'Dentro del movimiento sindical, está la puja de dos países”

10-09-2019

Por Diego Genoud | Periodista

Dijo en la cumbre de la OIT que la innovación tecnológica es un desafío que debe conjurar la política. ¿A qué se refiere?

Hablo del sentido más amplio de la política, el mundo empresario, el mundo sindical y los gobernantes. En los umbrales de un proceso de transformación gigantesco de la economía, todos tienen que interactuar para encontrar una alternativa. Cuando se habla del futuro del trabajo, se piensa casi en una maldición bíblica, inevitable. Eso no es cierto. Gran parte de los expertos dice que se van a crear millones de puestos de trabajo y que no no sabemos dónde van a estar.

¿Cuál es el pensamiento del sindicalismo sobre ese nuevo tipo de trabajadores, desde el teletrabajo hasta Rappi y Uber? Eso está globalizado, lo podemos ver hoy en las grandes ciudades. En Barcelona, hubo un fallo en contra de esas plataformas digitales y se estableció que tenían que pagar a la seguridad social. Empieza a haber una conciencia de que tiene que haber algún tipo de regulación. Naturalmente esto también va a dar lugar a una forma de organización y de sindicalismo, donde el trabajo ya no está asentado en un determinado territorio. Hay trabajos cada vez más individualizados y esto supone un desafío muy fuerte para el sindicalismo.

¿Qué se puede hacer desde el sindicalismo frente al crecimiento del trabajo en negro que, según la UCA, ya afecta al 49% de los trabajadores?

El sindicalismo tiene que hacer su aporte pero no es el único. Tiene que haber una responsabilidad mayor del sector empresario, pero también del conjunto de la sociedad para rechazar el trabajo en negro y denunciarlo.

fotos: Juan Casas

Cada vez más gente acepta trabajar en negro para ingresar al mercado laboral y hay además una ofensiva fuerte del Fondo, el gobierno y las las empresas que reclaman mayor flexibilidad laboral.

Cada vez que la cosa anda mal, el problema son los convenios colectivos de trabajo. Hay una cantidad enorme de gente trabajando en negro que no hace aportes y sectores altamente precarizados. Sin embargo, la economía no arranca. Hay que hacer un abordaje integral y no buscar como chivo expiatorio del estancamiento los convenios colectivos. Puedo discutir un cambio en un proceso económico virtuoso que me garantice no bajar del piso que tenemos y vislumbrar hacia adelante una multiplicación del trabajo. Pero en medio de recesión y caída de consumo, es ilógico.

¿Qué cree que deja el gobierno de Macri para el movimiento obrero?

Deja una enseñanza, que muchos no te quieren admitir. Se suele decir que cuando no hay un gobierno peronista es más fácil la unidad. Bueno, ese mito se cayó a pedazos. Nosotros no nos unificamos nunca frente a la administración Macri y hemos sufrido embates por izquierda y por derecha. Así que terminemos con ese cuento porque eso no es verdad.

"La CGT tuvo reacciones espasmódicas, justamente porque no había un programa. Por pelearnos para ver quién había parado la reforma laboral, el gobierno nos hizo comer -con mucha inteligencia- la reforma previsional. Lo que se buscaba no era la reforma laboral: lo que se buscaba era la reforma previsional. Y nos comimos la curva".

¿Por qué pasó?

Porque la interna del peronismo y la tensión de gran parte del gobierno que se fue se trasladaron al ámbito de lo sindical. Abandoné el Consejo Directivo de la CGT porque creía que había que saldar esa cuestión no sólo en el triunvirato sino en una discusión abierta, extensa, si fuera posible de varios días, un Comité Central Confederal donde digamos los pasos a seguir. Si no podíamos construir un programa, por lo menos una secuencia de pasos hasta la renovación de mandato. Nosotros no tenemos que responder ni a Cristina, ni Alberto ni a Lavagna ni a nadie. Le tenemos que responder a los intereses que representamos.

