La gran Willy

13-02-2017

Era todavía un nene y la raqueta -Sarina Children, aún de madera- parecía más grande que él cuando le preguntó a Felipe Loccicero -su maestro original- la receta del éxito, si es que para el éxito hay alguna receta. La respuesta del hijo de Maruxa y José Roque resultó toda una declaración de principios. Un ejemplo para cualquiera que afronte cualquier actividad. Entrenar, trabajar, estudiar, prepararse... Es lógico que además debés tener condiciones naturales, pero las condiciones naturales por sí solas no te llevan de la mano al éxito.

Hoy, aquel nene tiene 64 años y espera su cuarto hijo, el primer varón. Hoy, aquel chiquito tozudo y talentoso se corre un poco de escena -no del todo porque sino no sería él-, agradece el histórico título de la Copa Davis que Del Potro y compañía consiguieron en Zagreb y revela que no aceptó la invitación de la Federación croata para ver la final porque los protagonistas eran otros. No es uno más: es el número uno.

Para los jóvenes argentinos que no lo vieron jugar y no conocen demasiado su historia, Willy ganó cuatro Grand Slam (Del Potro tiene uno), consiguió el mayor número de victorias en una temporada en el tenis profesional (130 en 1977) y la mayor cantidad de títulos en un año (16 en ese inolvidable 77): Federer, Djokovic, Nadal y Murray no ganaron tanto de enero a diciembre. Y no fue número uno del mundo por un sistema de puntuación que ya no existe.

Si se contara como hoy y si hubiera primado el sentido común, no había dudas. Asimismo, él se sintió número uno y lo dijo siempre.

La cantidad, esa especie de suntuosidad que alimentan los partidos ganados y los títulos, va de la mano con la calidad. Un estilo único, un talento de potrero, un físico privilegiado y trabajado, una técnica innata y depurada, una vincha que fue marca registrada y una zurda que lo dejó en el paraíso de los grandes deportistas argentinos de la historia al lado de Fangio, De Vicenzo, Monzón, Maradona y Ginóbili. Lugar al que Messi y el propio Del Potro van a terminar ingresando...

"Nunca estuve tan solo en mi vida que cuando fui el número uno en 1977. Era un cardo. Solo, solo... La gente puede pensar que fue un año espectacular, pero yo deseaba que terminara rápido", llegó a aceptar en un ambiente egoísta en el que, igualmente, necesitás algún sostén más allá de tus propias fortalezas. Connors, Borg, Lendl, Nastase, McEnroe y José Luis Clerc -entre tantos- no fueron sus únicos rivales. Tanta soledad en la toma de decisiones hace difícil generar un sentido de equipo y de allí llegaron diferencias insoslayables con Batata, profundizadas y expuestas como nunca en 1981, cuando ambos llevaron a la Argentina a su primera final de Copa Davis. Sin hablarse, exigieron hasta el último día a Estados Unidos pero perdieron en Cincinnati. Hoy, la relación es más adulta, han compartido exhibiciones (como el doble duelo previo a un Federer-Del Potro en Buenos Aires en 2012) y se fotografiaron juntos en Roland Garros.

El galán

Ganador, solitario ("vivíamos en una quinta en Mar del Plata y me asusté cuando empecé a ir al colegio y vi tanta gente", dijo alguna vez), exitoso, referencia ineludible, muchacho ya hombre de mundo y soltero. Nunca quiso hablar de su vida privada cuando fue más joven, pero mucho se supo. Gabriela Blondeau fue su primera novia famosa, y después llegaron la relacionista pública Sandra Bhoer, la Miss Mundo Mirtha Massa, la actriz Susana Romero y las modelos María Lina Gianetti y Michelle Tomazsewski, entre otras. Pero hubo un domingo de 1982 que lo llevó definitivamente a la tapa de los diarios del planeta. Aquel 11 de abril, en plena Guerra de Malvinas, ganó el Abierto de Mónaco (en una final electrizante ante Lendl) y a la noche fue a una fiesta a la disco Jimmy Z. Allí inició una relación con la princesa Carolina, con quien dos días después cenó en un restaurante chino en París, compartió días en una isla del océano Pacífico y vivió alrededor de cinco meses de un noviazgo que nunca fue aceptado por Rainiero y Grace, los padres de Carolina.

"Es la mujer la que decide todo, no uno... Ninguna de mis relaciones fue tan fuerte. Me encantan los chicos, aunque para tener los míos primero debo encontrar a la mujer que sea la madre, algo que no es fácil", diría.

El marido, el padre

Ya había entrado al Salón de la Fama, ya había vendido poemas suyos y se había dedicado a esa pasión que es la música. Disfrutaba de sus casas en Buenos Aires, París y Nueva York; de su club; de seguir jugando al tenis. El señor Willy tenía 47 cuando la Argentina del 2000 expulsó a tantos compratriotas. Decepcionado con el país, viajó a Tailandia y conoció a una jovencita de 17 que le dijo que era una buena persona. "Eso me desarmó porque toda mi vida quise ser una buena persona", contaría días antes de casarse con Phiangphathu Khumueang siete años después en el consulado tailandés en Buenos Aires y ya con una hija de 19 meses (Andanin). La luna de miel fue en París, sin la pequeña y viendo una nueva edición de Roland Garros (el argentino Mariano Puerta perdió la final con Rafa Nadal en aquella edición). Andanin tiene dos hermanas, Lalindao e Intila, y Guillermo Jr está en camino.

Andanin juega al tenis, es derecha, tiene fotos con los principales tenistas del mundo y ya debutó en el Buenos Aires Lawn Tennis Club.

El legado

Genio, galán, marido, padre, amigo de celebridades como los Rolling Stones, de vida nómade, tiene una estatua en el club Náutico de Mar el Plata, donde se construyó esta bestia que, entre otras cosas, dejó una jugada que aun hoy lleva su nombre. Inspirado en un aviso de whisky que hacía el polista Juan Carlos Harriot, llevó al tenis el backhander, ese golpe hacia atrás entre las patas del caballo en el polo. Guillermo Vilas, de él se trata esta historia, lo hizo por primera vez en un torneo de exhibición en Buenos Aires contra el francés Wanaro N'Godrella en 1974. Un año después, lo inauguró oficialmente en Indianápolis, frente al español Manuel Orantes. Corrió hacia el fondo de la cancha, de espaldas a la red, y golpeó la pelota con la raqueta entre sus piernas: hinchas, rivales, árbitros y analistas quedaron sorprendidos. Había nacido La Gran Willy.

Martín Eula

Fotos: Gentileza diario Olé

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