Los españoles, que se metieron en el Río “de las aguas color de león” buscando afanosa e impiadosamente las inexistentes Sierras de Plata o aquellos que bajaron desde las Cataratas en busca de El Dorado, no podían imaginar que al construir San Juan de la Vera de las Siete Corrientes, encenderían un foco político, social y cultural que trascendió una búsqueda de metales preciosos que sólo quedaría en la leyenda.
Cuando en abril de 1588, Juan Torres de Vera y Aragón, mandó al “Tupi” Alonso de Vera y a Hernandarias a fundar Corrientes, lo hizo con la idea de que allí se constituyera el “centro de la resistencia y la conquista.”
Y ese mito fundacional impregnó toda la historia de la ciudad alzada a la vera del Paraná.
Fiesta Nacional del Chamamé
Corrientes, del 20 al 29 de enero
NADIE GRITA POR GRITAR
El poeta Rómulo Romero con su poema “Nadie grita por gritar” le puso título a una voz que recorre la historia de Corrientes.
La resistencia, que finalmente sería de los indios hacia la conquista española, ancló en el sapukay una expresión definitiva.
Símbolo del Chamamé y de una fiesta nacional que este año de 2017 se desplegará desde el 20 al 29 de enero, no es un grito cualquiera, es un sonido que brota al pulso del corazón.
El sapukay recorre vida y sentimientos de los correntinos.
Con un sapukay la mujer avisa que la comida está lista; el arriero junta la tropa; los jóvenes convocan a sus amigos y el caminante se orienta en la noche denunciando un peligro. Es un tañido que recibe al visitante o estira un adiós.
El sapukay hace visible los estados de ánimo. Ya sea el que nace del dolor por una pérdida; o el de la alegría por la vida y el amor consumado. El sapukay está en la excitación que contagia una pareja en chamamé; y también en las gargantas convocadas por los duendes que estallan en la acordeona.
El sapukay es tan chamamé como los instrumentos que lo transmiten. El acordeón a piano y la verdulera, traídos por alemanes, polacos o checos de Bohemia; la guitarra española y el violín jesuítico.
Gonzalo del Corazón de Jesús Roch, el Pocho, autor de “Pueblero de Allá Ité” dice que el chamamé primero fue un rezo colectivo que se entonaba de pie, no de rodillas.
Desde hace 27 años Corrientes convoca a la identidad guaraní que se reconoce en Formosa, Chaco, Misiones, Santa Fe y Entre Ríos pero también en Brasil y Paraguay.
Durante 10 días las noches correntinas de enero concentran la atención en el anfiteatro Mario Tránsito Cocomarola y también en el famoso Puente Pexoa a pocos kilómetros de la ciudad capital donde se realiza una gran bailanta.
CHAMAME TRISTON, CATE O BIEN MACETA
El chamamé se multiplica en versiones que hacen mérito a su origen social, o de apropiación cultural.
Existe el chamamé caté, cercano a las danzas de los salones más europeos. El mariscal Francisco Solano Lopez, presidente paraguayo, a partir de su segunda pareja la irlandesa Elisa Alicia Linch inscribe en la historia del chamamé las polkas, czardas y mazurcas que se bailaban en sus tertulias.
El chamamé orillero, con reminiscencias afro y tangueras más parecido en sentimiento al tristón, más lento y mimoso.
Y nunca puede faltar el chamamé maceta; el más aguerrido, fuerte y contundente -con alguna remembranza del fandango gitano - en el que el varón luce sus destrezas antes de prenderse a la moza. Ese en el que juntando las mejillas, el hombre tensa la mano femenina para esconderla detrás de su espalda; encorvando el cuerpo en la zona más erótica, para dejar que la pasión se funda en el fuego del chamamé.
Néstor Piccone
LA HISTORIA EN EL CHAMAME
La historia del chamamé se encadena a la historia de la sangre guaraní.
De la que sobrevivió a la conquista mortal de españoles y portugueses y también a la colonización religiosa de los jesuitas y franciscanos. La que atravesó las luchas intestinas y la que desembarcó en Malvinas.
Corrientes siempre centro de algún cruce de intereses.
El de los portugueses que en medio de la conquista enfrentaban a los españoles. De los criollos independentistas del Paraguay que a fines del siglo XVIII, desde Asunción, lanzaron su primer grito encendiendo la mecha libertaria de los primeros comuneros de América.
La Revolución de Mayo también puso en tensión a los correntinos tentados por Gaspar de Francia, el “Supremo” de Paraguay (gobernó 30 años) que no aceptaba la anexión que le proponía Buenos Aires pero tampoco aceptaban el dominio español o portugués.
En 1918 desde Misiones y acicateado por Gervasio Artigas, Andrés Guaycurary el comandante Andresito, convertido en caudillo federal llegó a gobernar lo que en el futuro sería la provincia de Corrientes.
Ingleses y franceses también operarían en el territorio correntino en busca de la división de los pueblos, como sucedió con la Guerra de la Triple Alianza.
La lucha de unitarios y federales cuando Argentina todavía no era Argentina tuvo en Corrientes su correlato. Inscribiendo la particularidad de haber creado el Liberal, primer partido político de Sudamérica contemporáneo del partido demócrata de EEUU. Identificado con el color celeste se enfrentaría al rojo de los autonomistas, herederos de una historia más popular.
En ese complicado damero se gestó la identidad correntina, que trascendió hasta nuestros días en el grito gutural que acompaña al chamamé.
Alguna vez se dijo que si Argentina entraba en guerra “Corrientes la iba a ayudar.” Y cuando esa guerra se corporizó en el Atlántico Sur la provincia puso el pecho de los míticos “cuchilleros correntinos” para enfrentar a los gurkas, esos mercenarios de origen nepalés
Mucha sangre correntina derramada pero también mucha poesía.
Poner sobre las fotos Fb: Gerald.Desmons.Fotografias
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