Las situaciones que se denominan crisis económicas son identificadas con el comportamiento de distintas variables y fenómenos. Un período de crisis se instala como situación concreta y es aceptado por los distintos actores de la economía cuando se refleja en la caída prolongada y sostenida de dos de las principales variables que se relacionan con el nivel de actividad general: el producto bruto interno y el nivel de empleo.
Caída en la cantidad de ventas (que no es otra cosa que no preveer que el nivel de producción excede al que absorberá el mercado); burbujas especulativas que distorsionan precios; cambios en el contexto de obtención de insumos; cambios en la relación con distintos actores que se desenvuelven o inciden en la rama productiva; cambios en el contexto, dinámica y cohesión de la organización social de la producción; son tendencias que al prolongarse nos sitúan en procesos de crisis. Por esta misma razón son, al interior de las unidades productoras y, en general, de toda entidad que se desenvuelve en el sistema, hechos y “señales” que ameritan la generación de información como herramienta para una correcta planificación y toma de decisiones que procuren el mejor resultado para las entidades (en el cumplimiento de sus objetivos como en la forma, también en la robustez para perpetuarse en el tiempo).
El aspecto central en ello, que muchas veces se pasa por alto accidental o intencionalmente, es el rol que tiene la información, o la falta de ella, a la hora de anticipar o describir los fenómenos. La centralidad de la información como herramienta para una oportuna conceptualización de la situación pone en consideración no sólo cuestiones referidas a su falta o a la calidad necesaria para un correcto análisis del contexto, también pone de manifiesto desde dónde se genera la misma o quiénes son los agentes que tienen acceso a ella.
Ante el papel central que tiene la información en procesos de crisis, cabe preguntarse dónde reside el principal cuello de botella en su obtención y utilización, si la información no se genera con la calidad necesaria o si el problema reside en su disponibilidad para buena parte de los distintos agentes que participan en la producción. Cualquiera de las dos situaciones amerita un planteo común, la imposibilidad del sistema en torcer esta situación de manera consecuente con su desenvolvimiento bajo las formas de organización más extendidas (tipificándolas bajo su máximo exponente: la Sociedad Anónima).
Frente a esto, podemos situarnos en formas alternativas de organización social, y en particular, la que desarrolla la Economía Social y sus principales determinaciones: la gestión democrática y no finalidad de lucro. La misma puede ser superadora del nivel actual de información.
Entidades de base democrática con una amplia apertura en los mecanismos decisorios tienen en el centro de su desarrollo un rol protagónico para la información. De la disponibilidad y calidad de la información para una amplia cantidad de asociados, dependerá que la toma de decisiones sea correcta (en términos de que esas decisiones sean consecuentes con el cumplimiento del objeto social de la manera más eficiente posible). En forma opuesta, una decisión democrática del conjunto sin los elementos necesarios de análisis puede conducir a resultados que sean perjudiciales para los intereses del colectivo. Con la conciencia de esta condición, es el conjunto de asociados quienes por los propios mecanismos internos de decisión, instauran la necesidad de su generación en la calidad que el conjunto demanda utilizar.
Por otro lado, la no finalidad de lucro, demandará para la evaluación del objeto social, información cuantitativa y cualitativamente distinta. En cantidad, por no evaluar sólo el interés en que el resultado financiero sea positivo. En cualidad, por necesitar de otros tipos de medición (con distintas unidades de medida, procedimientos, fuentes de información, etc.) para dimensionar los aspectos sociales que se tienen por objetivo. Herramientas como un balance social, tanto en la actividad ejercida como en su impacto en la comunidad, o el acercamiento a la medición del correcto funcionamiento y buena gobernanza de las entidades, son algunas de las necesidades de información que aparecen y se instalan hoy en muchas entidades cooperativas, y que encuentran correlato también en otras entidades de la economía social, siendo tan válida la necesidad y mecanismos de generación de esta información para mutuales y asociaciones civiles.
La generación de información en tiempo y forma es condición necesaria para el mejor funcionamiento de toda entidad y su supervivencia en períodos de crisis, las entidades de la economía social tienen la posibilidad de encauzar de forma interna e institucionalizada ese requerimiento por una porción mayor de la población y, en concreto, de todos los asociados en igualdad de condiciones, con el consecuente potencial en la cantidad y tipo de información que se genera. La participación horizontal puede y debe ser la clave para un diálogo interno que encuentre los mecanismos para generar la información necesaria, y faltante hoy, para una mejor contextualización y planificación de los procesos económicos, de forma de resolver estructuralmente las causas de los períodos de crisis.