Una fábrica a cielo abierto

23-10-2008

Las personas que integran la red son parte de un proyecto innovador que asomó al mundo hace cinco años bajo el nombre “De manos y de palabra” (dMdP); una experiencia de organización social llevada adelante por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) que logró reconstruir una actividad arraigada en la zona, como es la textil.

La iniciativa nace por demanda de las propias artesanas y fueron los técnicos del INTI quienes elaboraron un plan. “El contexto de la problemática era mas bien socioeconómico - explica Daniel Biagetti, coordinador del programa y técnico del INTI. En una zona con pocas posibilidades de empleo, lo textil artesanal como recurso doméstico estaba al alcance de las posibilidades de un número importante de mujeres, muchas jefas de hogar, sin que tuvieran que trabajar fuera de su casa”.

Las “pasionarias”

Silvia Contreras es una “pasionaria” y como tal desparrama toda su pasión y energía al relatar los primeros pasos del grupo de 5 mujeres pioneras que comenzó, en Villa Giardino, a tejer esta trama.

Hilar y tejer le pertenecen por tradición ancestral. “Nosotros criábamos las ovejas en forma bastante precaria, esquilábamos y hacíamos la lana pero no se vendía mucho, era para vestirse uno o para el gaucho”.  Con la llegada de los hijos - cuenta - tuvo dejar de lado el oficio buscando alternativas para contribuir a la economía familiar. “Después, en el año 2003, esto fue como encontrar un tesoro escondido y empezamos a aparecer todos los que sabíamos hilar y teníamos ganas de seguir con esto”.

Al comienzo, como todo, nada fue sencillo y hubo que sortear resistencias: “nos encontramos con un sistema productivo marginal, con mujeres que realizaban la actividad como una tarea doméstica más, sin ser valorada por ellas y por el entorno familiar”, afirma Biagetti. Además de ciertos problemas en la lana que utilizaban como materia prima, en los bienes de uso (husos y ruecas) que tenían para transformarla en hilo y en el diseño de las prendas.

Las primeras medidas del equipo del INTI se enfocaron en mejorar la calidad de la materia prima y la productividad; ya sea, asesorando a los productores ovinos sobre la obtención de la lana así como mejorando la textura y el peso de los hilados y disminuyendo el tiempo de producción. Todo el trabajo conjunto entre el INTI y las hilanderas se plasmó en un “protocolo de calidad de los productos” que hoy identifica a la marca De Manos y de Palabra. “Fue muy importante y un objetivo no perder la singularidad de las técnicas y de producto que cada artesano realizaba. Nadie tenía que producir el mismo hilo ni con la misma técnica”, agrega Daniel Biagetti.

Una fábrica sin techo

Uno de los principales condicionantes al momento de diseñar el proyecto – cuenta Daniel- pasaba por mantener la cultura de producción en el ambiente doméstico. “No podíamos pensar en concebir la producción en un galpón instalando telares y máquinas de hilar”. Para concretar esta imagen rectora de la fábrica a cielo abierto se diseño un sistema financiero creando un banco de insumos estratégicos para respaldar las etapas intermedias de la producción y darle así flexibilidad a los tiempos de movimiento del producto, desde la cría de la oveja hasta la prenda adquirida.

Hoy dMdP tiene más de 100 unidades entre productores primarios, canalizadores, talleres de hilatura y proveedores de ciertos servicios. La mayor parte de las herramientas que se utilizan se diseñan y fabrican dentro del sistema. “Todo ha pasado de ser una experiencia humilde a un proceso de organización sociocomunitaria de la producción”, se enorgullece Daniel.

A lo largo del Valle, las hilanderas y tejedoras se organizan en grupos encabezados por referentes que coordinan la provisión y financiación de los insumos, las capacitaciones, la comunicación con los demás actores de la red. “Reunimos la producción y una parte la enviamos al banco de insumos para proveer a otros talleres textiles y otra la vendemos de manera particular. Hemos hecho envíos a España, por ejemplo”, nos explica Silvia Zúñiga integrante de Uritorco, uno de los grupos que ha logrado además conformar un capital propio mediante un subsidio obtenido a través de una organización externa.

Sin dudas, dMdP es una historia de pioneros. Cada uno de los integrantes de este grupo apostó a un proyecto basado en el compromiso, en la palabra del otro. “Fue un desafío ya que muchas de las ideas propuestas contrastaban con la tradición textil”, explican los técnicos del INTI. Sobre el final de la entrevista, Silvia Contreras agrega: “Al principio, mientras todo esto empezó a andar yo decía: ¿no irán a deformar el hilado que hacíamos desde siempre? Hoy pienso que fui egoísta en pensar así”, dice. “Esto estaba un poco muerto y volvió a resucitar y es una historia que nuestros nietos van a contar; es importante que esto no se pierda porque es nuestra identidad”

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