Inclusión social con solidaridad cooperativa

05-07-2013

La conmemoración en todo el mundo del Día Internacional del Cooperativismo es una buena oportunidad para reflexionar acerca de la vinculación de la economía solidaria con cuestiones esenciales del desarrollo social, económico y cultural de los pueblos. En ese marco, y a la vista de una situación global signada por crisis de diversa índole y con el rasgo unificador de la desigualdad que margina a millones de personas de la posibilidad de desarrollar una vida digna, cobra especial relevancia el concepto de inclusión social.

En su origen, las cooperativas de servicios públicos constituyeron una alternativa de solución para problemas que afectaban a los habitantes de una población de manera transversal. Las entidades solidarias lograron resolver esas necesidades de manera solidaria, practica, eficaz y democrática, y fue esto, en sí mismo, una fuerte acción inclusiva que exigía, como acto verdaderamente solidario, respuesta y compromiso. Permitía el acceso al servicio en cuestión, primitivamente el eléctrico y más tarde muchos otros, con facilidades de acuerdo a las posibilidades de cada uno, con el objetivo de universalizarlo, pero exigía compromiso y cumplimiento de quienes eran los asociados receptores. Por esto el acto cooperativo es inclusivo con solidaridad, y no caritativo o con dádivas. Señalar con firmeza la diferencia entre estas acciones es imprescindible ya que suelen interpretarse como equivalentes aunque son, desde su concepción y objetivos, absolutamente contrapuestas.

La inclusión con solidaridad se plantea como un acto entre pares, con compromiso reciproco y, además de acceder a la propiedad compartida del capital cooperativo, el asociado puede controlar democráticamente su funcionamiento participando en sus estructuras, con el mismo derecho de cualquier asociado sin importar su capacidad económica. Así lo establece una de las premisas fundamentales de nuestro movimiento, "un hombre, un voto", cuyo sostenimiento bajo todas las circunstancias históricas que atravesó nuestro país, nos convirtió en una suerte de reserva democrática en tiempos en los que los derechos constitucionales estaban conculcados.

La caridad o dadiva, en cambio, impone un cariz de voluntad superior de quien la otorga. Quien la recibe nunca se encuentra en situación de paridad, y casi siempre genera una situación de deuda del beneficiario hacia el benefactor. De ahí que esta interpretación de la inclusión social sea utilizada en ámbitos políticos y económicos que, más que paliar o terminar con la desigualdad, más bien intentan justificarla como si fuera un fenómeno natural y no una consecuencia del sistema económica imperante. Si bien se puede admitir la caridad como alternativa ante una situación extrema, no caben dudas de que la solidaridad cooperativa es la mejor alternativa ya que, además de lo hasta aquí explicado, la experiencia asociativa genera respuestas que perduran en el tiempo, expanden sus efectos y beneficios a toda la comunidad y conforman de esta manera una herramienta indispensable para alcanzar la inclusión con solidaridad cooperativa.

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