La brecha desde la periferia global

23-07-2018

En una nota publicada en La Nación, Guillermo Oliveto analizó el cambio en las lógicas de consumo de los argentinos tras la nueva fase crítica de la economía y la consecuente retracción de los principales indicadores de actividad, acompañado por un gráfico (que se reproduce en esta columna), a modo de radiografía de los ingresos de las familias en el país. Allí se refleja que al menos el 50 por ciento de las familias en la Argentina sobrellevan su existencia con ingresos inferiores a 23.000 pesos mensuales. La brecha entre ricos y pobres se amplía, dando como resultado una sociedad más desigual.

La contundencia del indicador es insoslayable. Con ingresos escasos que pierden valor adquisitivo en un contexto de incrementos mucho mayores de los precios y tarifas de los servicios y productos básicos, la mitad de los argentinos afronta recortes que afectan los recursos a los que pueden acceder. Los recursos de información, de cultura y de comunicación se hallan comprendidos dentro de los accesos restringidos por causa de la delicada situación socioeconómica.

A su vez, la restricción en el gasto o inversión (según se mire) en información, cultura y comunicación potencia un círculo vicioso porque, al disminuir las fuentes de noticias, de formación y esparcimiento, y los contactos y comunicaciones, las personas y los grupos sociales empobrecen su repertorio de contenidos fundamentales para tomar decisiones sobre aspectos básicos y necesarios en su vida cotidiana. Poseer un dispositivo de conexión no resuelve el problema.

La llamada "brecha digital" que el gobierno de Mauricio Macri tiene por objetivo atenuar o disminuir según declaran sus funcionarios (al igual que los gobiernos anteriores), está configurada por las brechas socioeconómicas que determinan el acceso a recursos esenciales para el desarrollo de una vida digna, además de otras como la geográfica (a mayor distancia de los grandes centros urbanos, peores condiciones de acceso a las principales infraestructuras y servicios de comunicación), la generacional, la brecha de género, y la de acceso a una formación educativa de calidad en los distintos niveles. Algunos autores detallan otras, complementarias de las mencionadas, pero estas son las más significativas.

Para atenuar o disminuir la llamada "brecha digital" es preciso, entonces, superar el nivel declamativo de enunciar el objetivo de alcanzar niveles de modernización en el ámbito social y productivo mediante la inserción de tecnologías digitales, para atender las fracturas múltiples (económicas, culturales, geográficas) que conforman la estructuración de la sociedad argentina.

A estas fracturas que determinan la brecha se le suma, en el caso argentino y en los demás países latinoamericanos, la condición periférica del país en un escenario global que es la escala de operaciones de la economía digital. Es decir que si bien la distribución de todo recurso es afectado y estructurado por la desigualdad estructural latinoamericana, en particular las actividades informacionales y comunicacionales se hallan reguladas no sólo por condiciones endógenas, propias de la historia y las condiciones presentes de los países de la región, sino también por un tipo de interconexión que es global y que supone la presencia de instituciones y de actores industriales y financieros de un sistema también globalizado. Los contenidos, las plataformas y las reglas de juego de los principales actores corporativos del ecosistema digital son externos y, por lo tanto, las capacidades de los estados y actores locales también se encuentran condicionados por esta cualidad periférica.

Sólo las políticas públicas inclusivas que consideren seriamente el compromiso de reducir las brechas socioeconómicas, geográficas, de género y de acceso al conocimiento podrán revertir la llamada brecha digital. Desde las orillas periféricas de la globalización, la retórica de la modernización requiere un esfuerzo especial -no sólo discursivo- para compensar las desigualdades inherentes a la mercantilización al extremo de la vida cotidiana, cuya manifestación evidente es la exclusión de millones de personas.

Suscribite al newsletter

COLSECOR Noticias

* no spam