La noticia rebelde

19-02-2019

Martín Becerra | Profesor e Investigador UBA, UNQ y Conicet

La disminución del rating de los canales de TV abierta, en simultáneo con la reconversión del modelo de ingresos publicitarios con el que se financiaron los medios tradicionales de comunicación (prensa, radio, TV), se vive de forma convulsa en la industria audiovisual. La fórmula del ajuste de presupuesto destinado a producciones propias, así como la reducción de contrataciones (tanto de figuras del star system como de trabajadores más anónimos) se combina con una revisión cada vez más profunda del método de medición de la audiencia y con la redefinición del contenido de los programas más distintivos, que son aquellos que le aportan una identidad a la TV que aún no encuentra un reemplazo completo en otras plataformas.

Si se analiza la economía del sector, la TV abierta acusa con menor virulencia la fuga de ingresos publicitarios en comparación con la radio y la prensa, que sufren de modo más directo la transferencia de la publicidad hacia Internet. Sin embargo, las tres industrias visitan cada vez con más frecuencia los despachos de gobernantes (nacionales, provinciales y municipales) para solicitar medidas de alivio de las cargas impositivas, apoyos oficiales más nítidos a la producción de contenidos informativos e incluso, en algunos casos, acuden para denunciar competencia desleal por parte de los grandes conglomerados globales de Internet que capturan porciones cada día mayores de la renta publicitaria sin que, en algunos casos, siquiera tributen en el país.

En paralelo, la decisión primero de Telefé (Grupo Viacom) y luego de América TV (Grupo América, de Vila y Manzano) de no utilizar más el sistema de medición del rating “minuto a minuto” después de 12 años habla no solamente de las limitaciones metodológicas de dicho servicio, que en la Argentina sólo presta Kantar Ibope, sino también de que su precio no justifica, para grandes redes y canales, la ecuación precio-beneficio en un momento en que las audiencias acceden a la programación tanto a través de las emisiones en directo, como por la reposición de segmentos de los contenidos vía redes sociales o plataformas de video.

Hasta ahora, el streaming y el acceso de contenidos “a demanda” o compartidos en redes sociales y plataformas de comunicación (como WhastApp) son consumos subestimados por las empresas de televisión, pese a su creciente masividad. En consecuencia, la toma de decisiones sobre la pantalla sigue teniendo como anclaje principal el viejo rating de televisores encendidos en el momento de la transmisión tradicional, lo que es complementado por la intuición y el análisis de tendencias sociales de los productores y programadores de los canales de TV.

El resultado de esa combinación entre tendencias sociales, línea editorial, rating a la vieja usanza y presiones estructurales de la economía de una industria que no halla una receta eficaz para adaptarse a los nuevos tiempos, puede observarse en la mutación de los noticieros, que son un espacio de melodramatización cada vez más pronunciada. Con una estética que busca conectar emocionalmente a la audiencia, los noticieros televisivos incorporaron música, elementos ficcionales que producen empatía, zócalos llamativos e inflexiones del registro oral de la voz en off para acompañar la transformación de los consumos.

Los informes anuales que produjo la Defensoría del Público Audiovisual así como el análisis del proyecto “De la propiedad a la recepción. Estudio integral del circuito productivo de las noticias sobre delito e inseguridad en los noticieros televisivos de mayor audiencia de la Argentina”, financiado por el Conicet, la Defensoría del Público Audiovisual y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, caracterizan con mayor detalle la metamorfosis de las rutinas informativas en la TV abierta, donde hay predominancia de piezas policiales, de delito e inseguridad y donde el 50 por ciento de las noticias carecen de fuente. El género se asemeja a un híbrido entre periodismo y melodrama audiovisual y se rebela ante el manual de noticiero televisivo como respuesta de una industria a la intemperie.

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