La puerta al país de los bosques

16-07-2019

Matías Cerutti | Viajero, cronista y narrador

“Hermosos, seculares algarrobos, caldenes, chañares, espinillos, bajo cuya sombra inaccesible a los rayos del sol crece frondosa y fresca la verdosa gramilla, constituyen estos montes...”

Las esbeltas palmeras, empinándose como fantasmas en la noche umbría: la vegetación pujante renovándose siempre por la humedad; los naranjeros, que por doquier brindan su dorada fruta; las enmarañadas enredaderas, vistiendo los árboles más encumbrados hasta la cima y sus flores inmortales todo el año: fresco musgo tapizando los robustos troncos; el liquen pegajoso, que con el rocío matinal brilla, como esmaltado de piedras preciosas: las espadañas, que se columpian graciosas, agitando al viento sus blancos y sedosos penachos; las flores del aire, que viven de las auras purísimas, embalsamando la atmósfera, ... las aves pintadas de mil colores, cantando alegres a todas horas; los abigarrados reptiles serpenteando en todas direcciones: los millones de insectos que murmuran en incesante coro diurno y nocturno; el agua siempre abundante para consuelo del sediento viajero y tantas, tantas otras cosas que revelan la eternal grandeza de Dios”.

Así describía Lucio Victorio Mansilla, en su obra Una Expedición a los Indios Ranqueles, a esta zona ubicada al oeste de la actual localidad de Villa Huidobro. En 1870 el coronel Mansilla había llegado hasta este lugar, donde comenzaba la tierra que los ranqueles llamaban Mamull Mapu, país de los bosques. Su misión consistía en sellar un tratado de paz con los caciques para que las tierras pasaran a ser propiedad del Estado argentino. Para eso debió atravesar las fronteras de Río Cuarto e introducirse tierra adentro, donde entabló una relación con los ranqueles que, si bien no lo hizo abandonar sus mezquinas intenciones patrióticas, lo indujo a reconocer que en más de un asunto las costumbres de estos eran más humanas que las de los supuestos pueblos civilizados.

El tratado firmado por Mansilla por orden del presidente Domingo Faustino Sarmiento con Mariano Rosas, Baigorrita y Ramón Cabral, no fue tratado en el Congreso argentino y quedó sin efecto en 1871 cuando el teniente coronel Antonino Baigorria atacó Leubucó, sede principal del pueblo ranquel.

Según un estudio realizado por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, estos bosques que describía Mansilla ocupaban 3 millones de hectáreas en el sur de la provincia de Córdoba, en la actualidad quedan menos de 70.000.

"Otra excursión a los indios ranqueles", docuficción basado en el libro de Lucio V. Mansilla (UNRC, UNLP, UNC)

Crónica de la devastación

La introducción de la ganadería en la zona del bosque data de alrededor de 1880. Los registros estadísticos indican que el mayor número de cabezas fue de ovinos por más de 30 años, para luego ser reemplazados por bovinos en una actividad ganadera de cría que aún continúa.

Esta economía estaba en función del mercado internacional, estilo de desarrollo adoptado por nuestro país en la etapa denominada modelo agroexportador. Los primeros en descubrir el valor del caldenal fueron los ingleses, con la introducción de la red ferroviaria hacia fines de la década de 1880. Cuando se cortó el suministro de carbón inglés durante la Primera Guerra Mundial, fue utilizado para proveer a las locomotoras, con un uso totalmente irracional, se cortaba todo sin selección en función a los precios muy altos que la empresa pagaba. Esta explotación, carente de control por parte del Estado, comenzó a disminuir cuando se regularizó el mercado del carbón, alcanzando su punto más bajo en la década de 1930, coincidiendo con la crisis mundial.

La Segunda Guerra Mundial marcó la etapa de explotación con el fin de la fabricación de parquet. Se seleccionaba lo que se cortaba, se instalaron aserraderos y crecieron poblados. Pero el mal manejo hizo que fuera necesario explotar más lejos en busca de mejores ejemplares, razón por la que aumentaron los fletes, entonces cerraron los aserraderos, se perdieron puestos de trabajo y paulatinamente fueron desapareciendo algunos pueblos.

Otro factor que ha afectado la conservación de los bosques fue la introducción de especies de fauna exótica, principalmente el jabalí o la liebre europea que compiten con las autóctonas, desplazándolas o alterando el equilibrio del ecosistema.

A partir de las últimas décadas del siglo pasado el avance de la frontera agrícola, debido especialmente a la irrupción de la soja en el mercado internacional, crea una presión de desmonte que atenta seriamente contra el caldenal. Ante esta situación en 2003 se crea el Corredor Biogeográfico del Caldén, un área de protección que intenta evitar la desaparición de esa especie vegetal, endémica de la Argentina.

