El desafío de educar

04-05-2004

Entre los años 1995 y 2002, la estructura social argentina sufrió una polarización que aumentó la brecha entre ricos y pobres. Los factores que promovieron este empobrecimiento progresivo de los sectores medios son ya conocidos y, entre ellos, el aumento del desempleo fue uno de los elementos cruciales.

Por ese mismo período, la educación argentina vivió una de las mayores transformaciones en los niveles inicial, primario y medio que -en cifras- tuvo un efecto positivo aumentando la escolarización en general,  pero que también mostró la amplitud de la distancia educativa entre los nuevos y viejos pobres y los que poseían un nivel superior de ingresos.

Las distancias se manifestaron con crudeza no sólo en la posibilidad de acceder, sino de completar los niveles educativos medio y superior.

Entonces, se produjo uno de los mayores niveles de exclusión socioeducativa en la Argentina. Esto es claro si tenemos en cuenta que, según datos comparativos del año pasado sobre el período señalado, los no pobres han logrado incrementar su escolarización en 15% mientras los sectores de escasos recursos sólo lo han hecho en un 9 % y muchos de ellos no terminan el nivel primario.

Entendiendo que esta situación de pobreza y falta de escolarización es causa dela marginación social, en el barrio Guiñazú de la Ciudad de Córdoba, Adriana González decidió en 1997 instalar el Centro de Educación Popular Paulo Freire.

Esta institución - cuyo pilar básico es la educación de niños de 1 a 5 años - se convirtió con los años en un importante espacio comunitario de encuentro y educación. Dice Adriana, “vimos la necesidad de los vecinos de acceder a una espacio donde puedan venir todos los chicos del barrio”, enfatizando la idea inclusiva de todos. La idea fue optar por la construcción  de un espacio realmente público donde los padres y familiares sólo contribuyen con una cuota  de $1 mensual. En contraparte la institución puso en funcionamiento un Jardín Maternal que  ofrece una comida diaria a 70 niños cuya alimentación es usualmente deficiente.

Esta idea no sólo se limitó a trabajar con niños, sino que abordó la problemática de toda la comunidad. Primero se trabajó con mediadores educativos que fueron capacitados para trabajar con los niños. Luego, llegaron los talleres barriales con profesionales sobre diversas problemáticas como la desocupación, los derechos humanos, el género y la familia. Al respecto de esta perspectiva educativa del jardín y los talleres Adriana afirma: “Nosotros tomamos la concepción de Paulo Freire que dice que todo el mundo posee un saber y lo que nosotros hacemos es recuperar los saberes del mismo barrio (...) en estos talleres, al tratar el problema  del desempleo u otros temas, volvemos con la misma problemática a la comunidad, que a su vez va esclareciendo su situación”.

A través de este Centro Popular, Adriana y sus colaboradores afrontan el desafío educativo desde una perspectiva inclusiva que asume la equidad como uno de los valores fundamentales para resolver las problemáticas sociales.

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