En Mar del Plata, una realidad diferente a la que devuelven los efímeros programas de televisión veraniegos y los espectáculos encabezados por la farándula vernácula, transcurre en las barriadas más alejadas del centro.
Porfiria, Luis y Víctor son algunos de los protagonistas de estas historias que suceden al margen del brillo y de las luces de la temporada marplatense. Ellos son agricultores urbanos.
Las huertas de estos productores están ubicadas en sectores vulnerables de la ciudad: en los patios de las propias viviendas, en terrenos fiscales o baldíos. La producción está destinada al autoconsumo, en primera instancia, y a la generación de excedentes sobre la base de la organización comunitaria y el desarrollo local.
“La experiencia con los huerteros comenzó en el año 2002”, dice María Clara Mediavilla. Ella es ingeniera agrónoma e integra el Programa de Autoproducción de Alimentos (PAA) y será nuestra guía en la recorrida por alguna de las huertas.
El PAA promueve la agricultura urbana (AU) como estrategia de organización comunitaria. Sus actividades se enmarcan en los trabajos que desarrollan en conjunto la Universidad Nacional de Mar del Plata y el INTA Balcarce y cuenta con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. “Este programa surge en septiembre de 2002, por la iniciativa de un grupo de estudiantes que sentían la necesidad de hacer algo por la crisis junto con un grupo de investigadores también comprometidos con la causa. La idea era trabajar en huertas comunitarias, sobre todo, con el fin de ayudar a que la gente se organice, empiece a tener voz y voto, a cobrar identidad, a aprender otro trabajo, además de la autogestión”, nos explica María Clara.
El trabajo se desarrolla en diferentes barrios donde los pasantes del programa, unos 12 en total, trabajan con unas 10 huertas aproximadamente cada uno que visitan semanalmente.
“La riqueza del programa está en los huerteros, en su trabajo”, dice María Clara, “en su capacidad de organizarse”. Los pasantes y el programa solo son un sostén y un apoyo para que estas capacidades se desarrollen
A su vez los pasantes mantienen reuniones semanales con los profesionales que coordinan el programa, allí se analizan las dificultades y los logros, se comparten experiencias, se planifican las capacitaciones y se deciden los pasos a seguir.
“Yo venía antes a la cosecha cuando era chico con mi papá, después empecé a venir solo. Después la conocí a mi señora y me quede”, cuenta Luis Aguirre, uno de los agricultores urbanos.
Porfiria es paraguaya pero hace 30 años que vive en el país. “Yo vendo en la feria, a veces en casa, pero tengo clientes en la feria”, nos aclara “Porfi” como la conocen sus clientes en Mar del Plata.
En estos años de trabajo de extensión universitaria algunos grupos de productores y huerteros han recibido un fuerte trabajo de acompañamiento, capacitación y apropiación de técnicas de planificación productiva logrando obtener excedentes de producción que los impulsó a buscar diversas formas de comercialización.
Natalia Libera es bióloga y trabaja como pasante del PAA junto a Porfiria: “A mi me llena mucho el hecho de acompañarlos, el trabajo es muy lindo. A parte de ayudarlos ellos también me enseñan un montón porque yo no soy ingeniera agrónoma, así que por ahí aprendo un montón de su experiencia”.
En los seis años de trabajo el PAA ha llegado a construir 120 huertas comunitarias, en las que trabajan cerca de 400 personas que se autoproveen de alimentos y aportan a unos 65 comedores comunitarios.
La “Feria Verde”
Con la consolidación del grupo se fueron constituyendo otras experiencias de comercialización como ferias y exposiciones barriales esporádicas hasta que en 2006 lograron montar la Feria Verde.
La concepción de este espacio de venta formal en una plaza céntrica marplatense se pensó también como un lugar de intercambio de saberes y prácticas agroecológicas, donde reforzar vínculos con la comunidad. Un espacio identificado también con la idea de comercio justo orientado hacia un desarrollo sustentable que beneficia principalmente a productores excluidos.
Los huerteros, dos veces por semana, llevan su producción a este lugar.
Nota: Cecilia Ghiglione