Por Cecilia Ghiglione
Jorge Marrale es recordado por innumerables papeles. Fue el psicoanalista de Vulnerables (1999-2000), el padre Mario en la película Las Manos dirigida por Alejandro Doria, el villano Astor Monserrat en la serie Vidas Robadas (2008) y Tomás en Baraka (2008-2011), una obra teatral junto a Grandinetti, Leyrado y Arana, los amigos de siempre. El médico que interpreta en Maracaibo, será también de esas actuaciones para colgar en la pared del cine nacional.
“Hacer esta película fue para mí un fenómeno personal”, dice Marrale sobre Maracaibo, donde no sólo ha dejado un rol consagratorio sino que se ha puesto al hombro la difusión del film que dirige Miguel Rocca. - “Cuando leí el guion no sólo me pareció atractivo sino intrigante y me di cuenta que era la posibilidad de hacer un trabajo de introspección emocional. Esta historia no me permitía a mí estar en otro estado que no fuera ese”.
Antes de su estreno oficial en abril, el actor que encarna a Gustavo - un cirujano cuya vida cambia tras un hecho de violencia donde muere su hijo - participó, junto al elenco y al director, del preestreno y entre otros temas reflexionó sobre la industria del cine nacional. - “Yo estoy acá porque me parece que es mi obligación hacerlo, no solamente porque amo Maracaibo sino porque me parece que como actores, directores, gente de la industria en términos de distribuidores, tendrían que estar también. Todo lo que hace a la industria tendría que tener como una especie de trencito cultural para salir y decir: estamos haciendo esto. Nosotros los argentinos tenemos la suerte de que el público apoya el cine argentino, pero se tiene que enterar. Y frente a la gran y monstruosa publicidad que tienen otras películas, sobre todo las que son de origen norteamericano, es muy difícil”.
¿Considera que se apoya íntegramente la producción audiovisual nacional?
El cine argentino está muy valorado no solamente por nosotros sino por el mundo. Entonces tenemos la obligación de alimentar y continuar esta expresión artística con nuevos proyectos y generar nuevos espacios, sobre todo para la gente que se inicia. Me parece que tenemos esa posibilidad en la medida que el apoyo sea concreto, efectivo y racional, digo esto en los términos de que mucha gente hace cine con la mejor voluntad, ahorra y gasta todo lo que puede y llega el momento en que hay que presentar la película y no queda prácticamente dinero para la promoción. Eso hace, lamentablemente, que muchos no puedan enterarse de que existe esa película. Sabe Ud. también que la competencia es absolutamente desigual en relación al cine extranjero, sobre todo al norteamericano. Poner segundos de publicidad en la televisión argentina cuesta mucho y en ese caso hay que asociarse con un canal de televisión, lo cual a veces también es más difícil sobre todo para esa franja de películas medias, que no forman parte de los tanques argentinos. Estoy convencido que un plan de fomento de la producción audiovisual en general es necesario. Esto se viene ralentando en el tiempo, me parece que no se pudo conseguir con el gobierno anterior y se está tratando para que se pueda conseguir con el apoyo de la actual gestión.
Han quedado pocos cines en el país fuera de las grandes urbes. ¿Cuánto influye esto a la hora de distribuir cine argentino?
Nací en Barracas, un barrio que tenía cuatro cines y los miércoles se llenaban porque era para damas y niños. Yo iba con mi vieja, pagábamos cinco mangos y veíamos tres películas. Buenos Aires estaba lleno de cines y creo que todo el país. Lamentablemente la tecnología, la televisión y la industria los fueron borrando. Me parece que son un valor y hay que recuperarlos.
Casi ingeniero
El muchacho Marrale cursó el secundario en un colegio industrial por consejo de su papá Luis. Cuando terminó, trabajó en Segba - la empresa estatal de generación de energía - y gracias a un amigo de la infancia de Barracas entró a trabajar en Gas del Estado. Intentó con ingeniería pero apenas empezó a cursar se dio cuenta que no le gustaba. En esa etapa de la vida, entra en escena nuevamente su tío sastre, un calabrés que cosía trajes, amaba la ópera y el teatro. De niño en su taller supo cosechar cierto gusto por las artes. Fue ese tío el que lo invitó a ver a Vittorio Gassmann que venía a la Argentina. Aunque Jorge no pudo ir al teatro esa vez y no recuerda bien porqué, lo vió actuar en televisión y entendió que “eso era lo que quería hacer”.
