Traverso: "Soy el último ídolo"

13-06-2017

Por Martín Eula

Fotos: Gentileza diario Olé

El anhelo de verlo otra vez en un auto de carrera está más emparentado con una ilógica quimera que con una realidad. El Flaco es Juan María Traverso, tal vez el último gran ídolo del automovilismo argentino, más en estos tiempos de ídolos de barro.

Traverso dejó una marca indeleble. Como todo grande de verdad, durante su campaña cosechó casi tantos incondicionales como detractores. Acido, de fuertes declaraciones, cabrío, sarcástico y con un talento como pocos. Todo eso define al ex piloto de Ramallo.

Los fríos números marcan que ganó siete títulos de TC 2000, seis de TC y tres de Top Race. Que cosechó triunfos en cada categoría por la que pasó y en todas dejó su sello. Pero para integrar un lugar preferencial en el Olimpo de los ídolos se necesita algo más. Sí, hay que ser ganador, pero también tener una personalidad que se destaque. Y vaya si el Flaco la tuvo (la tiene). Capaz de ganar una carrera con su auto envuelto en llamas durante las dos últimas vueltas, hazaña que consiguió en 1988 en el autódromo de General Roca con el mítico Renault Fuego, como de putear a un rival en plena cámara. Capaz de lograr un triunfo que quedará por siempre en la retina de todos como el de San Juan 2001, cuando le metió el auto de prepo por adentro a Juan Manuel Silva en el último giro y, con toque grosero incluido, lo corrió para saltar a la punta y ganar. La relación con el Pato se rompió para siempre, porque el padre del chaqueño estaba complicado de salud en ese entonces y quería regalarle un triunfo. Traverso, con su cuota de sarcasmo, contestó: “Regalale una campera”. Silva jamás lo perdonó. “El Pato llora y llora, siempre está llorando”, contesta Traverso aún hoy cada vez que lo consultan.

Traverso jamás se preocupó por ser políticamente correcto. Cientos de portazos le ha pegado a los autos, sin importarle jamás que estuviera representando oficialmente a la marca de ese auto maltratado por él. No tuvo empachos en hacerle un corte de manga a los que lo insultaban desde una tribuna. Cada una de sus actitudes, como su enorme talento, lo endiosaron. Hoy todo eso está muy lejos en el apagado automovilismo autóctono. “Yo soy el último ídolo. Y ojo que eso me preocupa. En el automovilismo actual, el piloto que tiene una personalidad que le puede gustar a la gente la debe ocultar porque sino lo echan. ¿Qué es lo peor que le pasa a un corredor de hoy, que esté décimo? Supongamos que va algún periodista y le pregunta: '¿Por qué estás decimo?' Si el tipo contesta que el motor no anda, listo, a la mierda, el motorista pide que lo cambien. Si acusa al chasis, salta el chasista y a la mierda. Si ese tipo dice que en realidad falló la estrategia, el director deportivo lo raja. Y tampoco quiere decir que se equivocó para no quedar como un pelotudo. Entonces, qué hace: chistes que no son chistes, contesta pelotudeces que nadie entiende, se hace el cómico y en el peor de los casos se pone a llorar y hace puchero. En definitiva eso es lo que pasa, así de fácil”.

TOMA MATE: El autódromo de Río Cuarto tiene una curva muy característica: la de la tranquera. Se llama así porque literalmente tiene una tranquera. Durante los 90, el Flaco corrió en TC 2000 con un Mitsubishi, que realmente no andaba muy bien. En la competencia de Río Cuarto, el de Ramallo debía partir desde el fondo y ya no tenía más ganas de renegar. Antes de la partida, le dijo a su más estrecho colaborador: “Decile al tipo del autódromo que abra la tranquera y poné la pava”. Claro, el colaborador del Flaco no entendía nada, lo único que sabía era que el semi de Traverso estaba del otro lado de la tranquera. Y se largó nomás la competencia. ¿Qué hizo Juan María? Al llegar a la curva de la tranquera, siguió de largo y estacionó al lado del semi. “Vamos a tomar unos mates”, le dijo a su asistente.