¿Le sirvió en lo personal haber tomado distancia del triunvirato?

Yo lo viví como una derrota. Era la primera vez que, después de Ubaldini, llegaba una pequeña organización al frente de la CGT. Pensaba que ese era un salto cualitativo y de maduración interesante que había llevado adelante el sindicalismo argentino. En los últimos años, cuando hubo Congreso, fue siempre para discutir los lugares en el Consejo Directivo. ¿Por qué no abrimos una discusión en serio?

¿Qué tienen que discutir?

¿Por qué no discutimos los problemas del país? ¿Tiene que ser un modelo agroexportador o un modelo agroindustrial? ¿Qué modelo de consumo queremos tener? ¿Cuál es la política de ingresos? Eso nos potenciaría frente a cualquier gobierno, tendríamos por lo menos un norte. Lo última parecido que hubo fueron los 26 puntos de Ubaldini. De ahí para acá, hemos tenido luchas, confrontaciones serias y grandes movilizaciones, pero no ha habido un decálogo de lo que queremos.

"No se puede mirar el movimiento sindical de los últimos 30 o 40 años sin advertir que ahí adentro está la puja de dos países: el país de los servicios o agroexportador y el país del perfil industrial. Hace falta un debate intenso para encontrar una síntesis hacia. A eso hay que agregarle el otro mundo, que está afuera, el de los 5 millones de precarizados, informales, marginales".

¿El MTA no lo intentó en los noventa?

Lo intentó pero nunca logró plasmarlo. Fue el que más cerca estuvo, tuvo documentos importantes. Pero cuando nos unificamos como CGT, eso de nuevo cayó en desuso. No lo pusimos en práctica.

¿Qué es lo más preocupante que deja Macri a nivel laboral?

Deja un nivel de desocupación altísimo, más pobreza y una sociedad mucho más desigual que antes. Aún cuando la administración Macri ha hecho mucho por sostener los amortiguadores sociales, eso también deja al desnudo el fracaso de su modelo económico. Si cada vez hay que poner más recursos en los amortiguadores sociales, quiere decir que la economía no funcionó.

¿Cómo cree que reaccionó la dirigencia sindical frente al gobierno de Macri? ¿Estuvo a la altura, hizo lo que pudo o fue errática?

La CGT tuvo reacciones espasmódicas, justamente porque no había un programa. Pero hubo capacidad de resistencia. Si no la hubiera habido, las consecuencias de la aplicación del programa de Macri hubieran sido mucho más letales. Por pelearnos para ver quién había parado la reforma laboral, el gobierno nos hizo comer -con mucha inteligencia- la reforma previsional. Lo que se buscaba no era la reforma laboral: lo que se buscaba era la reforma previsional. Eso se logró. Y nosotros ahí nos comimos la curva.

Atribuye la división en la CGT a la política reciente. ¿No hay una diferencia histórica entre distintas corrientes sindicales? ¿Vandorismo vs confrontación?

Escribí un artículo en Perfil que se llama “Un gigante con pies de barro” y responde a la estructura organizativa de la CGT. Los sindicatos grandes tienen una lógica de hierro y en eso no hago distinciones entre más combativos y más dialoguistas. La lógica del sindicato grande es una sola.

¿Cuál es?

Tratar de monopolizar todo el andamiaje de funcionamiento. Por otro lado, es cierto lo que vos decís. No se puede mirar el movimiento sindical en su desarrollo en los últimos 30 o 40 años sin advertir que ahí adentro está la puja de dos países: el país de los servicios o agroexportador y el país del perfil industrial. Por eso hablo de que hace falta un debate intenso para ver puntos de encuentro, puntos de fricción y tener una síntesis para salir adelante a confrontar. A eso hay que agregarle el otro mundo, que está afuera, el de los 5 millones de precarizados, informales, marginales. Forman parte del pueblo trabajador y no están en ninguna central.

Parece difícil que entren ¿no?

