Masas sin ficciones, ficciones sin masas

13-03-2017

Cada año, Google presenta las tendencias de búsquedas principales a nivel mundial y en cada país. En la Argentina, la película por la que más se consultó fue “Gilda, no me arrepiento de este amor”, por encima de tanques hollywoodenses. También Gilda figura entre las primeras búsquedas musicales. En general, Google es un termómetro de los humores sociales y culturales que mide, con mayor precisión que muchas encuestas, el estado de ánimo y las preferencias de los diferentes grupos que integran la sociedad.

Con independencia del juicio estético acerca de la película protagonizada por Natalia Oreiro, su espectacular éxito que es reflejado también en las tendencias de Google que, en parte, confirman la pregnancia de temas, leyendas y personalidades ícono de la cultura popular y masiva (en 2015 una de las búsquedas más frecuentes fue el filme “El Clan”).

El cine y las industrias editorial y musical con mayor constancia aprovecharon sea a través de biografías, tributos, covers y ficciones la memoria de esos referentes masivos de la cultura (con propuestas muy diferentes, desde Tango Feroz a Gilda, pasando por Gatica). En cambio, la televisión y la radio en la Argentina fueron, mayormente, indiferentes a esa usina de historias adheridas a los gustos populares. En Brasil, en cambio, la televisión trabaja deliberadamente sobre ellos.

Cierto es que a nivel documental (Bonavena como ejemplo) hay desarrollos audiovisuales que pivotean sobre íconos populares. Incluso podría arriesgarse que los homenajes nocturnos de Crónica TV con músicos altamente masivos constituyen un eslabón de la misma cadena, a su modo. Pero hay poca ficción a partir de historias que fueron (en algunos casos, son) extraordinarias y de enorme reconocimiento público. Cuando la ficción es ensayada por la tv, el cine o la radio, rinde muy buenos frutos en términos de audiencia

Esta curiosa vacancia fue percibida como oportunidad por la industria audiovisual que se encuentra en rodaje de sendas series, que alternan el registro biográfico con la ficción, sobre Gilda y Sandro. En la vida y la obra de ellos, como de tantos otros representantes de la cultura masiva y popular, hay elementos de sobra (tanto en sus biografías completas como en pasajes y recortes temáticos o cronológicos) como para inspirar historias de interés en momentos en que la industria audiovisual acusa el impacto de una competencia inédita fruto de la globalización y de la fragmentación de las formas de recepción (sincrónicas, asincrónicas, en línea, descargadas).

La actual etapa histórica marca el desafío de otras pantallas que disputan (con bastante éxito) el interés del público en una suerte de carrera por la economía de la atención en la que sacar a relucir los bancos de imágenes y sonidos en buena parte construidos por estos personajes masivos con el cine, la tv y la radio equivaldría a mostrar una carta ganadora frente a la competencia de tecnologías digitales.

El beneficio de apelar a figuras como Sandro (como podrían ser tantos otros ídolos de la música, las artes, el deporte o la política) es que ahorran parte del gran esfuerzo que supone tramar historias originales que, en la televisión, en algunos casos son logradas pero en otros resultan repetitivas o parasitarias de un primer gran éxito y terminan cansando el gusto del público.

La conexión emocional con las audiencias y con su memoria cultural, que es siempre un objetivo crítico de cualquier obra de ficción, en parte ya está sorteado gracias a la empatía del personaje (o los personajes) evocados, su música, su poesía, su carisma, su talento. Esa evocación establece una empatía que de otro modo es laborioso construir. La recreación de este vínculo puede proporcionar nueva vitalidad a aquel vínculo social que fue la televisión y que en el presente muta en dispositivos móviles y fijos y en rutinas dispersas que tienen en común el creciente interés por las narraciones audiovisuales, como comprueba ese preciso termómetro que es el buscador de Google.

2017, Mayo

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