Dante Leguizamón | Periodista
Confesión del autor: me negué a Juego de Tronos por años. La serie estrenó en 2011 y recién acepté verla a mediados de 2016, a regañadientes. Ocupé varios fines de semana en sendas maratones. Por lo tanto, esta es la reseña de un converso y como tal, no del todo confiable.
El poder. Clase 1
Empecemos con una escena que no tiene ni espadas, ni sexo, ni muerte. La protagonizan dos personas. Uno es Tyrion Lannister, que pertenece a una familia poderosa de clase alta, pero tiene algo que (al menos inicialmente) es mostrado como una limitación. Es enano y esa marca física lo condena a ser un desclasado entre su gente. El otro personaje es “Araña” (Varys), un eunuco que se mantiene cerca del trono como “consejero de rumores”. Aunque no pertenece a ninguna familia poderosa ha logrado sostenerse cerca de varios reyes a los que -a veces sólo para sobrevivir- necesitó traicionar. Ambos discuten el siguiente acertijo: Hay un clérigo, un rey y un hombre rico. Enfrente de ellos, un mercenario. Cada uno de los tres poderosos quiere que el asesino, mate por él a los otros dos.
- ¿Quién tiene el poder? -pregunta Araña.
-El que tiene la espada -responde Tyrion-. Él puede decidir sobre la vida y la muerte.
-¿Por qué entonces fingimos que son los reyes quienes tienen el poder? - razona Araña y se responde a sí mismo- Porque el poder reside donde los hombres creen que reside. El poder es un truco, una sombra en la pared.
Conclusión: el poder es una sombra. Depende de dónde se ubique la luz, hasta un enano puede ser considerado poderoso.
Game of Thrones conjuga espadas con sexo y batallas épicas con dragones. Sin embargo, se trata también de una trama de intrigas políticas en las que sus protagonistas pueden ser vistos como personajes de la vida contemporánea teorizando sobre qué es el poder y cómo se llega a él.
El poder. Clase 2
Cersei Lannister, hermana del enano Tyrion es perfecta y cruel. Bella y meticulosa para dañar. En los pasillos del palacio, rodeada de soldados que la protegen porque es la madre del rey, se cruza con Lord Petyr Baelish (Meñique), un oscuro consejero que desea el trono tanto como muchos en la serie. A diferencia de Cersei, Baelish tiene la “desgracia” de no pertenecer a ninguna familia poderosa. Entonces su poder consiste en tejer tramas e intrigas para acercarse a lo que desea. Cersei y Meñique podrían ser considerados los personajes más “odiables”. Cuando se cruzan ella lo trata con desprecio y él responde con una amenaza. Conoce un secreto que puede dañarla. Después de insinuarle que puede hacerlo público, Meñique le dice a Cersei: “El conocimiento es poder. Mientras algunos tienen la suerte de nacer en la familia apropiada, otros deben hacerse su camino”.
La respuesta es inmediata. Ella ordena a sus guardias que lo maten, pero cuando están a punto de degollarlo Meñique suplica clemencia y ella -sonriendo- suspende el sacrificio. Entonces, le dice: “El poder no es el conocimiento, ni es la información. El poder es el poder”.
Segunda conclusión: el poder es una sombra y esa sombra se puede construir con información y conocimiento. Pero, a la hora de los hechos, el que tiene las armas puede acabar de un momento a otro con el poder de aquel que no las tiene.
Mejor que los canales de noticias
Si usted es de los televidentes que se queda hasta la medianoche escuchando las especulaciones de Alejandro Fantino y sus informantes de los servicios de inteligencia, si usted disfruta de la entrevista semanal a Jorge “El Turco” Asís, le va a gustar Juego de. Si es de los que prefiere ver TN y escuchar a Alfredo Leuco, Marcelo Bonelli, Eduardo Van Der Koy y a los demás muchachos que trabajan para el Grupo Clarín maltratando sistemáticamente a Cristina Fernández, le va a gustar Juego de Tronos. Si en cambio, le gusta ver a Gustavo Sylvestre y Víctor Hugo Morales destrozar a Mauricio Macri para hablar cuasi enamorados de la expresidenta, le va a gustar Juego de Tronos. En definitiva, si le gusta la política y trata de descifrarla, le va a gustar Juego de Tronos.
La trama
El escenario podría definirse así: en Poniente (como se llama el territorio que todos quieren gobernar) reina un orden social injusto. No es un mundo demasiado diferente al nuestro. Allí, como acá, las tensiones y luchas han dejado muy lejos al pueblo que parece vivir sin esperanzas de que las cosas realmente mejoren. Esa es la verdadera complejidad de una historia que va más allá de las espadas y los dragones. Un grupo de personas (algunos más o menos buenos, algunos más o menos malos y otros realmente malos) se disputan un lugar en el trono de hierro, desde donde se gobiernan los siete reinos que conforman Poniente.
Entre esas disputas hay tres tensiones básicas. La primera es que, para acceder al poder -y mantenerse en él- es necesario contar con legitimidad (de clase, de armas o de representación). La segunda, aquellos que no tienen legitimidad sólo tienen una manera de alcanzar algo parecido: mentir, engañar y manipular a quien sea necesario para llegar al poder. La tercera, sin una legitimidad real el poder sólo puede sostenerse mediante la opresión y el miedo.
