La incertidumbre económica, un padecimiento de época

31-07-2018

Por Luz Saint Phat | Periodista

“Cualquiera que construyó un imperio o cambió el mundo se sentó justo donde usted está en este momento y, porque estuvieron ahí, pudieron hacerlo. Esa es la verdad”. Esta una de las frases preferidas de Ryan Bingham, el personaje principal de la película Up in the Air, film que por estos días repone Fox Premium.

Bingham es un hombre sobre adaptado a su época. Lleva una vida con escasos bienes materiales y afectos, haciendo gala de ello en sus conferencias motivacionales. En un contexto de profunda recesión, luego de la gran debacle económica estadounidense de 2008, el trabajo de este ejecutivo consiste en despedir empleados de distintas empresas del país del norte. Son los detalles los que convierten a esta película en una postal dramática de cómo las personas vivencian las épocas difíciles.

Ryan es un estadounidense promedio, pero también podría ser argentino o de cualquier otra parte del mundo. Vale señalar que, específicamente, nuestro país también tiene su propio historial de crisis. En los últimos 40 años se sucedieron al menos cuatro situaciones que enfrentaron a la población a profundas carencias: desde el crecimiento exponencial de la deuda externa durante la última Dictadura militar, pasando por la hiperinflación de finales de los '80. En tanto hoy, la devaluación por la corrida del dólar, las negociaciones encaradas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el anuncio de reducción del déficit fiscal ponen a los ciudadanos en alerta.

Lo cierto es que más allá de las particularidades que asumen los vaivenes en materia económica en cada nación, los efectos que tienen los derrumbes del sistema son globales. Producción en baja, pérdida de puestos de trabajo, cortes en la cadena de pagos, toma de deuda pública y endeudamiento de las familias son características comunes.

La psicología brinda algunos aportes para comprender las consecuencias subjetivas que estas situaciones tienen en las personas y también ofrece herramientas para que los más afectados puedan desarrollar nuevos recursos y confrontar un escenario negativo.

“En los modos de producción anteriores al capitalismo, las crisis se producían sobre todo por causas naturales. Una helada o una sequía por ejemplo condenaban al hambre y a la muerte a una población”, explica Adriana Marcela Schapira, licenciada en psicología, especialista en el área clínica y delegada por el departamento Capital del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba.

Mientras, “en la vida económica contemporánea, el estallido de crisis económicas y financieras aterroriza. La desocupación, el quiebre de empresas, el desmantelamiento del Estado, la caída abrupta del poder adquisitivo de la población provienen ya no de fuerzas de la naturaleza sino de causas intrínsecas a la propia organización social”, dice.

“La concentración y la monopolización generan cada vez más competencia entre corporaciones y estados y es el caldo de cultivo de la rivalidad comercial y de las guerras. La incertidumbre alcanza no sólo a los trabajadores menos calificados sino también a los más capacitados. La educación es cada vez menos una garantía de acceso a un empleo y de movilidad social”, precisa la especialista.

“Es una policrisis: es política, social, humana y global. Hunde a millones de seres humanos en la pobreza, pasando por la exclusión hasta llegar a la marginación social, produciendo desesperación, incertidumbre, indignación, impotencia, resignación y desesperanza”, asegura.

Efectos y elaboraciones posibles

En este contexto, se presentan distintos padecimientos. Por un lado, explica Schapira, el sujeto puede refugiarse en un “estado narcisista primitivo” donde prima el “egoísmo por sobre los ideales éticos y la preocupación por el semejante”, como bien lo encarna Bingham en Up on the Air. “Muchos ciudadanos se aíslan o se desensibilizan ante el sufrimiento ajeno en un verdadero sálvese quien pueda”, detalla. También, ante la angustia, se desarrollan mecanismos de defensa como la negación. Además, aparecen padecimientos como los estados depresivos, la pérdida de autoestima o la tendencia a la evasión mediante las adicciones.

No obstante, en un panorama que puede resultar muy oscuro para quienes transitan situaciones no deseadas, pueden surgir las potencialidades que permiten sortear los obstáculos que se imponen. No se trata aquí de recurrir a frases hechas -como la que repite una y otra vez el protagonista del film- sino de encontrar nuevos caminos para reconstruir el tejido social y apostar al fortalecimiento psíquico.

“Cada sujeto tiene distintas posibilidades de vérselas con estas cuestiones y con estos padecimientos. Estas alternativas dependen de los procesos de elaboración que se realicen, ya sea en una terapia individual o en instancias grupales”, dice Schapira. “Agremiarse con otros para poder tramitar soluciones, pensar colectivamente, elaborar la situación dolorosa, encontrar salidas y construir opciones es una instancia muy saludable y preserva el lazo social. En este sentido, muchas cooperativas -por ejemplo- se han formado cuando una empresa ha quebrado y los trabajadores han podido salvar su proyecto y hasta, a veces, mejorarlo”, ejemplifica.

Además, la pérdida de un trabajo o el cierre de un emprendimiento propio pueden ser oportunidades para “redescubrir alguna vocación que estaba dejada de lado o desarrollar alguna habilidad o aptitud. Siempre cada sujeto sorprende desde sus posibilidades”, asegura la psicóloga.

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