Llegados a la reserva provincial Laguna Brava, al noroeste de la provincia de La Rioja (y a 450 kilómetros de su capital), se siente que es un lugar para entrar en contacto con lo silvestre y alejarse de todo. La aventura tienta con unas vacaciones distintas entre montañas, flamencos y refugios para volver a casa renovados.
En el trayecto, el silencio de la naturaleza envuelve de a ratos a los grupos de viajeros. En otros momentos, las charlas se dan con ánimo para comentar escenas tan distintas a las de la vida cotidiana como parar en un refugio de piedra construido hace más de 100 años, admirar montículos de hielo que se mantienen de pie aún con el sol del verano o descubrir ruinas antiguas de la civilización incaica.
A lo largo del día, la luz del sol hace mutar la postal, se cruzan pequeños cursos de agua, y las excursiones en 4x4 dejan sentir la adrenalina de los senderos. Los corazones laten cada vez más fuerte cuando se está por llegar: en un punto, a lo lejos, se divisa la laguna Brava que, con su color turquesa brillando en medio del paisaje desértico, parece más un sueño que una postal real.
Estando a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, el lugar regala su mística. Jugar a contar vicuñas bajo el sol riojano (también hay patos, cauquenes y becasinas), o no poder dejar de admirar los cerros, volcanes, picos nevados y hasta géiseres que enmarcan la travesía: todo es válido. Estar solos en medio de la inmensidad conecta con otro lado de la existencia, y las recompensas son muchas: hay colores que sorprenden, hay flamencos rosados sobrevolando la laguna (fue declarada sitio Ramsar y por la zona vuelan cientos de especies de aves) y, sobre todo, la sensación de haber recorrido un largo camino para ser testigos de un tesoro escondido.
Una posibilidad para visitar la reserva es partir desde la localidad de Vinchina, desde La Rioja o Chilecito en excursiones de 3 a 7 días. Los guías especializados acompañan el recorrido, en el que los exploradores y curiosos encuentran motivos de sobra para vivir unas vacaciones felices, intercalando el ritmo de las aventuras con las pausas para la contemplación de la naturaleza. Es sólo cuestión de encontrar el punto ideal para cada uno y, entonces sí, entregarse al disfrute en suelos riojanos.
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