¿Qué dijeron sus padres entonces?
Les debo todo a ellos, en especial a mi viejo porque mamá falleció muy joven. Yo podría haber sido un tipo marcado por la asignatura de ser técnico-ingeniero, pero lo tuve al viejo que seguramente frente a su deseo, fue mi principal fan. Ante cualquier actuación que hacía en televisión, el primer llamado era de él. A ellos les debo todo porque además pertenecieron a una familia que me cobijó todo el tiempo. Una familia de inmigrantes laburantes que me dieron un sustento para querer la vida. Vine de un lugar muy humilde y eso me permitió saber que hay cosas que no son gratuitas sino que se consiguieron por el trabajo de otros. Yo agradezco eso.
Egresado del Conservatorio de Arte Dramático, los primeros años no fueron sencillos en un contexto marcado por la dictadura. A pesar de formar parte de la Comedia Nacional en el Teatro Cervantes - condición a la que accedió por su buen promedio - las posibilidades de sostener a una familia con los magros ingresos del teatro eran limitadas. Marrale ya era padre de Camila y Federico. Dos décadas después llegarían Franco y Luciano, de un segundo matrimonio. De modo que su trabajo en Gas del Estado siguió por un tiempo aportando a las arcas familiares hasta que en por los ´80 entendió que ya era tiempo de darle un rumbo definitivo al camino de la actuación.
De su fama de actor serio y de sus villanos uno puede suponer que Marrale es también un tipo muy serio, que lo es, pero apenas se dispone a hablar con voz suave y baja, da por tierra con los personajes que ha encarnado, como el malvado Astor Monserrat (Vidas Robadas). Atento, dispuesto y amable, así se predispuso a la charla.
El teatro te ha encontrado trabajando con amigos. ¿Cómo se armó el grupo Errare Humanum Est?
Los armamos a mediados de los años 90 con Hugo Arana, Darío Grandinetti y Juan Leyrado. Hicimos Los Mosqueteros, Baraka, Mineros, Los Lobos... Siempre que podemos y encontramos material, que no es sencillo, con protagonismos similares para los cuatro nos juntamos. Compartimos momentos gloriosos. Baraka fue una obra que nos volvió a unir después de 10 años y fueron 3 años y medio a sala llena donde fuéramos. Entre los cuatro hemos conseguido trabajar y más que eso, sobre todo porque conocemos al otro más que todo, con lo cual en escenario no nos tenemos que ni mirar.
¿Qué elije de la profesión de actor?
Este es un oficio que tiene la mochila del hoy tengo trabajo y mañana no sé. Entonces es difícil no andar pensando en el futuro y eso a veces te altera más de lo necesario. Es importante que la gente tome contacto con los artistas, en general. Cuando estás con la gente, te das cuenta que sos parte de ellos. El premio mayor para mí es saber que los represento cuando hago un personaje.
1947 -Nació en Barracas donde vivió hasta los 15 años. Esa mudanza hacia Lanús es recordada con sufrimiento por el actor por tener que dejar al barrio y sus amigos de la infancia.
1973 - Ingresa al conservatorio de actuación.
1980 - "Boda Blanca" de Rosewicz, fue su primera participación teatral.
1995 - Junto a los actores Grandinetti, Arana y Leyrado arma la compañía teatral Errare Humanum Est.
2006 - Fue uno de los actores fundadores de Sagai, la asociación que defiende los derechos intelectuales de actores y bailarines. Actualmente es Secretario.
2007 - Junto al actor Osvaldo Santoro crean Ensayo sobre la Mentira, una escuela teatral que lleva 10 años.
2008 - Recibió el premio ACE de Oro, entre otros reconocimientos en cine y televisión.
2017 - Marrale está de estreno este año. En enero se presentó La valija de Benavídez, de Laura Casabé y en abril Maracaibo.