El oficio de ser actor

22-07-2004

- ¿Cómo es ser un actor, argentino y vivir en la Argentina?

- Difícil, muy difícil.  Sobre todo si uno tiene la pretensión de no enajenar su patrimonio de actor. Somos pocos los tipos que tuvimos una suerte de privilegio al haber recorrido una vida con un reconocimiento que va más allá de la inmediatez. Es  un privilegio que  te recuerden porque esto me permite hacer una cosa que me apasiona que es recorrer el país, estar con gente.

Yo no tengo especulaciones económicas de ningún tipo, no soy estrella fulgurante de los lujos, no soy farandulero.  Soy un tipo que tiene un oficio, el oficio de ser actor, lo quiero y me gusta.  

- ¿Usted, en un reportaje hace unos años, dijo que los actores pueden comer faisanes y a veces lo contrario?

Exacto. Me decía el flaco Lupi hace poco: a mi me gusta la sopa caliente pero si no hay sopa caliente,  tomo sopa fría. Y esto es el oficio de ser actor. 

- ¿Qué está haciendo ahora?

- Bueno, terminé una película argentina que se llama “Ser Agua” en Nueva York. Tuvimos una experiencia hermosísima y el director piensa llevarla a un festival grande. Lo más conveniente es mostrarla antes afuera y, si te dan algún premio,  todavía mejor.  Y después venis acá y te traes diez bombos y armas lío con eso. 

- ¿Eso se vive como una especie de injusticia?

Yo sé el fervor que puede tener la gente con De  Niro; pero yo quisiera hacer la salvedad de que en la Argentina hay también buenos actores. No digo mejores ni peores, pero hay.   Ojalá el público no nos dé la espalda, creo que todavía nos falta una autocrítica severa para saber por que la gente no nos va a ver en la cantidad que nos debería ver.

Pensar la tierra

- ¿Qué opina de la realidad actual y de este gobierno?

- Yo conservo expectativas, no te digo que si y no te digo que no... Pareciera una posición cómoda, pero lo que pasa es que me he quemado tanto en la vida con los gobiernos (más allá de los militares de antes y después) que no me arriesgaría a decir : “esta gente va bien”...

Cuando la gente salió a decir que se vayan todos,  no se fue nadie; no sólo que no se fueron, si no que se agregaron. Son los mismos que estaban y más; entonces a mí me crea sospechas.  El Presidente, los ministros, y toda la ristra... yo dudo.

Yo ya soy un viejo, que no me vengan a contar chistes, estoy cansado ya...que me muestren obras (y no hablo de obras públicas porque Mussolini hizo muchas y Hitler también). Hay una sociedad que está esperando resolver su sistema sanitario, hay una sociedad que está esperando resolver el trabajo, resolver el salario.

- Entonces ¿que queda?

- La semana pasada,  las estadísticas indicaban que el cincuenta por ciento del capital circulante lo tiene el diez por ciento más rico del país.  Hay un noventa por ciento de gente que está muriéndose de hambre.  ¿Qué quieren de esa gente? ¿que se comporten como ciudadanos que comen con seis cubiertos?

Hay una obra muy importante para leer que es El Malestar de la Cultura de Freud, que creo que vale la pena leerlo.   Por lo pronto, a mí me duele el país, me duele mucho, lo amo demasiado para que no me duela. 

Recuerdos de amor

- Puede ser difícil de elegir pero ¿cuál es su mejor recuerdo del cine?

Yo creo que el mejor recuerdo del cine fue la Patagonia. No solo porque lo quiero mucho a Bayer y  porque Olivera tuvo la capacidad y el talento para llevarla adelante, sino porque  me tocó trabajar con la gente más linda que yo pueda imaginar.  Éramos setenta tipos y había una sola mujer: Maria Julia Bertotto. Los demás eramos todos hombres y malvivíamos en la patagonia en condiciones absolutamente precarias, pero era tanto el amor que había ahí y tanto país metido... Vos sabés que todos esos acontecimientos que estaban en la película ocurren porque los tipos que esquilan ovejas piden vela y un camastro, y los matan.  Vos decís: “no puede ser, no puede ser”. Sí era y entonces nosotros discutíamos qué país queríamos e imáginábamos. No era fácil, pero discutíamos eso.

- ¿Un recuerdo de la tele?

1970. Era un programa que se llamó “Rito de Adviento”...titulo extraño. El show narraba la historia de un personaje que se llamaba Elías, basado en algunos hechos de la vida de un poeta paradigmático argentino. Este programa me llevó a una cosa que hago actualmente que es repartir pan en “El Loro Calabrés”. Además, me permitió ganar el premio en el único festival internacional de televisión que hay en el mundo,  que es el de Montecarlo.

- ¿El teatro es el gran amor?

- Si, porque además es dónde fui aprendiendo el oficio. El más hermoso recuerdo tal vez fue cuando debuté como actor profesional.  Yo estudiaba teatro y hacía algunas cosas en el teatro independiente.  Un día mi maestro me dijo: “Voy  a hacer El Sueño de una Noche de Verano de Shakespeare con música de Mendelsohn  en el Colón y quiero que trabajes”.  Yo hacía un personaje que se llamaba Tizbe, y cuando terminé mi actuación y decía adiós, caí muerto porque la situación lo exigía y fue el primer aplauso a escena abierta y fue el primer aplauso grande de mi vida.  Esto me conmovió profundamente y cuando me senté frente al espejo del camarín, se abrió la puerta, apareció el maestro, avanzó, me levantó,  me dio vuelta y me abrazó, y me dijo llorando: “Serás actor, y de peluca.” 

-Y con respecto a la obra el Loro Calabrés, ¿de qué trata?

-Más que contar de lo que se trata, yo tengo que contar como nació. En un momento determinado,  frente a las amenazas de muerte y el exilio, yo decidí -en  vez de irme al exterior- irme hacia adentro. Y yéndome al interior de mi país, me fui a  mi propio interior.   La obra es un viaje a mi interior que me da alegría. Conozco gente, me ecuentro por la calle con gente y me pongo a charlar y es muy lindo.

Yo no soy Dios, tampoco soy una bestia, vivo entre la gente y como la gente.

Entrevista: Cecilia Ghiglione

Redacción: María Luz Saint-Phat.

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