DESDE ABAJO

20-01-2016

Alberto está sentado en su consultorio, tiene 76 años y es delgado, pura fibra. Su rostro no esconde las marcas que dejó el sacrificio. Sacrificio por trabajar, estudiar y entrenar.

Sí. El doctor entrena. Sale a correr hace años haga calor, frío, llueva o truene. Hasta el día de hoy corre maratones (42km) y cuanta carrera se le cruce por el camino.

Después de la charla, me quedó resonando una frase que dijo mientras hablábamos de su profesión, que le apasiona, así como investigar y estudiar. “La gente sabe que siempre voy a dar todo por Armstrong”, dice, y un poco de eso hablan los habitantes de la ciudad, que lo reconocen como un referente por su labor profesional y social.

Alberto nació al otro lado de la vía, en el Barrio Sur y fue el más chico de cuatro hermanos. Trabajaba en la fábrica de soda de su papá, terminó el primario y como en ese momento no había secundaria, viajaba diariamente y bien tempranito a Cañada de Gómez. Luego comenzó medicina en Rosario “Era muy difícil estudiar en esa época. Agradezco muchísimo haber conocido el trabajo duro y el sacrificio. Para mí cuatro horas de estudio eran cuatro horas bien aprovechadas. Por la situación económica tuve que trabajar y en el primer año de medicina vendía rifas y cargaba bolsas de papa en el mercado. Me casé joven, aun siendo estudiante y con mi esposa alquilábamos habitaciones, íbamos al comedor estudiantil, vendíamos libros de abogacía, después cosméticos... hicimos un poco de todo. Mientras tanto estuve vinculado a los sanatorios, donde trabajaba ad honorem y también aprendía”, comenta.

La medicina como servicio

Hace 53 años que ejerce en el pueblo y tiene la ficha de cada paciente escrita a mano. Mientras hablamos, noto que para Alberto la medicina es un servicio a la comunidad y que cada paciente es una gran responsabilidad. “Logré recibirme, y ahora mis cuatro hijos también son médicos. Mi señora siempre fue mi mano derecha, el motor más importante que tuve en mi vida. No teníamos nada y de a poquito fuimos avanzando. Después invertimos mucho cuando estudié las especialidades y pude hacerlas porque el pueblo me respondió, me aceptó”.

A medida que veía lo que necesitaba el pueblo, fue especializándose. Alberto es médico traumatólogo, deportólogo, pediatra, especialista en piel, en geriatría y desde hace años comenzó a investigar sobre los neurotransmisores, sobre lo que estudió en la Fundación Favaloro. “Hoy me dedico casi exclusivamente a esa especialidad, con la que trato varias enfermedades y adicciones”, explica.

El día para Alberto comienza temprano. Es común para la gente de Armstrong verlo entrenado cada madrugada, a eso de las 4 o 5 de la mañana. Ya cuenta con tres maratones y varias carreras en su haber. “Bien tempranito corro alrededor de 10 kilómetros, sea verano o invierno, con lluvia o como sea. Al mediodía corro con un grupo que me pasa a buscar y con el que hacemos distancias largas. En algunos casos, y como parte del plan terapéutico, participan chicos que han tenido problemas con las drogas, lo que me está dando una gran satisfacción”.

El doctor Bacci, como lo conocen en la localidad, participó en varias, como la comisión del club Estudiantes de Barrio Sur y el Rotary Club, entre otros. Formó la Asociación de Profesionales de Armstrong, formó parte de los grupos que impulsaron la escuela técnica, la escuela nacional y trabajó mucho de manera apolítica. Se desempeñó ad honorem en el hospital local y como médico en la policía. Luego fue elegido intendente y “lamentablemente a los 9 meses tuve que renunciar porque tuve un desengaño grande, me enteré lo que era la política”.

Una ciudad con costumbres de pueblo

Armstrong hoy es una ciudad de 12.000 habitantes. Sus principales actividades económicas están vinculadas a la agricultura y a la industria. Cuenta con un área industrial impulsada y administrada por la cooperativa de servicios públicos y algunas de las empresas locales son exportadoras. “Antes era más chico, había calles de tierra... hoy tiene todos los servicios, muchas cosas fueron cambiando. Hay una gran demanda habitacional, ha crecido mucho”.

El nombre de la ciudad es en memoria de Thomas Armstrong, uno de los primeros directores de la empresa de ferrocarriles propietaria de las tierras. Está rodeada por cuatro rutas que lo comunican con centros importantes, lo que le da una dinámica propia.

Los principales festejos tienen lugar el 24 de septiembre, con motivo de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Merced y el 14 de diciembre, día en que se conmemora el nacimiento del pueblo. Se destaca además la Feria de las Colectividades organizada por la Escuela N° 262 desde hace 24 años.

Delfo Cabrera, un ídolo

Armstrong es la cuna del corredor Delfo Cabrera, ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Argentina no volvió a tener un logro semejante de un maratonista. El grupo del que participa Alberto lleva el nombre de Delfo, así como una calle de la ciudad. Anualmente se organiza una maratón homenaje a este atleta, “un chico humilde que tuvo una trayectoria espectacular. Era un hombre excelente. Siempre trabajó. Iba a juntar maíz a cinco leguas y se iba corriendo, trabajaba todo el día y volvía corriendo, era algo fuera de serie. Se fue a Buenos Aires donde hizo el primario y el secundario. Ni él sabía la preparación física que tenía. Un ídolo. Ni hablemos de su humildad, creo que es la virtud más grande que puede tener una persona”, detalló Alberto.

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