El ángel vigía

A pesar de su declaración como área protegida, la agresión hacia el caldenal no cesó. En varias oportunidades se pudo comprobar el intento de avance de la frontera agropecuaria utilizando diferentes estrategias de desmonte como incendios intencionales, el uso de topadoras y el envenenamiento químico.

La ONG Mamull Mapu surgió en Villa Huidobro ante la necesidad de ejercer un control ciudadano y concientizar acerca de la importancia de evitar la desaparición de los bosques nativos de caldén. Ignacio Castro, periodista del diario El Puntal y miembro de Mamull Mapu, prepara un material que espera ser editado en forma de libro a fines de este año. Se trata de una recopilación de material informativo de las intervenciones que se han hecho en el Corredor del Caldén durante los últimos 20 años. “El área protegida abarca unas 665.000 hectáreas para las cuales hay solamente un guardaparque”, explica Castro, resaltando la importancia de la labor de la ONG, que fue clave para sembrar la concientización acerca de la preservación del bosque nativo.

En 2005, a dos años de creado el Corredor, se detectó un desmonte de 800 hectáreas con topadora en la estancia El Cuero. Este hecho derivó en una importante reacción de los vecinos de la zona que se movilizaron en defensa del caldenal. En este contexto nació Mamull Mapu con dos o tres personas en Villa Huidobro, ahora cuenta con 30 miembros que viven en diferentes localidades de la zona.

El Corredor Biogeográfico está emplazado en tierras de propiedad privada. A fin de acordar mecanismos de protección, la provincia creó un modelo de convenio entre propietario y Estado. El único acuerdo existente se concretó con la Estancia Ralicó, de 15.000 hectáreas, 11.500 de ellas de caldén: 6.000 hectáreas con régimen de intangibilidad y 5.500 de uso regulado. “Allí está la parte más pura de conservación del bosque nativo de caldén, donde se encuentran las especies que ya no se pueden ver en otro lado”, destaca Ignacio.

Estudios y alternativas

En estos bosques del sur de la provincia de Córdoba, docentes de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) están llevando adelante relevamientos y formulando proyectos para el uso y conservación de esos espacios.

Según la Comisión Técnica de Bosques Nativos de Córdoba, conformada por el Rectorado e integrada por representantes de las cinco facultades, los bosques del sur de Córdoba se encuentran en pleno retroceso debido al avance de la agricultura, la urbanización, las quemas reiteradas y el manejo inadecuado de los bosques que aún quedan en pie. Las consecuencias ambientales de su disminución serían irreversibles y su reducción repercutiría profundamente en el desarrollo social y económico de la región.

Los catedráticos advierten que la desaparición de los bosques en Argentina acelera el cambio climático, generando un contexto desfavorable que altera la producción agrícola, empeora el acceso al agua potable o exacerba los climas extremos, repercutiendo en la economía y el bienestar de sus habitantes.

Uno de los estudios realizados por la UNRC en la Estancia Ralicó reveló que en el bosque de caldén crecen unas 180 especies distribuidas en 46 familias. Allí hay 17 especies endémicas, 59 plantas medicinales y ocho plantas tóxicas. Para preservar esta diversidad, evitar inundaciones y otras catástrofes asociadas a la devastación del monte, los docentes universitarios proponen un plan que mantenga a perpetuidad el corredor. Aseguran que, sin destruir el bosque nativo, es posible duplicar el flujo económico, disminuir hasta en un 50 por ciento las pérdidas de agua por escorrentía -que circula sobre el terreno- y duplicar o triplicar la generación de empleo.

“Existe un potencial de desarrollo y una amplia posibilidad de alinear las expectativas de los agricultores y la comunidad en el Corredor Biogeográfico del Caldén a través de un plan territorial rural con visiones consensuadas, aunque requieren una mayor responsabilidad empresarial y un desempeño político institucional proactivo más exigente, que involucre a la comunidad local e incorpore la innovación productiva integrada a las políticas ambientales en una visión que induzca y motive su adopción por parte de los productores empresariales y familiares”, afirma el ingeniero José Plevich, docente de Dasonomía y Ecofisiología de la Producción Vegetal de la Facultad de Agronomía y Veterinaria.

Un siglo y medio después de la masacre de la Conquista del Desierto, mientras nos preguntamos por qué no se cumplieron los tratados de paz y no fuimos capaces de entablar un diálogo cultural que priorizara la tolerancia y la diversidad, nos encontramos al límite de la perversidad de un sistema que amenaza con dar el golpe final para concretar el ecocidio; la verdadera conquista del “desierto”. En Villa Huidobro, o Cañada Verde como prefieren llamarla sus pobladores, se fortalece la resistencia sembrada por los pioneros de Mamull Mapu y propagada por las escuelas e instituciones de la zona que difunden y enseñan la importancia y el orgullo de cuidar los montes de caldenes, de vivir en la puerta del País de los Bosques.

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