'PESCA”, EL SUREÑO DE DARREGUEIRA

12-07-2016

Darregueira es una localidad agrícola ganadera del sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Ese es el pueblo de ´Pesca´, como todos conocen a Ernesto, un hombre de 81 años, cabellos blancos, manos de trabajo y sonrisa indeleble. Cuando uno lo escucha, parece que hubiera nacido para contar historias.

Charla va, charla viene, Ernesto cuenta el porqué de sus sobrenombres. “Perdí a mi padre a los 3 años y mi madre volvió a casarse. Mi padrastro era chacarero y trabajaba en varios lugares, entonces cuando preparaba todo para salir a trabajar, mi madre me mandaba al corral para saber lo que hablaba con el peón. Y a la noche, cuando volvía, mi mamá le decía ´vos hablaste de esto, esto y esto´. Creían que mi madre era adivina, hasta que se dieron cuenta de que me mandaba a propósito. Entonces cuando me veían acercarme al corral, decían `cuidado que viene el Pesca´. Hace 77 años que tengo ese apodo”, dice con una sonrisa.

Al otro sobrenombre se lo puso la gente que llegaba de Córdoba para trabajar con máquinas en el campo y las llevaba a reparar a su taller “Para ellos nosotros estamos al sur, entonces me decían el sureño de Darregueira”.

“Nací en un campo a 30 km de acá, en un paraje que se llamaba La Dulce. Darregueira en aquel entonces era muy chiquito. Trabajé desde pequeño. Fui boyero, cadete, diariero... en aquel tiempo llegaba el tren 3 veces por semana y traía diarios, revistas, mercadería, encomiendas, correo...yo repartía Mundo Deportivo, El Gorrión, El Gráfico, El Tony, La Nación. En aquella época conocía a todos. Ahora no, porque el pueblo creció bastante. Recuerdo que antes las calles eran de tierra y cuando llovía era todo barro”.

Terminó sexto grado en la escuela local “Le estoy sumamente agradecido a esa institución. Hoy alberga alrededor de 500 alumnos”, sostiene con orgullo.

Ernesto aprendió a soldar en una escuela de oficios “Nos enseñaban a usar el torno, la soldadora, la lima y toda `la mar en coche´. No era una enseñanza muy profunda, pero el que tenía vocación quedaba enganchado”.

Comenzó con su oficio en Casa Bartuch “era un taller y carpintería, donde se reparaban herramientas de todo tipo y color”, después trabajó en casa Val-Fer, hasta que logró instalar su taller. “De a poquito fui con María, mi gran compañera por 56 años, juntando dinero para comprar herramientas. Iba a capacitarme cuando venían especialistas a Bahía Blanca y trabajaba en el pueblo, la zona y con las máquinas que llegaban para la cosecha. Tenía clientes de Las Varillas, Arroyito y Camilo Aldao, entre muchos otros pueblos de Córdoba. También se acercaba gente de localidades de esta zona como Rivera o Macachín. Todos venían a parar al taller de Pesca”.

Pero si de algo se acuerdan en el pueblo y sobre todo sus clientes, es de su ingenio para hacer bromas. “Recuerdo un señor al que le soldé la dirección del vehículo y al no poder doblar terminó en un zanjón frente al taller. Tuve que buscarme la pala y trabajar una hora y media para poder sacarlo.”

Pero las cosas no quedaban ahí, a veces tenían un ida y vuelta. “Una vez, unos clientes taparon la chimenea de la salamandra del taller. Imagínese, una humareda terrible. Me enteré de quienes eran y cuando volvieron les soldé la puerta del camión, se fueron al campo y no pudieron cargar el ganado. Todo humor sano ¿vió?”.

Pesca diariamente vuelve a su lugar de trabajo, del que le cuesta alejarse por mucho tiempo. “Tengo el taller todavía, si bien está a cargo uno de mis tres hijos voy todas las tardes porque me gusta mucho, no me puedo quedar quieto”.

Darregueira

Llegando desde el este se observa el inconfundible ingreso a la localidad. De un lado el nombre del pueblo y del otro, un Cristo en hierro de 9 metros de alto. Pesca asegura que su pueblo “es simpático, lindo, amistoso... todo el que lo conoce me da la razón. Acá viven más de 6.000 personas y tenemos instituciones que aportan mucho. A nivel educativo, tenemos desde educación inicial hasta la posibilidad de cursar carreras universitarias a distancia a través de la cooperativa”.

La localidad nació un 5 de octubre de 1906 y su nombre fue el de la estación de ferrocarril, en honor a José Darregueira, diputado del Congreso de Tucumán. Pocos años después se realizó un loteo donde se delimitaron los terrenos para la escuela, la comisaría, el registro civil y el correo. Fue creciendo alrededor de la estación y en la actualidad, sus principales actividades económicas son la agricultura y la ganadería. También cuenta con algunas industrias.

El festejo más grande se realiza en octubre, con motivos del cumpleaños del pueblo. Se organizan actividades culturales, espectáculos en el anfiteatro y vecinos de toda la zona se acercan a compartir la celebración. En verano, lo que distingue a la localidad es la “Peatonal de Darregueira”, que tiene lugar los fines de semana en el Boulevard Hipólito Yrigoyen con artesanos, rica comida y espectáculos.

Dentro de las instituciones locales se encuentra la Cooperativa de Servicios Públicos (Celda). Pesca integró durante 28 años el consejo de administración. “Recuerdo que los sábados tenía por costumbre cerrar el taller y recorrer el pueblo para ver cómo funcionaban los servicios”, comenta.

Hace años que Celda lleva adelante un proyecto para generar energía renovable. En 1997, instaló un molino eólico a 3 kilómetros de la zona urbana, por lo que el 10% del consumo de la localidad proviene de energías limpias. Desde la cooperativa sostienen que actualmente el nivel no es el esperado ya que hay menor cantidad de vientos en la zona debido a la corriente del Niño y la Niña. Desde su puesta en marcha, el generador produjo aproximadamente 20,68 millones de Kw.

Para dar algunos detalles de la envergadura del molino, puede decirse que la torre mide 40 metros y pesa 40 toneladas, mientras que su base pesa 140 toneladas. “El generador fue bautizado al momento de inaugurar el molino. Para ello se realizó un concurso en las escuelas primarias y secundarias de la localidad donde había que definir un nombre y a su vez fundamentar el mismo. El nombre elegido por el jurado fue Hércules”, explican desde la cooperativa.

El sol va cayendo y es hora de despedirse de este lugar, tan querido por ´el sureño de Darregueira´. Este tranquilo pueblito, que cerca de cumplir 110 años, ha sido testigo de incontables historias y momentos inolvidables.

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