El futuro hipotecado

12-06-2008

La infancia es la edad del crecimiento, del aprendizaje, del juego, de la construcción social y afectiva y no de incorporación al trabajo. Esta premisa fue el gran paso que dio parte de la sociedad contemporánea en el siglo XX al reconocer que la infancia y la adolescencia son un tiempo especial.

Así quedó expresado en la Convención Mundial de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, norma que fue introducida en la Constitución Nacional y que está presente en los convenios firmados con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acerca de la erradicación del trabajo infantil.

Como reafirmación de lo dicho, en 2002 la OIT estableció el 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil como plataforma para destacar la magnitud mundial del trabajo infantil y centrar la atención sobre la necesidad de acciones mundiales para su eliminación.

Este año el mensaje que se difundirá en las miles de actividades que se realizarán en el mundo será: La educación es la respuesta acertada al trabajo infantil. Por una educación para todos los niños, al menos hasta la edad mínima de admisión al empleo; por políticas educativas que luchen contra el problema del trabajo infantil impartiendo una educación de calidad y una formación de calificación con recursos adecuados; por una educación para promover la sensibilización sobre la necesidad de luchar contra el trabajo infantil, es la consigna de la celebración de este año.

Pero a pesar de tantas buenas intenciones, la realidad mundial y local nos sigue abrumando. “Las cifras mundiales son apabullantes y hablan de más de 180 millones de niños que trabajan y que además muchos de ellos están en situaciones de extrema vulnerabilidad. No solamente con la desprotección social del caso sino arriesgando la salud trabajando en la minería, en el campo, manejando tóxicos e incluso siendo comercializados sexualmente”, expresó en declaraciones radiales el director adjunto de la oficina OIT Argentina, el Dr. Javier González Olaechea.

En 2006 se estimaba que en América Latina la cifra de niños trabajando era de 20 millones, y en la Argentina alcanzaba a 1.500.000, según datos de la Organización Salven a los Niños.

Para el delegado local de la OIT, el trabajo infantil responde fundamentalmente al círculo vicioso de la pobreza. “El niño sale a complementar a la calle un ingreso familiar que es absolutamente insuficiente”, explica González Olaechea. “De manera que pobreza, exclusión social y trabajo infantil están íntimamente ligados”.

Miles de niños y niñas diariamente desertan del sistema educativo y están sometidos a formas de explotación que ponen en riesgo su vida. Por distintas razones están condenados a la exclusión social tanto en su niñez como en la vida adulta. “Los niños, al salir de la escuela, están reproduciendo un patrón social de exclusión”, explica el Dr. Javier González Olaechea, “el trabajo infantil tiene fecha y hora. Si nosotros hablamos de un niño que hoy tiene 10 años y que trabaja en una mina boliviana o peruana, en un campo argentino o en un campo brasilero y no hemos hechos nada, en siete u ocho años ese chico pasa a ser adulto en situación de vulnerabilidad, de pobreza y de exclusión social y reproduce ese factor de exclusión en sus propios hijos”.

En nuestro país, el abordaje formal y la consideración del trabajo infantil han tenido avances con la creación de comisiones provinciales, de acuerdos institucionales y de la articulación de redes de contención social.

A pesar de ello, un millón y medio de chicos siguen siendo sometidos a situaciones de trabajo en el medio rural y urbano. Diariamente vemos a menores carboneando, revolviendo la basura, mendigando sin importar su salud, sus necesidades lúdicas, ni su futuro.

La erradicación de esta tragedia social requiere, primero, de la creación de políticas activas y efectivas del Estado y de la intervención de otros poderes, como el judicial, ante la denuncia frente a las mafias que están detrás de esta forma de esclavitud.

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