Es difícil si no nos damos ninguna tarea de vinculación. Eso lo tiene que retomar la central obrera y trazar un vínculo, una manera de tener cercanía con todo eso, con lo que está organizado. Hay que darle gracias a todos los movimientos sociales que han organizados los territorios. Si no sería, invivible el conurbano.

¿Cómo convive el reclamo por Ganancias con mayor nivel de desempleo, mayor trabajo en negro y caída del salario real?

Siempre pensé que hay que afrontar los plenarios generales con las regionales y los secretarios generales, aún cuando haya críticas muy fuertes y alguna puteada. Porque al final todo queda mucho más claro. Cuando voy, despliego los gráficos de un balance económico y les digo miren: “Esta es la curva de ingresos de la Argentina. Las rama más dinámica de la economía está acá arriba, transporte, petroleros. La rama de menor dinamismo está acá abajo, servicio doméstico, algunos sectores estatales y todo lo demás”. El que está arriba se puede bancar un paro de 48 horas pero el que no llega al 20 de cada mes, no puede sostener la misma pelea. Eso nos quiebra la solidaridad, lo tenemos que asumir. Hay que dar un debate porque, cuando vamos a la pelea, no somos todos iguales.

Es mucha la diferencia.

Yo le puedo responder que la tradición de lucha, que la historia, pero el tipo me dice: “Schmid, yo no llego a fin de mes”. Eso como conductor también lo tengo que poner en la balanza a la hora de la pelea. No me estoy justificando con las demoras de la CGT pero eso pesa mucho a la hora de tomar decisiones. Otro compañero me decía “cuando paro pierdo 5 mil pesos y pago 10 de alquiler. Si yo pierdo eso, no llego a fin de mes”.

Pero entonces, aún sin señalar culpables, rige el sálvese quien pueda.

Por eso digo, tiene que haber una política de Estado de la CGT.

¿Dónde se inscribe hoy desde el punto de vista político-sindical? Porque usted fue parte importante del moyanismo, desde el MTA hasta el triunvirato de la CGT.

Yo voy a estar donde me han puesto mis compañeros. Tengo que representar un interés y no siempre tiene que estar en concordancia con un gobierno. A veces, aún siendo un gobierno nacional y popular, puede entrar en colisión. Porque el mío es un interés particular y el que gobierna tiene que tener una visión del interés general. Yo no apoyo a un gobierno que lleva adelante un perfil económico como el de Macri.

¿Y desde lo sindical? Usted integra la cámara de gremios de transporte que reune sindicatos muy heterogéneos y ya no pertenece al moyanismo.

Me parece que el moyanismo ya no está tampoco en auge. Está Moyano. Si mirás la foto de los que estaban al lado de él, no vas a encontrar muchos dirigentes históricos. Moyano se retiró del escenario y este gobierno lo subió de nuevo al escenario. Él estaba con toda la intención de tomar distancia y ver cómo maduraban las otras expresiones organizativas.

Dice que Moyano se retiró. ¿Por qué el gobierno insiste en ponerlo como eje del mal?

Se ve que algún asesor les ha encomendado esa tarea en busca para ganar adeptos. Empezaron con Independiente, siguieron con la mutual, después con Facundo. Es muy claro que hay una persecución.

¿Qué aprendió el sindicalismo durante el kirchnerismo? ¿Qué sigue vigente de ese aprendizaje?

Hubo dos partes que aprendieron: la conducción política y el sector sindical. No me pidas que tabule la responsabilidad, pero se rompió el frente popular y eso le hizo mal a todos.

¿Qué lugar tiene que ocupar el sindicalismo hacia adelante?

Un lugar de centralidad y me parece que eso no está resuelto. No que esté representado únicamente en lo político, sino que sea un sector de consulta y de alianza en serio. No para gobernar porque nosotros no hemos sido electos. Pero eso sería saludable para un proceso popular en serio, de anclaje del sentimiento de las mayorías. A pesar de todo, la central obrera sigue siendo un factor importante en la vida política argentina.

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