Con satisfacción hemos leído informaciones sobre una mayor participación de alimentos de origen cooperativo y de la agricultura familiar en las compras públicas tanto a nivel nacional, provincial y municipal.
Decisiones políticas y metodología de provisión por parte de los Estados que significa acceder a productos de calidad como son los elaborados por el sector de la economía social y de la agricultura familiar. Un dato no menor en el difícil “Aquí y Ahora” que vivimos en la Argentina y en el mundo en medio de la crisis sanitaria del COVID 19 , es evitar precios abusivos y contribuir al pago de precios justos de los productos alimenticios, un criterio fundacional del movimiento cooperativo moderno que nació en Rochadle en el año 1844 y que todas las cooperativas deben observar y aplicar en la cadena de sus procesos de gestión y agregado de valor. Actualmente las cooperativas con su presencia y funcionamiento transparentan y marcan pautas ante la manipulación de “mercado”, por fallas o por manejo monopólico de precios, distorsiones y posiciones dominantes de mercado. A estas características distintivas que están en el ADN de toda cooperativa le debemos dar mayor visibilidad a los consumidores, especialmente a las personas no vinculadas o que desconocen al sector de la economía social, identificando en las etiquetas de los productos el origen cooperativo de procedencia y la gestión asociativa e inclusiva que implica su producción, elaboración y puesta en el mercado. Otra información que debemos comunicar con mayor intensidad es que los productos cooperativos y de la agricultura familiar proceden de empresas de capitales 100% nacionales y el trabajo aportado y registrado es también auténticamente argentino. A su vez son defensoras de la producción y de la calidad cuidando el ambiente con tecnologías amigables. Aunque el camino que vamos a transitar a posteriori de la pandemia es inexperimentado creemos que un fortalecimiento de la economía social nos ayudará a salir de la crisis, mejorar el “buen vivir” y lograr mejores bienes de consumo y de uso. Por ello, debemos de pensar juntos el fomento del cooperativismo agropecuario para la defensa de las empresas de pequeñas y medianas dimensiones empresariales asociadas, para el agregado de valor y para la mejor articulación y enlace con la agricultura familiar. Debemos implementar los sellos cooperativos y de la agricultura familiar son un modo de diferenciar y poner en valor el trabajo cooperativo-asociativo y la distribución equitativa de los excedentes. Finalmente, con un enfoque de desarrollo local/ regional y defensa del productor asociado y del consumidor insistimos en el compre privilegiado de los Estados a los productos cooperativos y de la agricultura familiar, obviamente, cuando las condiciones y los productos ofrecidos sean similares y los precios menores o iguales a los del mercado. Esta modalidad y relación de los Estados y la economía social permite la re-circulación de los excedentes económicos a nivel local y regional. Estamos convencidos que las cooperativas y la agricultura familiar son buenos e inteligentes agentes de la economía para volver a los productos locales a precios juntos y para enriquecer los ejes estratégicos que la salida de la crisis sanitaria nos exige a todos.