Carlos Sánchez y su mujer María Inés son artesanos del alma, inquietos trashumantes que han recorrido el país rastreando la memoria y los usos del telar. En la zona serrana de la provincia de Córdoba, ellos acreditan sólo dos años de trabajo sistemático para la recuperación del tejido artesanal, pero cuentan con un balance que pone a la vista los logros de una paciente tarea.
Sobre el inicio de este proyecto de revalorización del oficio de los tejenderos dice Carlos: “Nosotros somos con mi compañera María Inés, tejedores profesionales y esto empieza con las ganas de preservar la tarea de los abuelos que todavía tienen este oficio milenario en sus manos”.
Por supuesto, este trabajo de reconstrucción de la antigua técnica del telar serrano no fue nada fácil. Primero, Carlos y María Inés tuvieron que conectarse y charlar con quienes todavía saben utilizar los telares. Este trabajo demandó mucho esfuerzo ya que los abuelos que saben del oficio viven lejos del pueblo y, por razones casi evidentes, desconfían de quienes se ofrecen sin pedir nada a cambio. Al respecto, también comenta Carlos “Comenzamos visitando sus ranchos, proponiéndoles... En muchos ranchos encontramos que el abuelo tejedor tenía cierto descreimiento de que esto pudiera ser como una pequeña salida laboral para ellos”.
No obstante las dificultades, el viento sopló a favor y finalmente se conformó un grupo de 50 tejenderos que, a pesar de habitar sierra adentro, tiene un lugar en el centro de la localidad de Mina Clavero donde exponen y comercializan sus productos. En este lugar llamado apropiadamente “Usos y Telares”, los artículos son ofertados a los turistas a un precio que trata de equivalerse con la dedicación que haya necesitado el trabajo: “Mas de una vez me preguntan cuánto vale una colcha que demanda -más o menos- un mes de trabajo entre hilado, tejido y teñido y esa colcha vale 250 pesos y el turista se sorprende... Entonces ahí nos toca el turno de agarrar el uso y mostrarle de que el precio no es ni siquiera justo.”
Una técnica milenaria
El tizado, el hilado, el urdido, el aspador y las pisanderas son palabras que describen paso a paso la técnica “tejendera”, un oficio centenario que vuelve a tomar impulso después de un largo silencio.
Hace más de cincuenta años, cuando la sierra era sierra y nada más, el oficio de tejendero era muy requerido por los habitantes de la región cordobesa de Traslasierra. Por ese entonces, ser tejendero era un privilegio y en cada comunidad sólo existían dos o tres personas que dominaban la técnica.
Pero, la llegada histórica de la cultura del consumo a todos los rincones del mundo no hizo su excepción para el lado de Mina Calvero y fue entonces cuando el oficio cundió para dar paso a productos industrializados y más baratos.
Este oficio, que por entonces se enseñaba de generación en generación, dejó de ser interesante para las generaciones que vinieron y casi desapareció.
Hoy, en la sierra cordobesa quedan como testigo de esta cultura de producción sólo los 50 tejenderos que se han unido al proyecto de María Inés y de Carlos, persiguiendo el objetivo de recuperar el sonido del telar.