Socios del ritmo

29-08-2019

Por Valentina Cardozo | Periodista

Marcos Camino maneja su auto por las calles de Santa Fe, acompañado por su esposa. Mientras el vehículo avanza en medio del tránsito, suena una cumbia de fondo en la radio.

-Este tema tienen que grabar- dice ella y sube el volumen.

-Solamente a vos te puede gustar esa canción- responde él.

La canción en cuestión es nada más y nada menos que El bombón, máximo éxito de la historia de Los Palmeras, el grupo de cumbia del que Camino es líder y acordeonista desde 1972. Se sabe poco de la mujer, apenas su nombre de pila, Sandra. El marido asegura que ella sugirió el 20 por ciento de los éxitos que han grabado en toda su carrera.

La escena del coche transcurrió en 2004 y ese mismo año la banda grabó el tema. Fue furor en Santa Fe pero recién se convirtió en hit a nivel nacional en 2006. Todavía hoy deben tocarlo por lo menos dos veces en cada uno de los shows que brindan. Una letra simple y de mujer objeto (el autor original revela que la compuso en 15 minutos) convertida en clásico inoxidable.

-Cuando ya no estemos más y suene El bombón, la gente se va a acordar de nosotros- asegura Camino que ya tenía más de 50 años cuando esa canción le cambió la vida para siempre.

Cada vez que se cuenta la historia de Los Palmeras se recurre a la analogía con la carrera de La Mona Jiménez. Un ritmo regional surgido de la periferia, consumido por sectores populares y humildes durante generaciones, “música de negros”, que un buen día termina tomando por asalto Buenos Aires, suena en todos lados y finalmente atraviesa geografías. Si el cuartetero reconoce a Juana Delseri, su exesposa, como el sostén y cerebro detrás de su vigencia; el cumbiero plantea que su liderazgo en la banda está basado en mantener el orden.

-Nosotros tomamos como lema una frase del general Perón: "La organización vence al tiempo". Somos una sociedad de músicos empresarios.

Rubén “Cacho” Deicas, la voz rasposa y melódica que se incorporó en 1978, es la otra pata de esa alianza creativa y comercial que pone a bailar al país.

El ascenso de la clase obrera

Deicas había sido albañil, obrero metalúrgico y vendedor de productos comestibles. Siempre le había gustado cantar y desde que era adolescente integraba distintos conjuntos. Camino trabajó en una sastrería de la familia y después en una tienda de música. Había empezado con el acordeón a los cinco años pero cuando tenía ocho odiaba el instrumento. Lo despertaban a la madrugada para que mostrara sus habilidades en fiestas familiares. Quería tocar temas de Palito Ortega y de El Club del Clan pero no lo dejaban y lo obligaban a ejercitarse con tango y pasodoble.

A fines de los '70 se las rebuscaban en cumpleaños, bautismos y casamientos. El Cuarteto Imperial (un grupo colombiano que llegó a Argentina y se quedó durante varios años) y Los Wawancó (un conjunto de extranjeros que se formó en La Plata donde habían llegado para estudiar medicina) eran las influencias más cercanas. Tocaban sus temas y les copiaban las ropas.

-Ellos le cantaban a su tierra natal porque estaban lejos. Nosotros tomamos su música y le cambiamos las letras, le cantamos al amor- explica Deicas.

-Nos separamos un poco de lo colombiano a partir de las historias. Letras más profundas y románticas. El amor nunca muere; el que sintió mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y yo es el mismo que va a sentir mi hijo- completa su socio.

Cuando la cumbia era apenas un pasatiempo, lo que ganaban en los shows lo reinvertían en vestuario, micrófonos, equipos. Después llegó la etapa profesional para vivir de la música. Comenzaron las giras. Al principio por el interior de Santa Fe, luego a provincias cercanas. En pleno invierno viajaban en la parte de atrás de un camión que estaba tapado con una lona, haciéndose lugar entre los instrumentos.

No eran épocas fáciles. Más de una vez pararon en el medio de la ruta para brindar con sidra porque las navidades los encontraban de gira. Cuando iban a Salta o Jujuy, el menú se repetía día tras día: humita. Músicos, asistentes y manager comían lo mismo en cualquier hotel para que los números cerraran.

El primer gran éxito de su autoría llegó en 1986 con el tema La suavecita que sigue formando parte del repertorio en la actualidad y produjo una anécdota increíble. En Sauce, provincia de Corrientes, los recibieron con abundante asado en la previa de una fiesta privada. Durante la cena quienes los habían contratado les dijeron que querían escuchar aquella canción. Pero el pedido no la colocaba como una más del repertorio sino como la única.

-Fueron 45 minutos de La Suavecita. Lo cantaba parado, sentado, mirando al piso, mirando a los músicos, ya no sabía cómo darle un poco de variedad- confiesa el vocalista entre risas.

Entre reversiones ajenas y temas a pedido, comenzaron a colarse composiciones propias muy recordadas: El parrandero (1992), Clarito (1994), Soy un títere (2003), Olvídala (2004), El embrujo (2009), Noche con arte (2012).

Dice el acordeonista que a veces los hits los llevaron por delante. Y así como no vio el potencial de El bombón, tampoco acertó cuando un colaborador suyo, Tolín Pérez, le propuso Qué quiere la Chola (1989). Como tenían confianza lo provocó: “Dejate de joder con esta porquería, traeme temas como la gente”. Hoy es un infaltable en cualquier show de Los Palmeras. En la que puede anotarse una a favor es en La bestia pop, el tema de Los Redondos. “Cuando lo propuse los muchachos me sacaron carpiendo”, recuerda.

Dice Deicas que durante muchísimo tiempo los miraron con desdén. Las radios se negaban a pasar sus temas, la música tropical no tenía espacio, la discriminación se sentía. Pero que no estaban dispuestos a negociar la identidad que tanto les costó construir. La perseverancia valió la pena. En 2018, por ejemplo, tocaron en el Obelisco para más de 100.000 personas, acompañados por la Orquesta Filarmónica de Santa Fe.

Lo explica Camino con contundencia.

-Como dijo La Mona Jiménez: "No entiendo por qué tanto problema, si el Do Mayor que hago yo es el mismo que hacía Beethoven". Somos músicos, hemos estudiado. La conexión con el público vale mucho más que el estudio, las cátedras y lo académico. Podés invertir el dinero que vos quieras para hacer sonar tu disco, pero si la gente no lo acepta, no alcanza la fortuna que puedas gastar. Nuestro grupo, Los Palmeras, tiene una voz que atrapa y un sonido que envuelve.

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