El poder. Clase 3
En este caso se cruzan el eunuco Varys (Araña) y Meñique (Lord Petyr Baelish). Discuten sobre “El Reino de Poniente”. Meñique sugiere que el reino (podríamos pensar que se refiere a la idea de patria) es “una mentira que repetimos y repetimos hasta creer que es cierta”. Varys le responde que aun cuando así sea, si no tenemos esa creencia “caeríamos en un abismo”. Meñique lo contradice: “Tú ves un abismo, yo veo una escalera” y monologa sobre las debilidades que, a su entender, atrapan a aquellos hombres que a diferencia de ellos poseen riqueza, apellidos o armas que les permitirían alcanzar la legitimidad necesaria para ocupar el trono:
-El caos es una escalera. Muchos que intentan subirla, fallan y nunca pueden volver a intentarlo. La caída los destroza. A algunos se les otorga la posibilidad de escalar, pero se niegan. Se aferran al reino, o a los dioses, o al amor. Todas ilusiones. Sólo la escalera es real. Escalar es todo lo que hay.
Sumamos conclusiones. Dijimos que el poder es una sombra y que el poder es el poder. También que, aunque la información y el conocimiento son claves para sostenerlo, quien tiene las armas tiene, ante ciertas coyunturas, más poder que los otros. Sin embargo, acá encontramos una tercera conclusión: detrás de todo eso está el deseo. Para llegar al poder hay que desearlo hasta el punto de no caer en ninguna ilusión que no sea la del poder mismo.
Juego de Tronos se estrenó el 17 de abril de 2011. Sus creadores, (David Benioff y D. B. Weiss,) trabajan bajo el mando de George R. R. Martin, el autor de la historia. La serie consta de siete temporadas y 67 capítulos. Se basa en un libro publicado en 1996. Es en este libro donde se nos presenta a los distintos reinos que conforman Poniente y el Trono de Hierro, el espacio que todos defienden o luchan por ocupar sobre el que giran la serie y todos los libros posteriores.
La economía. Clase 4
A lo largo de la serie varios de los que aspiran al trono deben recurrir a uno de los reinos, donde viven los banqueros. Buscan financiamiento para la guerra que, pretenden, los lleve al trono. Los banqueros terminan financiando a casi todos los que tienen apellido y posibilidades reales de acceder al trono. Sin embargo, todos saben que con la plata que devuelven a los banqueros, éstos financian al que quiere desplazarlos, que a su vez dependerá de los bancos para sostenerse en el poder.
Sumamos más conclusiones. El poder es en realidad una sombra, un hechizo, una construcción social que reside en la capacidad de persuadir, de seducir y de convencer en base a información y conocimientos. Al mismo tiempo es también una ilusión. Desde el poder se puede generar el consentimiento del pueblo que da legitimidad y que es el complemento necesario para la coacción porque solamente con las armas (con el terror) no se puede conservar el poder a largo plazo. Tanto en Juego de Tronos como en nuestros tiempos y en todos los tiempos, el instrumento principal para la persuasión política y para la creación de imaginarios colectivos es la propaganda. En ese marco el dinero es siempre necesario y el poder financiero siempre apuesta y nunca pierde. Por eso, sólo le teme a que las cosas cambien o, podríamos decir, a una revolución.
Última conclusión
Antes de aburrirlos tengo que decirles que no es sólo un bodrio de intrigas políticas. Estas situaciones que relato están acompañadas y balanceadas con hermosas historias de aventuras que se mezclan con profundas y emocionantes historias de amor y desamor con alto contenido melodramático. A lo largo de todas las temporadas se forjan amistades y odios enternecedores que nos hacen reír y llorar. Nos enamoramos de algunos personajes y quisiéramos matar a otros. Aunque en la primera temporada quizás se detiene demasiado en los cuerpos desnudos, eso se supera en las siguientes dando lugar a escenas más cuidadosas. Además, es capaz de conjugar fantasías verosímiles con personajes entrañables y tiene la capacidad de nunca dejar de sorprender al televidente que, cuando siente que está disfrutando, ve cómo matan a su personaje favorito.
Sin embargo, y ya que estamos, volvemos a lo nuestro sin saber si hablamos de Juego de Tronos o de nuestra realidad política previa a las elecciones presidenciales.
Una lectura del poder y la política que ronda la serie sería que durante muchos siglos el principal poder se depositó en la religión. Con el tiempo, las ideologías laicas desplazaron a la casta religiosa. Sin embargo, el poder siempre estuvo rodeado de cierto pensamiento mágico detrás del cuál (en las sombras) se escondieron varias de las cosas de las que hemos hablado: las armas, el miedo, las intrigas, la información, la manipulación, los rumores y las estrategias de hombres nada mágicos que sólo buscaban sostenerse en el poder.
En los últimos tiempos, ideólogos y publicistas han tomado el control de la información que llega al pueblo. El peso de las iglesias (de todo tipo) en la política de hoy, muestra que la fe y la manipulación de esa fe es clave para acceder y sostener el poder. El secreto es controlar nuestra percepción del mundo con las mismas técnicas de persuasión y seducción de antaño entendiendo que el poder político es un triángulo: militar, económico e ideológico.
De eso también habla Game of Thrones. Esa es, también, una buena razón para verla.