Dentro del campo de la economía social, las organizaciones cooperativas se caracterizan por ser portadoras de una racionalidad económica, es decir que deben gestionarse con una lógica que comprende una idea de eficacia, relacionada con la consecución de los objetivos que se propone la empresa y una idea de eficiencia,relacionada con una adecuada forma de utilización y compensación de los recursos que emplea.
El economista Luis Razeto (1994) enfatiza que dichas organizaciones deben crear valor, en términos de productos y servicios brindados, porque si se emplean ineficientemente recursos productivos vitales, se estaría obstaculizando la satisfacción de necesidades humanas prioritarias. Por otra parte, siendo ineficiente no sería posible atraer recursos económicos, ni personas que deseen integrarse a su proyecto, ni ofrecer bienes y servicios en condiciones aceptables o recibir un abordaje significativo en las políticas públicas.
Pero aclaremos que la eficiencia cooperativa no se entiende en los mismos términos que en la economía capitalista, donde una empresa es más eficiente cuando más rentabilidad obtiene sobre el capital invertido. Esto último es una consecuencia obvia del hecho de que los poseedores del capital son quienes definen los objetivos de la empresa, mientras los otros aportes o factores productivos (el trabajo, la gestión, la tecnología) son contratados por el capital en forma instrumental y se subordinan a su lógica. Para ello las empresas capitalistas se organizan en una estructura jerárquica y retribuyen a los diferentes factores contratados en un nivel que garantice su rendimiento y aporte al proceso productivo.
En cambio, en las cooperativas, los objetivos son definidos por un colectivo que busca cooperar para producir bienes o servicios que satisfagan las necesidades de los asociados. Este colectivo coopera en una estructura empresarial, que si bien tiene una dirigencia, se elige en forma democrática y participativa. Por todo esto, el buen uso de los recursos en las cooperativas debe asumirse como responsabilidad porque los asociados depositan en los dirigentes toda su confianza en lo que respecta a una óptima gestión de los activos.
En esta lógica, el trabajo, la gestión, el aporte de medios materiales y simbólicos no son convocados en forma instrumental, sino que se busca integrarlos en función de los objetivos de bien común que persigue la empresa.
Además, para garantizar la participación es necesario diseñar dispositivos y mecanismos que no la hagan depender solamente de la buena voluntad de los dirigentes, sino que formen parte del modelo de gestión de la organización, siendo esto uno de los principales desafíos, que evidencian que la realización de una gestión eficiente y solidaria es una construcción.
Pero ¿Qué es un modelo de gestión? Es un esquema o marco de referencia construido a partir de los principios, ideas, conceptos y herramientas generales que hacen a la identidad de una organización y que le permiten desempeñar las acciones necesarias para poder alcanzar sus objetivos.
De acuerdo con el análisis de Peter Davis (2005), en una organización conducida por una gestión cooperativista se debe buscar una retribución justa de los aportes invertidos para todas las partes interesadas, es decir la compensación para todos los factores productivos que participan de la organización y que lo hacen predominantemente en una relación de horizontalidad.
Por ejemplo, en el caso de una cooperativa de servicios de salud, la búsqueda se orienta a mejorar la calidad de vida de los participantes, incluyendo a los asociados que financian la actividad y que la dirigen a través de sus representantes, el personal profesional y de apoyo, que aporta su trabajo especializado, los expertos que aportan tecnología y creatividad a los procesos, y el colectivo en su conjunto que aporta su energía cooperativa para realizar los fines de la institución. Los trabajadores, ya sean asociados directos o empleados de la institución tenderán a identificarse con una organización que trabaje a favor de los valores e intereses de la comunidad, porque en muchos casos forman parte de aquella.
Por último, si consideramos las particularidades de la gestión cooperativa, podemos vislumbrar el potencial de estas organizaciones como construcciones alternativas al sistema hegemónico, en tanto permitirían aproximarse simultáneamente a los siguientes pares:
Productividad y justicia: porque si bien se busca una productividad de los factores para prestar un buen servicio, al mismo tiempo se busca alcanzar una justicia en la retribución de todos ellos.
Desarrollo y sustentabilidad: porque a la vez que busca expandir el crecimiento para llegar a más personas y sectores, la ética de solidaridad lleva a ponerse límites que aseguren la sustentabilidad.
Satisfacción de necesidades humanas y creación de fuentes de trabajo: al ser una economía que no se basa en la expansión del capital financiero sino en la promoción de la actividad productiva genuina, con especial orientación a servicios, permite encontrar soluciones a necesidades diversas promoviendo la creación de trabajo digno.
Horizontalidad y creatividad: al proponer mecanismos participativos para la toma de decisiones y para la construcción de la demanda, la economía social estimula el compromiso de los jóvenes ávidos de espacios de inserción personal y profesional e interesados en participar de una cultura política más democrática.
Jorgelina Flury
Magister en Ciencias Sociales con Orientación en Educación. Especializada en Economía Solidaria y Desarrollo Sustentable. Trabaja en el Centro de Estudios de la Economía Social de la UNTREF como coordinadora académica y como docente del Curso de posgrado Economía Social y Dirección de Entidades sin Fines de Lucro en modalidad presencial.