Entre el autocultivo y la ilegalidad

30-09-2019

Cecilia Ghiglione | Periodista

En el mundo las regulaciones en relación al cannabis, también conocido como marihuana, fueron avanzando según las realidades sociales, culturales y religiosas. Hoy hay países donde la planta es totalmente ilegal, algunos donde es legal su consumo con fines medicinales, como el caso de Chile, y otros donde se permite su uso recreativo, como Holanda y Uruguay.

Este año, y después de 70 de prohibición, la Organización de Naciones Unidas (ONU) recomendó cambiar de categoría al cannabis, quitándolo de la lista de estupefacientes y reconociendo su utilización con fines medicinales y terapéuticos.

En nuestro país la ley 27.350, aprobada en 2017, establece un programa de estudio del cannabis medicinal y habilita a instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Conicet para la investigación. El Gobierno nacional también autorizó a una empresa canadiense a cultivar productos cannábicos en Jujuy. Lo mismo hizo en estos meses el Gobierno de San Juan.

Todas estas noticias que claramente marcan cambios importantes en cuanto a la consideración del cannabis y su uso en relación a la salud conviven con hechos donde se acusa penalmente a los activistas cannábicos y a las familias que autocultivan para producir aceite con fines terapéuticos.

Araceli Rea fue brutalmente allanada en su casa de La Plata y detenida. Ella cultiva cannabis para su nieto que tiene síndrome de West. “Estábamos durmiendo, fue a las siete de la mañana. Me mostraron un acta de allanamiento de la que no reconocí nada porque yo no era esa persona. Y me dijeron que debían allanar igual porque tenían fotos del frente de la casa”, relató a la revista THC. En la vivienda, la policía fue hacia donde Araceli tenía las plantas y preparaba el aceite para frenar las convulsiones de su nieto. Se llevaron todo. El año pasado, la familia presentó un amparo judicial para evitar este tipo de situaciones, pero la Justicia todavía no se lo concedió. Según se sabe, el operativo no estaba destinado a ella ya que buscaban a un tal Durán, pero la asociación Colectivo de Salud Comunitaria y Cultivo de Cannabis La Semilla denunció que este accionar policial es similar a otros casos donde activistas cannábicos han sido allanados y detenidos en La Plata.

Las organizaciones de madres que cultivan marihuana para producir la medicina de sus hijos señalan que la ley nacional que impulsa la investigación del cannabis medicinal dejó un gran vacío legal al no considerar el autocultivo de las familias y restringir el acceso de la medicina solo para quienes tienen epilepsia refractaria, haciendo que miles de personas con otras patologías no puedan acceder legalmente al tratamiento.

En septiembre del año pasado, un grupo de seis madres de Rosario había logrado un permiso para sembrar marihuana y hacer aceite de cannabis para sus hijos e hijas, pero el Estado Nacional apeló esa decisión. Entre los argumentos, los camaristas dijeron que el producto que elaboraban no era seguro y que su efectividad no estaba comprobada. En el fallo solicitan al Estado que provea el aceite importado Charlotte's Web.

Carina es una de las mamás rosarinas que prepara la medicina para su hijo Juan Cruz, quien convive con un trastorno del espectro autista y ha mostrado notables signos de mejoría desde que comenzó a usar cannabis a fines de 2017. Ella contó que el fármaco que proviene de Estados Unidos (Charlotte's Web) ha sido probado por algunas de estas mamás y no funciona en todos los casos. “No importó que nuestros aceites estén testeados en las facultades de Química y de Farmacéutica de la Universidad Nacional de Rosario”, dice. El grupo de madres apelará el fallo ante la Corte Suprema.

Desde la organización Mamá Cultiva Argentina (MCA) señalan que la ley no se cumple, “se habla de investigación e importación, pero en lo efectivo la partida presupuestaria es insuficiente. La degradación del Ministerio de Salud a Secretaría es algo que también afecta los avances y corta canales de diálogo. La situación general de los últimos años fue desfavorable, pero esta lucha no es de ahora y tuvo sus merecidas conquistas”, señalaron en diálogo con este medio.

Historias de evidencia

“Si un día quería suicidarme tomaba toda la medicación que mi hijo consumía en un día y me mataba seguro”, dice en un duro testimonio Valeria Salech, mamá de Emiliano de 12 años, con diagnóstico de autismo y epilepsia.

“Mi hijo pasó de ser un nene con pañales, que babeaba y tenía convulsiones a ser un niño sin pañal, sin babero, que te mira si lo llamas, no convulsiona y dice 'mamá'. Ver como su vida se va apagando de a poco y de golpe, al darle una sustancia, se prende nuevamente, es impagable”, cuenta Valeria.

La mayoría de las personas que comienza a usar cannabis como método terapéutico lo hace por desesperación, dice y relata cómo empezó todo: “La primera vez que usamos fue porque me había quedado sin medicamentos y sabía que iba a tener convulsiones. Ese mismo día tuve otro hijo”. La historia personal de Valeria se hizo lucha colectiva desde la organización MCA que ella preside.

