Cabriteros se asociaron a esta red

30-06-2008

Ezequiel Nieto es un pequeño productor agropecuario que vive en la zona rural de El Durazno, una de las 14 localidades que circundan a Serrezuela, en el norte cordobés. Acompañando la tradición de varias generaciones, Nieto ha sido partícipe de la producción más característica de la región, la cabritera.

De los abuelos a los nietos se fue instaurando con el tiempo una de las únicas alternativas productivas que permite el clima árido y seco del invierno norteño, la ganadería extensiva. Cobijada por el aislamiento de esta zona tan alejada de los principales centros de producción agropecuaria, la ganadería cabritera fue ganando lugar entre las preferencias de los lugareños, que lejos de quedarse sólo con recetas ancestrales, están desarrollando desde hace varios años un programa de mejoramiento productivo que les permitió superarse cuantitativa y cualitativamente y encontrar nuevos mecanismos de comercialización.

"En 2002 empezamos a nuclearnos en la Red de Comercio Justo. En la mayoría de las localidades de nuestra región se trabaja con los cabritos, la entrada más importante de dinero de nuestros abuelos y bisabuelos provenía de esto. Casi siempre ellos vendían los animales a los intermediarios, que llegaban cuando los cabritos ya estaban grandes y tenían que venderlos sí o sí. La necesidad de venderlos y la imposibilidad de llegar directamente a otros compradores hacía que tuvieran que venderlos al precio que los cabriteros determinaran", recuerda Nieto.

Desde que las 400 familias que conforman este núcleo productivo se juntaron e involucraron a estudiantes y trabajadores de la ciudad de Córdoba, nació la Red de Comercio Justo, una experiencia que pretende dar una respuesta a la antigua condición desfavorable de comercialización, para volver más sustentable y digna la producción, y llegar de manera directa a los consumidores del campo y la ciudad.

Una red justa

El objetivo de esta organización interdisciplinaria, que agrupa a productores, estudiantes, investigadores y técnicos agropecuarios, es brindar al productor la subsistencia y el desarrollo de su familia. Mientras que el consumidor se beneficia con un mejor productor artesanal y el vendedor con una alternativa laboral.

"Entendida como una experiencia de la economía social, la Red de Comercio Justo no sólo se plantea el aumento de las ventas de la producción campesina sino, y sobre todo, se postula como una herramienta para la transformación social. Esto a través de la comercialización, modificando la relación injusta de intercambio, y transmitiendo en cada producto la lucha por los derechos vulnerados, tales como el acceso a la tierra, al agua, la salud y el reconocimiento de la cultura y forma de vida campesina", explican los integrantes.

Para alcanzar estos objetivos, en la práctica se organizó la producción en campañas, siendo el invierno la época de mayor volumen de producción. Todos los que integran la red preparan sus animales para realizar en conjunto el proceso de producción y comercialización, de manera de conseguir un volumen más estable de animales que son recolectados para comenzar con el periplo de venta.

Cada familia tiene entre 20 y 150 madres; en general las zonas más distantes tienen mayor cantidad de animales. En conjunto alcanzan por campaña de 300 a 500 cabritos, y se realizan en total seis campañas al año.

Los camiones, después de recoger los animales, pasan a dos frigoríficos habilitados en Cruz del Eje y Deán Funes; estos se encargan de realizar la faena, el desposte y la cadena de frío hasta que el producto llega a los centros de venta.

Lo que se intenta es que este tiempo de frío sea el menor posible, ya que una de las características de la carne es que no tiene el tiempo de congelamiento que se ve en general y deteriora el sabor.

Ya en la ciudad, los integrantes de la red se encargan de venderla a los consumidores que, de boca en boca, van conociendo las bondades de esta carne y la posibilidad de apoyar mediante su compra a un sector que ha sabido mantenerse, mejorar y subsistir a lo largo del tiempo como economía regional.

Este proceso de comercialización fue previamente acompañado por una serie de cambios en el manejo de las majadas, que comenzó en 1999. La primera medida que se tomó fue realizar la compra comunitaria de botiquines sanitarios, para garantizar la desparasitación estratégica en todas las majadas.

Tenencia de la tierra

Una vez resuelto el problema productivo y de comercialización, los productores del norte cordobés temen por la continua amenaza que están viviendo respecto de la posesión de sus campos. El cerrado de los campos y el topado ha producido una gran disminución de la escala productiva.

"Hemos tenido muchas mejoras a partir de estos cambios en el manejo, inclusive con el aumento de precio generado por la coyuntura y por la red vemos que desde hace dos años los productores comenzaron a retener vientres, cosa que es de suma importancia porque aumentan sus ingresos, y con planteles más grandes el año que viene van a tener más productividad. Pero la inestabilidad respecto de la tenencia de la tierra desmotiva a los integrantes a realizar inversiones. La espada de Damocles de la producción caprina en esta zona es la disponibilidad de tierras; más allá de que se están intensificando muchas zonas de producción para mejorar la productividad, la ganadería caprina es por excelencia de trashumancia, por lo que cuando los territorios se van achicando se viene la crisis", comenta el ingeniero agrónomo Horacio Brito, uno de los técnicos del proyecto.

Ante esta situación, han solicitado al Gobierno provincial políticas que abarquen al sector caprino. Para esto consideran central dos puntos: una nueva legislación de acceso a la tierra y la creación de una sala propia de faena, motivo por el cual ya están elaborando un proyecto que será presentado ante el Senasa.

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