La experimentación sonora a partir de la mezcla de ritmos latinos es el combustible que le da vida a “La Abuela Coca”. Estos montevideanos, que de gurises se la pasaron pegados a un reproductor escuchando las fórmulas que alguna vez iban a tener la oportunidad de combinar, reconocieron la señal de arranque cuando escucharon la aglomeración de rock latino que los franceses de Mano Negra salieron a mostrar por el mundo. Fue entonces cuando cada uno se acercó con su cúmulo de ideas para crear una nueva receta y entre todos preparar el tuco que hoy le da un sabor especial a esta agrupación.
“Cuando vos hacés un tuco vas mezclando lo que tenés a mano”, explica el trombonista Jorge Morón, y agrega que “la Abuela Coca funciona como una licuadora que mezcla los ingredientes que aportan cada una de las cabezas creativas”. Así fue que para 1995 la licuadora tuvo lista su primera especialidad: 11 platos servidos en formato de CD para delicia de los gourmets rockeros orientales.
La innovadora fusión de sonidos autóctonos de su Uruguay con el reggae, el ska, la salsa, el son cubano, el hip hop, todo matizado con la fuerza y la energía de la identidad rockera de sus integrantes, le fue dando popularidad a la agrupación que comenzó recorrer su país de punta a punta y a llamar la atención de artistas consagrados como Jaime Roos, quien no dudó en recomendarlos al gerente de la discográfica multinacional Sony Music.
“Después te explico”, fue la primera experiencia de La Abuela Coca con el respaldo de una empresa multinacional. Con Sony gozaron de la tranquilidad de dedicarse exclusivamente a la elaboración de un nuevo disco y de grabar en los estudios Panda de Buenos Aires bajo la lupa de productores y técnicos experimentados.
Pero trabajar con una multinacional también tiene su precio: “la compañía al estar poniendo dinero pretende todo el tiempo que tengas un hit... a nosotros nos decían: queremos un Matador, danos un Matador ” recuerda Morón, haciendo referencia al saturado éxito de los Fabulosos Cadillacs que por aquella época se vendía como el Mambrú de nuestros días.
Hoy por hoy, La Abuela Coca retomó el desafío de encarar su propio camino, grabaron el disco “El ritmo del barrio” con la libertad creativa que representa una producción independiente, y con su propio esfuerzo decidieron cruzar el río para venir a mostrarse a la Argentina. Por estas tierras, donde el rock en español se restringe al orgulloso apelativo de “Rock Nacional”, con un público de cultura futbolera que tiende a embanderarse a una banda en particular haciendo oídos sordos a sonidos foráneos, a estos yoruguas de pura cepa no les fue tan mal.
Con un par de presentaciones en Córdoba, llegaron al Cosquín Rock, logrando una digna presentación y compartiendo escenario con Vicentico, Mimí Maura, Babasónicos, Fito Paéz y Charly García. Buenos Aires también disfrutó del ritmo del barrio charrúa, cuando se presentaron en Cemento junto a la banda mendocina Karamelo Santo.
“Al divorciarnos de la Sony volvimos a tener más libertad y es otro el encare, eso nos da una disposición diferente”, analiza el cantante Gonzalo Brown, que si bien reconoce que el hecho de que todo dependa de su propia voluntad y de su propio esfuerzo con el correr del tiempo se hace algo cansador, aún pueden vivir de su arte y tomar todas sus decisiones, manejar sus tiempos y disfrutar plenamente de su música.
Mientras la licuadora siga mezclando ingredientes y la Abuela Coca nos vuelva a invitar un tuco de su especialidad, seguiremos disfrutando de una manifestación artística pura y honesta, y de la convicción de que es posible llevar adelante un proyecto colectivo motorizado por el deseo de mostrarnos como somos, haciendo los que nos gusta y sabemos hacer bien.