El periodismo se adueña de las nuevas tecnologías para transmitir el infierno de la guerra en tiempo real
“Me puse una campera para sentirme más protegido. Las bombas estremecían la ciudad y las botamangas de mis pantalones se inflaban con cada sacudón. Esto es el infierno...”, relataba a través de su teléfono satelital Gustavo Sierra, el enviado especial de Clarín en Irak, a un periodista de Radio Mitre, en el exacto momento en que las tropas anglo norteamericanas desplegaban su primer ataque aéreo de envergadura sobre Bagdad, durante la noche del viernes. Unas horas antes, a través del mismo teléfono satelital que le permite reportar para la radio, Sierra, que es el único periodista argentino que permanece en la capital iraquí, había despachado su video que, a diario, se puede ver en exclusiva en Clarín.com.
Hace dos años, todo esto hubiera sonada descabellado. Pero, hoy, Internet no sólo permite a los enviados especiales salir al aire por radio y enviar videos, sino, también, mandar sus crónicas inmediatamente después de registrada la noticia. El equipamiento necesario no excluye a ningún medio grande: basta un buen periodista y una laptop con conexión inalámbrica a Internet vía satélite. Por su parte, los reporteros de medios audiovisuales no se han quedado atrás: los cronistas de radio operan con teléfonos móviles y los de TV, con videoteléfonos. Como nunca antes, las nuevas tecnologías están generando avalanchas de información, a menudo, en tiempo real.
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¿Cuál es el límite del “show bélico” que la TV e Internet están ofreciendo en tiempo real a todo el mundo? Los bombardeos abrieron el interrogante y la respuesta se irá develando con los días. Pero lo cierto es que, durante esta guerra, el público se informará más y mejor acerca de las complejidades técnicas de las nuevas armas que los EE.UU. estrenarán en Irak gracias a las igualmente nuevas tecnologías que se están implementando para la transmisión de noticias. Es un hecho que no sólo cambió el modo en el que se pelean las guerras sino, también, la manera de cubrirlas. Sería deseable, entonces, que la curiosidad que despierta el funcionamiento de las bombas “inteligentes” y el videoteléfono no apuntalara la peor de las confusiones: lo que se ve en la pantalla no es un videojuego.
Fragmento de nota publicada en Diario Clarín el lunes 24 de febrero de 2003