Traverso corrió contra generaciones de automovilismo bien distintas. El Flaco debutó en TC el 31 de octubre de 1971 en la Vuelta de Pergamino, con un Torino que antes habían corrido Andrea Vainini, Carlos Pairetti, Néstor García Veiga y Marito García. Y se retiró en Olavarría en el 2005. Rivalizó contra Rubén Luis Di Palma, Gradassi, Copello, García Veiga, Oltra, Maldonado, los hijos del Loco Di Palma, Fontana, Ortelli, el Gurí Martínez... Pasó de correr en la ruta en los recordados Grandes Premios del TC a disputar cada competencia en pista cuando la casi octogenaria categoría dejó para siempre las carreteras. “El automovilismo es un deporte de riesgo y eso es lo que atrae a la gente. En los Grandes Premios, vos venías por una montaña y a lo lejos ya veías que un lugar había mucha gente reunida. Listo, ya sabías que había que tener cuidado, porque ahí había un precipicio o algo. Porque la gente esperaba que te pegaras el palo. Hoy todo eso se está perdiendo con la tecnología que hay en el automovilismo”, fue el análisis del Flaco al hacer una comparación entre las distintas épocas de un deporte que fue cambiando como -es posible- ningún otro con el paso de los años. Para el ramallense, el avance de la tecnología también atentó contra el surgimiento de nuevos ídolos: “¿Por qué hemos puteado y aplaudido a Messi? Porque es un referente. El fútbol tiene ídolos. ¿Por qué pasa eso? Porque la tecnología no puede hacer nada contra el fútbol. No lo puede arruinar. La tecnología está arruinando al automovilismo. La tecnología debe ir para la seguridad, nada más. Cuando la televisión no estaba, el automovilismo era diez veces más que el fútbol, y te hablo de River, Boca y todo lo que quieras. El automovilismo salía en primera plana del diario cuando alguien ganaba una etapa de un Gran Premio, ¡no el Gran Premio, la etapa!”.

Tan grande fue Traverso que la Asociación Corredores Turismo Carretera tuvo que ir a buscarlo para que pegara la vuelta. En la década del 80, aquel piloto que corría en TC 2000 no lo hacía en TC. Y el Flaco eligió hacer historia en el TC 2000 (es el máximo ganador, con 68 triunfos). Pero la ACTC, que maneja los destinos del TC, necesitó su vuelta después de sufrir las muertes en carrera de Roberto Mouras y Osvaldo Morresi, dos grandes ídolos. Y Traverso volvió para cosechar otros cuatro títulos teceístas para sumarlos a los de 1977 y 1978 que tenía con Ford. El ramallense se subió a una Chevy y enhebró las coronas de 1995, 1996 y 1997. Con la trilogía, se metió a los hinchas de Chevrolet en el bolsillo. Sin embargo, su grandeza le permitió cometer casi una herejía: con el 1 abajo del brazo, en 1998 pegó la vuelta a Ford. Y con el Ovalo fue campeón otra vez en 1999. Y en TC 2000 se quedó con el título en 1986, 1988, 1990, 1991, 1992 y 1993 con la cupé Fuego. Y repetiría en 1995 con un Peugeot 405, temporada en la que se convirtió en el único piloto en ganar los dos campeonatos más importantes del automovilismo autóctono en un mismo año.

Traverso fue un grande de verdad e hizo grande al automovilismo. Por algo, aún hoy y a pesar de los 66 años que carga sobre el lomo, no son pocos los que le gritan: “Flaco, volvé”.

ENOJO Y DISCULPAS: Caía un diluvio sobre Río Cuarto el 23 de mayo del 2004. Juan María Traverso lideraba una de las series de TC, hasta que repentinamente su Torino sale espantado contra la pared en plena recta principal tras recibir un toque desde atrás del Ford de Gabriel Ponce de León. El daño del auto fue grande, pero tanto el Flaco como su acompañante no sufrieron lesiones. La bronca del séxtuple fue enorme: “Ante de largar me tiro a la mierda el pendejo hijo de puta ese. ¿Si estoy bien? Estoy para cargarlo bien a trompadas, mocoso de mierda y la concha de su madre”. Dos datos: el Flaco, más allá de cientos de amenazas, jamás de agarró a piñas en una carrera. Segundo: tiempo después se disculpó con la madre de Ponce de Léon por eso de hijo de...

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