'A MI PUEBLO SÓLO LE FALTA LA SALIDA AL MAR”

04-02-2016

“Cuando voy al exterior y me dicen que vivo en un lugar chico, respondo que acá tenemos todo, que a mi pueblo sólo le falta la salida al mar”, dice Alberto, este hombre de 78 años que investigó tantas historias de este lugar que no alcanza una tarde para escucharlas.

Santiago Temple es una localidad de alrededor de 3000 habitantes ubicada al centro-este de Córdoba y sus principales actividades son la agricultura, ganadería, lechería e industria. A este lugar llegó Alberto en 1955 desde Sagrada Familia, su pueblo natal ubicado a unos pocos kilómetros.

Mientras vamos caminando al costado de la ruta que atraviesa el pueblo, pueden verse esculturas de dibujos animados con la frase “Yo estuve en Santiago Temple” y gente que detiene su auto para plasmar en una foto su paso por este lugar.

Con sus 78 años, ya jubilado, Alberto sigue trabajando en una planta de acopio. Fue Concejal en dos períodos y director de Deporte y Cultura de la Municipalidad, desde donde impulsó el atletismo en el pueblo. “No teníamos nada, ni valla para salto en alto, los chicos hacían el lanzamiento de bala con una piedra, tal es así que entrenábamos en la plaza con un cajón de arena. Fuimos a competir a Córdoba y nos fue muy bien. Entonces le pedimos al intendente que hiciera la pista de atletismo, que continúa utilizándose. De acá surgieron campeones provinciales, nacionales y se batieron récords”, comenta orgulloso.

Pero sin duda lo que encanta y desvela a Alberto es el paracaidismo. Tal es así que está trabajando en un libro sobre la historia de este deporte en Argentina. Su pasión por los aviones fue evidente desde que era chico. Cursó el secundario en un colegio de la ciudad de Córdoba y “para estudiar los contenidos técnicos nos llevaban a la escuela de aviación, en el Área Material Córdoba. Me volvía loco entre los aviones, estaba siempre en los hangares y veía los proyectos que llevaban adelante, como el avión Pulqui”.

Recuerda que se lanzó por primera vez de un avión en octubre del ´61 y asegura que no hay palabras para explicar lo que siente al volar, pero frente a la insistencia lo intenta: “Es una sensación única, un éxtasis total, ahí sí que la adrenalina fluye”.

Unos años después dejó la práctica y empezó el curso de auxiliar de juez, “más tarde me habilitaron como juez nacional y luego llegué a la instancia internacional”, sostiene.

“Es un deporte que me da muchas satisfacciones. Si se toma el tiempo de actividad ininterrumpida, soy el más antiguo en el paracaidismo de Argentina”. Todos los meses, Alberto va a fiscalizar una competencia de paracaidismo, tanto en Argentina como en el exterior. “Me ven salir con la valija y me preguntan si me echaron de mi casa”, dice entre risas.

En el 2013 fue premiado por el Comité Olímpico Argentino por su trayectoria como árbitro. “Cuando me llegó la carta, no lo podía creer”, comenta emocionado. Él no lo podía creer, pero más de 130 participaciones como árbitro nacional, internacional y fiscalizando récords lo avalan. Es asesor de la Federación Chilena de Paracaidismo y fue director del Colegio de árbitros de la Federación Argentina de este deporte por más de 10 años. A pesar de ser un referente en el tema, admite que en su pueblo pocos conocen esta faceta.

Historias de Temple

Cuando le pregunto cómo se fue desarrollando la localidad, Alberto comenta que “el pueblo era muy chico, todas las calles eran de tierra. Hubo altibajos y su población fue variando. Llegó un momento, alrededor del año `62, que bajó a 900 habitantes porque no había trabajo. En esa época los campos valían muy poco y se trabajaba la tierra manualmente. Eran escasos los servicios, no había agua corriente, cortaban la luz a la una de la mañana y eran característicos los sulkys. Todavía se ven los aros donde se ataban”.

El avance del pueblo, comenta, fue progresivo. Alberto fue en algún modo protagonista junto a otros vecinos que participaron en varias instituciones locales. Para dar un ejemplo, fue integrante del primer Consejo de Administración de la Cooperativa de Servicios Públicos que nació en 1973. “Necesitábamos 250 usuarios para conseguir un préstamo del BID y poder realizar la obra. Con esa cantidad de conexiones, podíamos pagar el crédito. Había mucha desconfianza en el pueblo por antiguas administraciones municipales y sólo si estaba la obra terminada los vecinos iban a asociarse, entonces se me ocurrió tomar padrones viejos para armar una lista de alrededor de 200 personas... y nos dieron la obra. La cuestión es que a raíz de eso se inició la cooperativa y cuando estuvo todo listo, la comunidad fue a solicitar el servicio”.

Asegura que “la cooperativa realizó muchas obras, con mucho sacrificio... si supieras la gente que ha puesto el auto para viajar las veces que fueran necesarias para lograr nuevos servicios”.

Alberto cuenta que lucharon contra viento y marea para instalar el banco. “Estuvimos 13 años yendo a Córdoba con la cooperativa para eso. Luego, junto a otros vecinos compramos acciones para que el banco Aciso adquiriera el inmueble y se instalara acá. Me cargaban, porque aun hoy me sé de memoria la cantidad de escalones que tiene el edificio. Llegó el banco y luego de un tiempo creo que quebró, vendieron el inmueble al Banco de Córdoba y nosotros no vimos ni un peso por las acciones, pero no importa. Tenemos banco en Santiago Temple”.

Luego de recorrer el pueblo, llega el momento de volver con muchas historias, tanto del pueblo como de la vida de Alberto. Me despido mientras asegura que le gusta mucho este lugar, “si tuviera que irme a vivir a otro lado, no sé si lo haría. Como te dije al principio, a Santiago Temple sólo le falta la salida al mar”.

El libro de Temple

Alberto lleva escribiendo la historia de su pueblo hace un cuarto de siglo, porque “no se puede poner cualquier cosa en un libro, hay que constatar los datos. Además tengo poco tiempo, siempre estoy con muchas cosas”.

Cuenta que el dato más lejano en el tiempo data de 1854 y “corresponde al momento en que Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba, prometió estas tierras en merced a Don Blas de Peralta. Hubo un tiempo sobre el que no se encontraron datos. Un detalle para mencionar es que en este lugar había mestizos, afrodescendientes, inmigrantes italianos y españoles.

Santiago Temple no tiene fecha de nacimiento, “se toma como referencia al año 1888 cuando pasó el tren, pero de acuerdo a lo que investigué el pueblo ya existía. Su primer nombre fue Oratorio de Peralta, la misma denominación que tenía la pedanía donde está asentado. Después de que pasó el ferrocarril se le cambió el nombre, en reconocimiento a la persona que realizó la obra”, comenta.

Como esos, hay muchos otros datos y testimonios relacionados con este lugar, que Alberto rescató en sus investigaciones. El libro “Santiago Temple, un paseo por su historia” ya está listo y será presentado en los próximos meses.

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