Laura Acosta es mamá de Narella (12) que está hace más de tres años bajo tratamiento con aceite de cannabis y diagnosticada con encefalopatía. “Le cambió la vida desde la primera gota”. La niña toma el aceite importado que cubre la obra social pero “no es suficiente”, dice Laura. Por eso, con otras madres se organizan para que nunca les falte para cualquier niño o niña bajo tratamiento. Laura es parte de la organización Mamás Cannabis Medicinal (Macame).

Conscientes de que el autocultivo está penado, las madres de las distintas organizaciones que batallan por la legalización del cannabis medicinal han presentado amparos judiciales que sistemáticamente son rechazados.

“En nuestro caso hace años que venimos diciendo que nuestras historias son evidencia científica, valen y merecen ser escuchadas. Si una empieza a hacerse cargo del tratamiento con el que quiere convivir, decide probar y buscar, se empodera. Tener la capacidad de cultivar nuestra salud no es solo una amenaza para la industria farmacológica sino también para el ego de la medicina hegemónica”, sostienen desde MCA.

Tratamiento milenario

“El cannabis en la salud no nació ilegal, se construyó alrededor de él un sistema para oscurecer las prácticas, volverlas ilegales y así dificultar su acceso”, explican desde Mamá Cultiva.

Los años 30 fueron claramente el principio de un cambio mundial en las políticas contra las drogas. Estados Unidos comenzó prohibiendo y criminalizando todo aquello asociado con el consumo o la tenencia de la marihuana a tal punto que, en 1942, se remueven los extractos cannábicos de la farmacopea americana.

La ola punitiva contra la marihuana siguió creciendo hasta llegar a considerarla “altamente nociva y adictiva” en los tratados internacionales contra las drogas. “Esta prohibición limitó el avance de la ciencia”, señala la doctora Rovetto.

En forma paralela a las tendencias regulatorias mundiales, el químico búlgaro Raphael Mechoulam, pionero en investigar los efectos del cannabis en la salud humana allá por 1964, descubrió en los años 90 que las personas tenemos un sistema endocannabinoide con receptores en nuestro cuerpo asociados a las funciones de nuestro organismo.

Este descubrimiento científico, junto a la política de tolerancia que comenzó a promover Holanda en 1976 con las drogas blandas como la marihuana, fueron sembrando el camino para avanzar en distintas partes del mundo en políticas que permitan el estudio de los cannabinoides y sus efectos en la salud.

Fue así que, en 1996, el estado de California (Estados Unidos) votó a favor del uso de la planta con fines compasivos y medicinales. Once años después, la Organización Mundial de la Salud establece que el CBO (cannabinoide que no es psicoactivo) no tiene efectos nocivos sobre la salud humana.

Y finalmente llegamos a 2019 con la recomendación de la ONU.

Qué dice la ciencia

El consumo de cannabis es hoy un tema de salud pública en tanto su uso se está extendiendo en el mundo, sostienen algunos especialistas ligados al ámbito de la salud. En tanto, no dejan de reconocer que hay controversias en cuanto a su uso empleo para ciertas patologías.

En este contexto, se vuelve fundamental la intervención de la comunidad científica aportando conocimiento riguroso y aquí es donde la legislación nacional juega un rol central, aunque para muchos investigadores es una respuesta a medias.

“Es importante que la gente que se trata con extractos cannábicos conozca de qué cepa proviene, la concentración y la composición química de lo que están consumiendo”, señala la médica química Laura Rovetto, docente de la Universidad Nacional de Córdoba e investigadora del Conicet en el Instituto de Investigación y Desarrollo en Ingeniería de Procesos y Química Aplicada (IPQA). “Las plantas no solo tienen diferencias en su morfología sino en sus precursores”.

"En nuestro país tenemos todos los recursos técnicos y profesionales para poder plantar, producir, comercializar e investigar el cannabis", expresa Silvia Kochen, investigadora principal del Conicet y profesora adjunta de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

A cargo del ensayo clínico para evaluar la efectividad del cannabis en pacientes con epilepsia refractaria en el Hospital 'El Cruce' de Florencio Varela, Kochen agrega que en Argentina “contamos con recursos para controlar una posible producción de autocultivo que pudiera hacer una familia”.

El otro estudio que se está realizando en el país se lleva a cabo con niños en el Hospital Garrahan.

“El Estado hoy no está produciendo aceite seguro y estandarizado para proveer a los pacientes. Lamentablemente la gente adquiere estos productos por canales informales. Como docente e investigadora, parte de mi deber es ayudar a concientizar, informar y de alguna manera abrir el debate sobre los compuestos derivados de la planta del cannabis”, señala Rovetto.

Mientras que la venta ilegal del aceite de cannabis es claramente percibida por las autoridades que deben regularla, los colegios médicos y farmacéuticos se muestran preocupados al respecto y, en algunos casos, avanzan en sacarlo del mercado negro.

En Buenos Aires, las farmacias podrán importar aceite de cannabis bajo receta -hasta ahora solo lo hacía la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat)- sirviendo de nexo entre las familias autorizadas y la aduana para agilizar el engorroso trámite que requiere acceder a esta medicina.

Todos los colegios farmacéuticos del país buscan extender esta medida.

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