'Primero, hay que interrogarse sobre las reales necesidades de la sociedad”

13-07-2004

Armand Mattelart es un importante intelectual internacional, profesor en la Universidad París-VIII. Autor de “Para leer al Pato Donald”, Mattelart también fue  investigador en Chile durante los años '70.  Su último trabajo, problematiza la importancia de las tecnologías en el nuevo orden internacional.

- ¿Por qué cree importante reflexionar sobre la noción “Sociedad de la Información”?

- Porque es un concepto administrativo que está cargado de ambigüedades  y tiene una larga  historia.

Se puede decir que el concepto nace en el contexto de la guerra fría. La “sociedad de la información”  es inspirada en la tecnología e implica la idea de que la élite tecnocrática puede manejar la sociedad. Es un proyecto que se opone a la propuesta comunista. Entonces, se piensa que la sociedad del futuro va a ser determinada por las tecnologías.

Hay muchos sinónimos que van a significar este concepto en las dos décadas posteriores a la guerra fría: “sociedad postindustrial”, “sociedad poscapitalista” o “posthistórica”. En realidad, es el mismo concepto de “sociedad de la información” que está construido sobre la idea del fin de las ideologías, el fin de lo político, el fin de los intelectuales contestatarios y la cúspide los intelectuales positivistas.

En los años '70, este concepto pasó al lenguaje administrativo de los gobiernos nacionales y estos se apoderaron de la noción porque imaginaron que a partir de  las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación podrían salir de una enorme crisis del modelo de desarrollo industrial y del modelo de gobernabilidad.

 

- ¿Cómo pensar esta idea de una sociedad regida por las tecnologías en sociedades como las latinoamericanas, donde el acceso a la información está restringido para grandes franjas de la población que ni siquiera tienen los servicios básicos como el agua o la luz?

- Ese es el problema, las tecnoutopías nos quieren hacer creer que con la tecnología vamos a resolver todos los problemas. Yo creo que hay que reubicar las tecnologías dentro de un contexto donde hay otras prioridades.

El concepto de brecha digital es un concepto totalmente reaccionario porque la brecha se da en la desigualdad de acceso a la salud, a la educación... y antes de poner la tecnología en primer lugar, hay que interrogarse primero sobre las necesidades reales de la sociedad.

La noción de  brecha digital no te permite reflexionar sobre las miles de distancias que hay en la sociedad. En América Latina, hay muchos grupos que viven a velocidades y tiempos distintos y en eso también hay una brecha. Esto indica que debe haber una estrategia pensada entre la sociedad civil y el Estado para pensar la introducción de las tecnologías.

 

La cara oculta de la sociedad de la información

- Una de las críticas  es esta noción es lo que usted denomina la sociedad del control...

- Después de la caída del muro del Berlín, en el mundo apareció sólo una alternativa y se ocultó que la información sirve también para hacer la guerra.

La información es uno de los elementos principales de los instrumentos de seguridad. Después de los años '90, muchos discursos tecnoutópicos aseguraban que se iba a crear un ágora o una asamblea mundial a través de las  tecnologías, y el aspecto de control social se dejó de lado. Entonces, se dio la guerra del Golfo, la guerra de Kosovo que nos probó que las últimas formas de guerra, con su mito de guerra limpia, estaban muy asociadas con las tecnologías de control de la información. Esto era una advertencia.

Pero luego de 11-S se dio la apertura de una nueva cruzada en contra del terrorismo y  se redujo incluso la libertad de circulación de la información. Por ejemplo, EEUU promulgó una ley que se llama “Protección Patriótica” que permite a los organismos de seguridad allanar las computadoras individuales. Además, a partir de ese momento se desarrolló la política de construir bases de datos sobre los individuos que, muchas veces, invaden el derecho de privacidad.

Todo esto, ellos dicen, es para prevenir los actos terroristas.

-¿Qué consecuencias tendría esto para el  ejercicio de la democracia?

- Este tema sobre las sociedades de vigilancia debe formar parte del debate público. Yo no estoy para repetir visiones mesiánicas de la sociedad futura, pero este es un tema fundamental que deben discutir las sociedades democráticas.

Yo creo que medidas como las que han tomado los EEUU deben alarmar porque no son las primeras, ni van a ser las últimas.

- ¿Qué concepto puede oponerse o reemplazar la idea de sociedades de la información?

Podríamos satisfacernos con la noción que está propuesta por la UNESCO que es “sociedades del conocimiento o del saber”.

La idea de “sociedad de la información” implica que hay sólo una sociedad global, en cambio “sociedades del conocimiento” quiere decir que hay diferentes  formas de acceder a las tecnologías dependiendo de las estructuras sociales, las lenguas, las tradiciones, etc. Y yo haría una corrección más: en vez de “sociedades del conocimiento”, hablaría de “sociedades de los saberes”, (en plural) porque pone de manifiesto que hay diferentes saberes en cada una de las sociedades y  revaloriza  el conocimiento ordinario.

Creo que este tipo de conocimiento está muy marcado en los nuevos movimientos sociales que promueven la acción. Esto implica que el saber no es sólo de los expertos, sino que también es parte de la vida cotidiana de la ciudadanía.

- ¿Que rol deberían cumplir en estas sociedades de los saberes los medios masivos de comunicación?

- Los medios de comunicación deberían concretizar los debates públicos  sobre la sociedad  de la información. Pero yo creo en la actual situación de concentración de los medios masivos no se está cumpliendo esta misión, sobre todo en América Latina.

Puede tomar un buen tiempo pero los Medios Masivos de Comunicación, tanto privados como públicos,  deberían ser un bien público reduciendo un poco la lógica comercial que poseen. Esto implica que debe instalarse un debate público sobre los medios porque en el sistema actual hay muchos sectores a favor de la concentración,  pero también hay muchas voces que tratan de expresarse.

Entonces, deben generarse medios guiados por una filosofía de servicio público y  debe existir una legislación que aborde la ética del sector.

Nota: María Luz Saint Phat

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