espectáculo y la vida cotidiana.