La grieta del fútbol

06-12-2016

Martes 8 de marzo de 1983. Hotel Arena de Barcelona. Carlos Salvador Bilardo, nuevo entrenador del seleccionado, viaja a Barcelona para decirle a Diego Maradona que sería su capitán -en lugar de Daniel Passarella- y se reúne con César Luis Menotti, su antecesor y quien dirigía a Diego donde hoy Luis Enrique disfruta a Messi. Fue la última vez que el Narigón y el Flaco charlaron cara a cara. La vez siguiente que se vieron, sostiene la leyenda, casi se agarran a trompadas en un baño de un estadio alemán durante el Mundial 2006.

Los meses siguientes a aquel encuentro en aquel hotel fueron el principio del fin de una relación que nunca fue tal. Que Bilardo la haya preguntado por Tarantini, el Loco Gatti y Enzo Trossero, que Menotti haya elogiado a los dos primeros y que finalmente el Narigón haya convocado en su primera lista sólo al último pudo ser un desencuentro y hasta una provocación. A Carlos no le gustó que César revelara contenidos de aquel encuentro y después de una entrevista que Menotti le dio a Clarín, estalló. No pudo dormir una noche a pesar de tomarse una dosis doble de Lexotanil. No soportó, puntualmente, que el César le achacara haber conocido a los jugadores en un avión y perder un partido con el Valladolid de España. Por eso, en la mañana del 7 de junio, rompió algo más que el hielo del invierno y les avisó a sus jugadores, en plena cancha de la Federación de Empleados de Comercio de Ezeiza, que no estaba dispuesto a tolerar más ataques de nadie, que nunca había criticado "al anterior entrenador", que no se iba a callar más y que iba a responder golpe por golpe. Y así fue: no perdió tiempo.

Ese mediodía, descargó broncas recientes y rencillas pasadas. "Cuando asumí, sólo encontré un escritorio y una silla. No había carpetas de jugadores, calendario internacional, contactos, no había nada. Y se venía de grandes fracasos"... "Es muy lindo hablar de un fútbol y después hacer lo contrario. En Argentina 78 podían haber jugado de 10 varios jugadores como Alonso, Maradona, Bochini y Patricio Hernández. Sin embargo, jugó Kempes, que hasta un tiempo antes no estaba en los planes. Como Fillol. Ese Mundial se ganó haciendo el fútbol que el técnico decía que no servía para nada. Esto es lo que llamo pregonar una cosa y después hacer otra"... "Es fácil hablar desde afuera. El que quiera volver que vuelva y hable desde aquí. Además, no entiendo a los que se titulan hombres de izquierda y andan a los abrazos con los militares"... "El técnico anterior habla mal de Sofovich, de Sapag, de Palito Ortega. Siempre tiene un problema con alguien. Este país necesita que se hable menos y se trabaje más. Estamos cansados del verso". Con ese discurso tan Carlos Salvador, desordenado pero contundente, descerrajó la grieta. "Es la reacción de una mujer embarazada, con el perdón a todas las mujeres embarazadas", fue la no tan sutil respuesta de Menotti, cuyo discurso -no sólo el discurso- está en las antípodas.

El impactante título mundial en México, tres años después de la ruptura pública, alimentó definitivamente la distancia entre estos polos y esparció por el fútbol argentino dos sustantivos que fueron bandera: menottismo y bilardismo dividieron dos maneras de sentir, analizar, planificar y jugar -de eso se trata, al fin de cuentas- el deporte madre desde La Quiaca hasta Ushuaia. Nadie que viviera del fútbol, trabajara del fútbol o respirara fútbol estuvo exento. Las esquirlas salpicaron a todos.

Dos escuelas que hoy se mantienen pero que fueron sacudidas por matices y por la irrupción de nuevos entrenadores. Tal vez Marcelo Bielsa sea una mezcla bastante precisa de ambos: por esa ambición ofensiva y por la planificación a ultranza. Ya no se les pregunta a los Gallardo o a los Barros Schelotto si son menottistas o bilardistas ni ningún técnico se ve en la obligación de explicarlo. Eso no impide, claro, que los mellizos que dirigen a Boca y Diego Cocca -campeón con Racing en el 2014- compartan hasta un cumpleaños con el Flaco. Tampoco que Alejandro Sabella, el hombre que estuvo demasiado cerca de imitar a Menotti y Bilardo en Brasil 2014, haya mamado el legado de Zubeldía.

"El Estudiantes que dirigió Zubeldía retrasó la evolución del fútbol argentino al menos 10 años", dijo alguna vez Menotti, antes del 83, como otra frase fundacional de esta disputa. "El fútbol profesional es ganar. Yo soy como Muhammad Ali: durante el partido no tengo amigos y al rival, si puedo lo piso y lo mato. El fair play es un invento de los británicos", aseveró alguna vez Bilardo. "Junto libros, no papeles, cuestión que a Bilardo le cuesta entender. Tengo acceso a todos los sectores pensantes del país y no creo que él puede decir lo mismo", arremetió César. "Si a mí me dicen que hay que acostarse a las seis de la mañana, entrenar a las cuatro de la tarde, no conocer al rival o no preparar jugadas, estoy en contra. Esto no es sólo vivir de la inspiración y lo que salga", afirmó Carlos. "El fútbol es tan generoso que sacó a Bilardo de la medicina", devolvió el Flaco. "Un médico tiene que estar concentrado 12 horas para que el paciente no se le muera: yo sólo les pido 90 minutos a mis jugadores", avisó Bilardo. "El 98 por ciento de los argentinos prefiere mi fútbol y no el suyo", cerró filas Menotti. "Todos los técnicos son bilardistas", contó Bilardo.

Son palabras que no se llevó ningún viento, dejaron una huella y engordaron la grieta. "Ya no existen el menottismo y el bilardismo. Hoy es otra historia, hasta el reglamento cambió desde que ellos dejaron de dirigir", advirtió Edgardo Bauza. Razones no le faltan al Patón, pero hay marcas que son indelebles. Hoy, después de estar vinculado a la Selección como coordinador -algo descoordinado, por cierto- hasta el Mundial de Brasil, Bilardo sigue con su programa de radio todas las noches. Hace poco, un proyecto que tuvo a Menotti como parte para entrenar a las selecciones juveniles argentinas fue desechado. Ayer nomás, el Flaco llegó a elogiar al "Estudiantes de Trobbiani, Sabella y Ponce" que dirigía el Narigón. Y el Narigón aceptó que "me gustó el Huracán del 73" que dirigió el Flaco.

De personalidades, ideologías y modos absolutamente contrastantes, nacieron con apenas meses de diferencia. Y si los unió la gloria, los separó el espanto...

Martín Eula

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