Ser Messi

05-05-2017

Por Martín Eula

Fotos: Gentileza Olé

De Lionel Andrés Messi Cuccittini se sabe todo. O al menos todo lo que se puede saber de una persona que es una marca registrada. Hoy, decir que sos de Argentina en cualquier parte del mundo te lleva a que un hindú, un qatarí, un malayo o un extraterrestre te asocien con Messi. Decir Messi es un abrelatas como en la cancha.

No inventó la pólvora, tampoco descubrió el remedio para la peor de las enfermedades y mucho menos encontró la solución económica-financiera en un mundo capitalista que excluye a millones de personas y las deja en la pobreza más absoluta. El tipo es un genio para jugar al fútbol y el fútbol, además de ser un paliativo de masas, idealiza a sus genios.

Venerado en cualquier rincón de la galaxia, es en su propio país -o sea acá- donde más se le cuentan las costillas. Y si un día le reprochan que balbucea mientras suena el himno nacional al otro día pierde finales, y si una noche no juega en la Selección como brilla en el Barcelona otra noche se harta a la salida de un vestuario de un estadio de Estados Unidos y dice que no jugará más en el seleccionado. Somos bravos los argentinos -vaya novedad-. En lugar de disfrutar de un tipo que llevó al equipo de fútbol a partidos decisivos después de tantos años, le recriminamos de manera violenta esas flaquezas en finales en una muestra contundente del vaso medio lleno o un poco vacío.

¿Es tan complicado ser Messi?

El tipo vive en Barcelona desde los 13 años porque el Fútbol Club Barcelona le pagó un tratamiento hormonal sin el cual no podría haber sido lo que es. Nunca jugó profesionalmente en un equipo argentino (sí en las Infantiles de Newell's), situación que lo lleva a ser de todos y de ninguno. Gana ligas de España, Copas del Rey, Champions League, Mundiales de Clubes y Balones de Oro; dinamita récords como si dinamitar récords fuera lo más normal de la tierra; es la cara y la imagen por la que se pelean las principales marcas del mundo; firma contratos que cuando se conocen las cifras causa escalofríos y -como en miles de casos de futbolistas- lleva a preguntarse cómo y en qué se puede gastar tamaña cantidad de dinero; el "Meeeeeessi, Meeeeeeessi" es un grito hecho reverencia que en cada partido le regalan casi 100.000 catalanes en ese santuario -su santuario- que es el Camp Nou.

En diciembre del año pasado, y mientras disfrutaba de unos días de vacaciones en Rosario, su sobrino Agustín -hijo de su hermano Rodrigo- le agarró el celular y empezó a trasmitir en vivo por la cuenta de Instagram del tío: una picada familiar de un hombre familiero en una mesa sin estridencias tuvo 87 mil visualizaciones en pocos segundos.

"Es incontrolable, diría que imposible", reflejó un doble de Messi que salió a caminar por las calles de Barcelona hace cuatro años enviado por un programa de televisión. Cientos de personas lo rodearon, le pidieron autógrafos, lo querían tocar... Como aquella chica que se tiró de una tribuna en Venezuela y cayó casi en sus pies. Como el imitador de Ronaldinho que se metió a la cancha en un entrenamiento en el Mundial de Brasil. Como la fanática mexicana que se le abalanzó encima en la Copa América de Estados Unidos 2016 en la puerta de un hotel en Chicago.

Estar frente a Messi es estar frente a un hombre que transmite calma, que habla bajito y sencillo, sin palabras que hay que buscar en un diccionario, que le fascina el dulce de leche y toma mate, que come asados, que mantiene costumbres culturales que mamó en la tierra donde nació y donde se crió (no en la que se hizo Messi).

¿Es tan difícil?

Messi nunca va a ser Maradona, y tal vez ahí radique una de las principales cuestiones de una discusión que será eterna si el actual capitán del seleccionado no levanta la Copa del Mundo en Moscú el año que viene. A Messi no le interesa ser Maradona y no tiene por qué serlo. Diego es el fuego, el díscolo, el polémico aún hoy, el que no se calla ni se va a callar, el que desde el sur postergado de Italia le mojó la oreja al norte pudiente, el Dios de las mil contradicciones. Diego es único. Y Messi también, pero Messi no tiene la personalidad ni la arrogancia de Maradona. Tiene el gen, el talento y juega al fútbol como muy pocos lo han jugado a lo largo de la historia, pero... Sólo habría que deleitarse con Maradona y Messi, deleitarse y agradecer que alguna vez se pusieron la camiseta celeste y blanca, aunque si sólo nos deleitáramos no estaríamos viviendo en la Argentina.

Messi se reinventa temporada tras temporada. Es un goleador bestial y un jugador total. Guardiola lo inventó de falso nueve, pero él encuentra el lugar por dónde moverse, pasar y convertir con la facilidad que cualquier de nosotros aprende a caminar. Y que sin haber cumplido 30 años hace rato ya se lo postule como el mejor futbolista de la historia delata su magnitud. Está, sin dudas, a la altura de Maradona y Pelé como ya dijo, por ejemplo, José Mourinho.

Cambió de looks, se llenó de tatuajes, se casó con una mujer que conoció de chico, tiene dos hijos, todos los días es noticia hasta en el rincón más recóndito del universo y, por suerte, no se retiró de la Selección.

Tildado por no tener personalidad para ser líder, pasa a ser un (supuesto) dictador que tiene que definir todo lo que pasa en su club. La vida y la carrera de los genios, claro que sí, también están rociadas de contrastes. Y Messi no es la excepción. Un Messi que vaya a saber uno si sabe lo que significa ser Messi. Si lo dimensiona. Si alguna vez se lo propuso. Seguramente se habrá puesto a pensarlo ¿Qué persona está capacitada para estar expuesta todo el tiempo? ¿Existe una receta? Después del increíble 6-1 al París Saint Germain por la Champions, se viralizó un video de Leo dejando el estadio en su auto con su mujer y una marea de hinchas que lo rodeaba: "¿Cómo salimos? No salimos más de acá", le dice a Antonella Roccuzzo. Mover millones, sentimientos y hasta montañas provoca situaciones como ésta...

"Me parece todo tan injusto. Deber ser muy difícil ser Messi por más que alguno crea que sea fácil". El Tata Martino lo dijo cuando era entrenador de Leo en Barcelona.

Puede sonar paradójico para alguien que, justamente, hace tan fácil lo que para muchos teóricos de la pelota parece imposible.

Suscribite al newsletter

COLSECOR Noticias

* no spam