Por Luz Saint Phat | Periodista
“La invención de la imprenta en el siglo XV fue un cambio conceptual porque ayudó a pensar el mundo en la estructura de un libro. Ahora, hay que entender que estamos frente a dispositivos tecnológicos que son cada vez más inteligentes y eso, claramente, genera formas de pensamiento diferentes”, dice Gabriela Sabulsky, magíster en Multimedia Educativa, docente de la cátedra Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Humanidades, asesora pedagógica de la Facultad de Ciencias Económicas y directora de la Maestría en Procesos Educativos Mediados por Tecnologías del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba.
A partir de esta afirmación, y en un mundo que se encuentra atravesado por distintas pantallas, el desafío de reflexionar sobre la relación entre el avance digital y los procesos de aprendizaje se vuelve imprescindible. Las nuevas tecnologías nos imponen una manera diferente de pensar y de hacer porque reconfiguran el relato lineal que nos ofreció por siglos el libro y nos invitan a orientarnos por la simultaneidad y la imagen.
La discusión aquí no es si estas herramientas son buenas o malas en sí mismas, sino que el centro de la cuestión está en reconocer las modificaciones que se han desarrollado en los procesos cognitivos de los sujetos para, desde allí, integrar estas transformaciones a los espacios educativos formales, de una manera innovadora.
En este campo de articulaciones posibles entre las TICs, educación y psicología cognitiva desarrolla sus estudios Sabulsky, quien se encuentra elaborando un proyecto para implementar en el nivel educativo superior.
“Cuando uno revisa los aportes de los psicólogos cognitivos clásicos encuentra algunos elementos interesantes para pensar qué sucede en la mediación conceptual que hacen las tecnologías en relación al mundo. Son herramientas que nos permiten amplificar nuestra mirada. Son lentes que tienen sus recortes, sus intereses y sus perspectivas. Estas pantallas constituyen una mediación”, explica la especialista y, en este sentido, agrega que “tenemos que comprender que la cognición no está solamente dentro del cerebro sino que se distribuye en el entorno. Se desparrama a través de los múltiples objetos materiales y simbólicos que el sujeto tiene en su contexto en el cual, actualmente, las tecnologías son centrales”.
En este punto, resulta interesante observar que el lenguaje que ofrecen los entornos digitales es muy distinto al que existía previamente. En este universo, ya no se trata sólo de decodificar un texto, sino que la información debe comprenderse desde otra lógica temporal-espacial.
“Hablamos de cambios en los procesos cognitivos porque en realidad el ejercicio de interacción con esa pantalla hace que, por ejemplo, en lugar de pensar en la secuencialidad uno tenga que pensar en la simultaneidad”, advierte Sabulsky y asegura que estos modos de interaccionar con los objetos y las personas se encuentran más en relación con la forma de funcionamiento del cerebro. “En realidad ha existido todo un esfuerzo del sistema educativo y de la sociedad, en un trasfondo de disciplinamiento, para hacernos pensar de un modo unidireccional”, explica.
En el aula
Ahora, ¿es posible incorporar estas nuevas lógicas en los espacios de educación formal? ¿Cuáles son los principales desafíos que se presentan al interior de un sistema que ha sido pensado desde el libro tradicional?
“Hay mucho desconocimiento y frente a eso lo que aparece, usualmente, es la resistencia. Lo que está sucediendo es una imposibilidad de comprender lo que les está pasando al niño, al joven y al adulto que están inmersos en los procesos educativos formales. Entonces, nos seguimos moviendo con los paradigmas en los que fuimos educados. Tenemos unas anteojeras para mirar lo que nos está pasando”, afirma Sabulsky.
No obstante, señala la especialista, actualmente existe una dinámica de estudio que invade las aulas en sus distintos niveles y que indica un camino para poder orientar las transformaciones necesarias: el trabajo colaborativo. “Un estudiante, aún estando sólo en su casa, tiene el celular a su lado. Y ante cualquier dificultad de orden práctico, conceptual u organizativo recurre al dispositivo y desde allí resuelve todas estas cuestiones. La idea del trabajo colaborativo se ha instalado como una práctica cultural”, ejemplifica.
En el marco de estas innovadoras formas de conocer que imperan, la educación pública tiene un rol central que es necesario asumir. Si se parte de la idea de que cada persona está situada en un contexto determinado que posee sus limitaciones, se comprende que no todos pueden acceder a la misma información de igual manera, aún con la existencia de los dispositivos tecnológicos.
Es aquí donde la educación formal tiene una oportunidad histórica de revalorizarse como un lugar de reflexión y democratización de la información circulante.
“El espacio de la escuela es el único lugar donde se puede orientar una mirada crítica sobre el avance de los nuevos dispositivos. Porque una cosa es que el sujeto tenga estrategias cognitivas desarrolladas para buscar información y otra es que el sujeto tenga elementos críticos para evaluar la información que encuentra y para saber cómo usarla. Entonces, la escuela tiene que seguir siendo el ámbito de reconstrucción de estas nuevas prácticas. Hoy, es necesario volver a insistir en el valor del maestro, pero un maestro que tiene que estar inmerso en la cultura de su tiempo”, concluye la especialista.