Neuquén: el agua y sus abundantes maneras de ser

26-12-2019

Por Alejandro Mareco

“Para mí, el río es todo. Desde que me dieron un bote nunca necesité una pelota. Todo cambia cuando estás en el agua: sos vos y tus compañeros y te olvidás de los problemas”.

Cuando Franco Balboa decía estas cosas era apenas un adolescente de 16 años y estaba sentado en un kayak con una punta del remo clavada en el agua, meciéndose suavemente sobre en un rincón calmo del río Limay, en su paso por la Asociación Italiana de la ciudad de Neuquén.

A su lado, en la misma posición y en otro kayak estaba su padre Ricardo. “A mí, el río me da de flotar y de comer”, decía. Él fabricaba kayaks en el taller de su casa que quedaba, justamente, del otro lado de la calle del club. El primero que le regaló a su hijo se lo hizo cuando el niño tenía apenas tres años y medio; a partir de allí se echó a remar la ilusión: “Mi mayor sueño es llegar a los juegos olímpicos”, nos diría Franco esa mañana.

Los ríos, con temperamentos bravos o serenos, son una de las maneras abundantes de ser del agua en la provincia de Neuquén. Como que toma su nombre del torrentoso curso que los mapuches llamaban Newenken.

Los lagos, naturales o espejo de represas enormes o más pequeñas, son otras maneras del constante manantial neuquino. Y por supuesto, la nieve que traza de blanco la frontera con el cielo en la gran comarca de las montañas.

Tarde o temprano, los paisajes provinciales se entregan a la piel del agua.

El mismo río Limay, en el que también se pescan grandes truchas, fue el eje de la construcción de dos represas: una, que significó todo un emprendimiento gigante en la década de 1970 (por el tamaño de la obra y su gran aporte al sistema eléctrico nacional); otra, el dique Piedra del Águila.

La construcción de la represa El Chocón fue llamada “la obra del siglo”, inaugurada en 1973. Todo el país hablaba de ella. “Uf, venían cantidad de artistas: Eduardo Falú, Mercedes Sosa, Los Quilla Huasi, Los cantores del Alba... Fíjese que vino hasta Joan Manuel Serrat. Es que éramos unos cinco mil trabajadores y hacía falta algo de entretenimiento”, nos contaba hace unos años Laureano Hurtado, que llegó un día de Mendoza para intentar cantar, pero se empleó en la obra, luego buscó a su familia y finalmente se quedó como habitante de Villa El Chocón.

“Fue un enorme trabajo en el que había que aguantar el frío y, sobre todo, el viento, que levantaba piedritas y hacía imposible trabajar. El día que echamos la última carga de cemento, aplaudíamos, gritábamos y hasta creo que algunos soltamos una lágrima”, recordaba.

El agua se presenta también como un mágico remanso milenario que estaba allí, entre las piedras, antes, mucho antes que la gente. Y que hoy funciona como un imán para atraer visitantes y tantos nuevos vecinos que sucumben ante la belleza del gran lienzo frente a los ojos y se demoran definitivamente allí.

San Martín de Los Andes (sobre el lago Lacar) y Villa La Angostura (sobre el Nahuel Huapi) son dos de esos escenarios privilegiados por la naturaleza y señalados por el turismo.

“Más allá de que uno sienta que tiene una increíble y profunda manera de belleza, este tipo de paisajes genera una energía muy particular. te hace muy bien, te genera paz para que seas mejor persona”.

Lo decía Carlos “Charly” Posadas, que un día de hace tantos años llegó desde Buenos Aires para ser guardaparque y, extasiado, se quedó en Villa La Angostura hasta tener un inmenso ventanal sobre el lago, como el de la hostería de la que se hizo encargado.

Además del agua, Neuquén tiene otros tesoros. El más potente es el del petróleo y el gas. Se lo descubrió por primera vez allí en Plaza Huincul en 1924; hoy, sobre una enorme parte de la provincia está el inmenso yacimiento de Vaca Muerta (que comparte con Mendoza, la Pampa y Río Negro), segundo en el mundo en recurso no convencional de gas, y cuarto en recurso no convencional de petróleo.

Entretanto, los días de la vida de Neuquén fluyen con el agua. La energía, el placer, el descanso, la fuente de la belleza del paisaje marcan el pulso líquido de Neuquén.

Y entre los sueños sencillamente cotidianos del agua, en Neuquén a veces capaz de florecer un campeón. Aquel adolescente Franco Balboa conmovería la historia de nuestro remo: en 2017, Sudáfrica, se consagró campeón mundial Sub-23 de maratón (primera medalla de oro del canotaje argentino en esta modalidad) y en octubre pasado, en China, logró la presea de bronce (también primera conseguida por un palista argentino en un Mundial Seniors).

Tanta fecundidad merece un momento de regocijo e inspiración. Como el de “Charly” Posadas en el instante señalado. “Si a la hora de la caída del sol te sentás y te dejás llevar por los colores y la placidez, la vida se vuelve bella, bella como el paisaje...”.

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