Mitología Argentina

21-05-2004

La frase que inaugura el primer tomo de “Los mitos de la historia argentina”  anticipa el contenido de la obra. “Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado”, decía George Orwell y retoma Felipe Pigna. Y en tan solo esta frase, el lector adivina la intención del libro: reconquistar la historia argentina para correrle los velos oficiales y descubrir las intenciones de  quienes habitaron estas tierras y soñaron su futuro.

Estas revelaciones son fruto de la labor de un autor apasionado por la historia y comprometido con su país.

-En torno a su libro, la pregunta es inevitable ¿Cuáles son los mitos de la Argentina?

-Los mitos son incontables. Un ejemplo: en la primera parte de este libro hablo del descubrimiento de América y ése el primer mito que encontramos. Yo lo llamo las “invasiones españolas”.

Por ejemplo, El “oro por baratijas”; esta idea de que los indios tenían que saber cuanto cotizaba el oro en la bolsa  de Amberes cuando el oro en la región del Caribe no tenía ningún valor en sí. Esta idea trata de hacernos creer que los indios eran una especie de tontos y por lo tanto merecían ser dominados por una raza superior. Luego, la encomienda tiene esta base jurídica: los indios son declarados seres humanos por las leyes de Burgos pero menores de edad, por lo tanto deben estar encomendados a un mayor que vendría a ser el español que aparentemente los va a cuidar. Otra cosa muy notable es el tema del hambre en Buenos Aires. Cuando Mendoza cuenta que los indios bloquearon Buenos Aires y se murieron de hambre los españoles, en realidad es totalmente al revés: cuando llega la gente de Mendoza, los querandíes les dan de comer durante 14 días y son muy maltratados, entonces se cansan el día 15  y ahí si llega el bloqueo. Pero la historia oficial omite estos 14 primeros días fundamentales donde se demuestra la buena voluntad de los querandíes, su buena disposición para los recién llegados y se invierte la historia míticamente poniendo la maldad en la gente que era dueña de la tierra, que fue invadida y  que a pesar de esto recibió bien a los españoles.

-¿Cómo repercuten esos mitos y otros que  ud. señala en el libro en la construcción de la Argentina? 

- Yo creo que hay una construcción falsa de la historia que también se traslada a la construcción política. En ese momento, se van construyendo las ideas del mito del conductor salvador que también tiene que ver con cierto pasado hispánico y aparece la figura del caudillo.  Hay una cosa que a mí me parece impresionante que es el tema de la corrupción. En el libro cuento la corrupción desde le siglo XVII, donde ya entonces hay una cooptación del poder político por parte de los grupos económicos privados. En este caso, hablo del contrabandista que se hace de poder en Buenos Aires -y por lo tanto en esta Gobernación y parte del Virreinato-  haciendo negocios a partir del Estado. Una cosa que lamentablemente va a  perdurar en la Argentina hasta el presente.

- En lo personal ¿Cómo es el trabajo del historiador?

- Bueno, es un trabajo que a mí me apasiona... no es un agobio y trato de dedicarle bastantes horas y a la vez no perder contacto con la realidad. Creo que el estímulo para mirar atrás en la historia es tratar de cambiar un poco el presente.

Cuando uno lee a Belgrano, a Moreno o  a Monteagudo va observando que ellos están desesperados para que a  la gente le sirvan sus pensamientos. Son historias que cuando vos las contás, la gente se aproxima a estos personajes  y las estatuas y los bronces se alejan. Nos han contado un San Martín al que nadie de nosotros puede ser igual... y yo creo que la idea es justamente lo contrario: un tipo débil, un tipo humano que cruzó los andes en camilla... y creo que estamos en condiciones de parecernos.

- Actualmente, ¿cómo recuperar este idealismo que estás delineando?

Yo creo que un idealista es un tipo que se levanta en la Argentina a las cuatro de la mañana para buscar trabajo de $300. Este tipo que dice: “me están tentando con la deshonestidad, pero yo quiero mirar a mis hijos a los ojos, voy a buscar trabajo,  voy a ser honesto y voy a mandar a mis pibes a la escuela pública”; ellos son próceres que en esta Argentina desgastada siguen apostando a la educación pública, al trabajo, a la honestidad cotidiana contra todo lo que se le ofrece.

- ¿Cree que la idea del “Ser Nacional” sirve para repensar lo que es el argentino hoy?

- Para mi esa noción no existe. Yo creo que en Argentina conviven muchos seres. Acá tenés a Massera y tenés al laburante y tenés víctimas del terrorismo de estado y tenés al desocupado y tenés al rico que se burla del desocupado... y esas personas no pueden convivir en un mismo ser. Son seres antagónicos.

Está Neustadt, está Grondona, estamos nosotros y no somos lo mismo ni queremos ser lo mismo. Por lo tanto, yo no creo en un Ser Nacional que nos  incluya a todos porque yo no quiero sentirme incluido con ninguno de estos señores, no me siento en el mismo aire ni en el mismo país con esta gente.

Para mí, es un pensamiento fascista donde esto parece un ente casi religioso. Esta afirmación no quita el nacionalismo bien entendido y la defensa de la patria;  lo que quiero decir es que la pretensión de un ser que engloba a los argentinos por encima de su situación económica, social e ideológica me parece un pensamiento totalitario.

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