El consumo de la palabra impresa en tiempos de digitalización

31-10-2018

Por Luz Saint Phat | Periodista

“Tus nietos no entenderán lo que es un libro”, le asegura el capitán John Beatty a su discípulo Guy Montag en el film Fahrenheit 451, la nueva adaptación de HBO sobre la reconocida obra literaria de Ray Bradbury publicada en 1953.

Tal como plantea la novela distópica, la película transcurre en una sociedad donde los libros están prohibidos y son quemados por escuadrones de bomberos. Beatty es quien lidera una de las estaciones, mientras Montag -devenido en posible sucesor del cargo de su mentor- enfrenta profundas dudas sobre la misión que lleva adelante, internándose cada vez más en el clandestino mundo de la palabra impresa.

La propuesta de HBO es la segunda interpretación cinematográfica de envergadura que se produce sobre el escrito de Bradbury. Ideada hace ya más de medio siglo, la obra no ha perdido actualidad en su planteo ni en los interrogantes que despierta, especialmente cuando el advenimiento de la era digital impone a nivel mundial transformaciones en los consumos culturales, con efectos que son objeto de análisis de diversos especialistas.

En el campo disciplinar de la psicología, un estudio recientemente publicado en Estados Unidos determinó que, en los últimos años, menos del 20 por ciento de los adolescentes de aquel país señalaron haber leído un libro, una revista o un periódico todos los días por placer, mientras que el 80 por ciento indicó que navegaba por las redes sociales cotidianamente.

Estos datos fueron difundidos en el artículo “Tendencias de uso de los medios en adolescentes de Estados Unidos 1976-2016: el auge de los medios digitales, el declive de la televisión y la (casi) desaparición de la impresión” de la revista Psychology of Popular Media Culture perteneciente a la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). La investigación -denominada Monitoring the Future- fue efectuada por los especialistas Jean Twenge, Gabrielle Martin y Brian Spitzberg de la Universidad Estatal de San Diego.

Sobre la base de 50.000 casos, se pudo observar que el uso de medios digitales aumentó sustancialmente entre 2006 y 2016. En detalle, se precisó que en los alumnos de secundaria la utilización de Internet durante el tiempo libre se duplicó de una a dos horas en ese período de tiempo. La disminución en la lectura de los medios impresos fue muy pronunciada: a principios de la década de 1990, el 33 por ciento de los estudiantes dijeron que leían un periódico casi todos los días; mientras en 2016, el porcentaje fue sólo del 2 por ciento.

En la investigación, los autores también precisaron algunas características que impone la digitalización a los procesos de pensamiento. En ese sentido, Twenge aseguró que esto puede tener implicancias en la capacidad de focalizarse de los individuos en textos extensos o resoluciones complejas, siendo que los individuos hoy pasan la mayor parte de su tiempo cambiando entre una actividad digital y otra. "Poder leer el texto largo es crucial para entender problemas complejos y desarrollar habilidades de pensamiento crítico. Las democracias necesitan votantes informados y ciudadanos comprometidos que puedan pensar en los problemas, y eso podría ser más difícil para las personas de todas las edades ahora que la información en línea es la norma", advirtió el especialista, según precisó la APA.

Radiografía argentina

En el país, una interesante radiografía del cambio en los consumos durante los últimos años está registrada en una encuesta nacional que posee datos de 2017 y forma parte del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), implementado por el Ministerio de Cultura de la Nación.

El documento, que consta de varios capítulos, da cuenta desde un primer momento de la tensión que atraviesa hoy la palabra impresa.

“La caída en la lectura va de la mano del crecimiento de nuevos formatos textuales en Internet: blogs, portales y redes sociales”, indica el informe. Esta situación, agrega la publicación, “permite divisar un nuevo horizonte”.

Según la información recolectada, el consumo de ejemplares experimentó un importante descenso entre los años 2013 (encuesta nacional anterior) y 2017. Mientras en el tercer año de esta década, el 57 por ciento de la población había declarado haber leído al menos uno, el año pasado este porcentaje descendió al 44 por ciento. Aunque la retracción se observó en todos los niveles socioeconómicos, fue mayor en los hogares de menores ingresos. Un dato sobresaliente es que el 29 por ciento de la población afirmó no leer textos impresos, aunque de ese total 26,5 por ciento admitió que anteriormente si lo hacía pero que ya había abandonado la práctica. Sobre este punto, la “falta de interés” fue el motivo más recurrente en todas las edades, géneros y sectores.

Otro aspecto interesante del informe es una diferencia que se marca con otras sociedades, como por ejemplo la estadounidense. En el caso de Argentina, los no lectores son principalmente adultos y no tanto los más jóvenes. Esto se explica por el rol de la educación en el país.

“En Argentina, la lectura es una práctica muy asociada a la educación, ya que siete de cada 10 jóvenes de entre 12 y 17 años, leyeron al menos un libro durante 2017. Además, como se verificó también en 2013, los valores más altos se dan en las edades asociadas a la escolaridad y al estudio universitario”, indicó el documento oficial.

No obstante, la tendencia en el país también es decreciente como en el resto del globo. “Cuando se analiza la cantidad de libros per cápita, el promedio anual pasó de tres en 2013 a 1,5 en 2017. Y cuando se considera sólo al universo lector, el promedio de ejemplares pasó de seis a cuatro.”, se detalló.

En el caso de las revistas, siempre según el informe nacional, la proporción de la población lectora se redujo 50 por ciento en cinco años, pasando del 47 por ciento al 23,8 por ciento. En tanto, creció significativamente la visita a diarios online y blogs.

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