Carlos Andrés Mansilla

“La dirigencia política lamentablemente desconoce las fortalezas del sector cooperativo”

El dirigente tandilense, actualmente ejerciendo el cargo de Secretario de Relaciones Internacionales en Cooperar, habló sobre la experiencia cooperativa argentina en el mundo y destacó la importancia del modelo en la pandemia.

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Cecilia Ghiglione Cecilia Ghiglione 14-07-2021

Pensar un mundo pandémico dos años atrás era un ejercicio distópico que transcurría en las innumerables series del streaming o en obras literarias clásicas como 1984, de George Orwell, o Farenheit 451 del gran Ray Bradbury.

Desde finales de 2019, el mundo empezó a cambiar y media humanidad empezó un proceso de confinamiento eterno, cierre de fronteras, sistemas de salud colapsados  y economías devastadas. Muertes y más muertes. Y de repente siglas como ASPO y DISPO o Quedate en casa y Distancia social pasaron a formar parte de un lenguaje universal. Entre medio, las vacunas como una gran esperanza, pero también como muestra de las desigualdades y las mezquindades mundiales.   

En ese contexto, el movimiento cooperativo mundial emergió como una opción para reconstruir un mundo arrasado por la Covid-19, como muestra patente del capitalismo salvaje.

“Nos estamos poniendo de moda”, dice del otro lado del teléfono el dirigente cooperativista Carlos Mansilla y agrega “esto diciéndolo un poco irónicamente en el sentido de que la tremenda crisis que ha provocado la pandemia en el mundo. En el caso argentino, la crisis social y económica que venimos arrastrando de años, como para no focalizar en ningún gobierno, simplemente demuestra que nadie se salva solo, que la salida puede estar en esos  vecinos que forman una cooperativa de consumo o en los pequeños productores que se asocian para generar mercado. El modelo cooperativo, en el mundo y ahora con esta pandemia, ha demostrado que nos estamos poniendo de moda”, enfatiza Mansilla.

“Respecto a nuestro país, un cambio de Gobierno más interesado en lo popular y en el interior de nuestro país, hace que la figura cooperativa tome mayor relevancia. En el plano internacional, y por el trabajo desde la Confederación, vemos que el movimiento cooperativo tiene un gran conocimiento de la experiencia cooperativa argentina focalizada en los servicios públicos. No hay en el resto del planeta grandes experiencias de servicios públicos como la nuestra. Si bien está  obviamente la electrificación rural en Estados Unidos, la telefonía en Bolivia o en Estados Unidos mismo, las energías renovables en Costa Rica, pero el modelo argentino, que a veces nosotros no valoramos o tomamos como normal, es anhelado por muchos otros países. Obviamente que también está el cooperativismo agropecuario de Argentina, con un gran porcentaje de productores nacionales vinculados a alguna cooperativa. La pandemia ha demostrado que donde hay una cooperativa, el servicio eléctrico o de internet ha sido mejor, cuando hoy en día entendemos que el acceso a internet debe ser un servicio público.

 

Para los Gobiernos y políticos locales, las cooperativas están en el radar como herramientas de rescate y se ignora, muchas veces, la trayectoria, por ejemplo, del cooperativismo de servicios públicos. ¿Qué cree al respecto?

Es cierto eso, sobre todo en el sector político centrado en Buenos Aires. Lamentablemente muchas veces nos toca hablar con funcionarios que dicen: ah, cooperativas de trabajo, Uds. son los rescatistas, o si cierra un empresa y enseguida dicen: hagan una cooperativa de trabajo. Lamentablemente hay un gran desconocimiento, y esto es error un poco de todos, de la fortaleza del sector cooperativo en la dirigencia política. Pero también es cierto que cuando muchos lo ven, enseguida cambian de opinión. Creo que todos tenemos responsabilidad, nosotros desde las cooperativas, en buscar a nuestros gobernantes. Todos los Senadores nacionales vienen de alguna provincia, en casi todas hay cooperativas, pero cuando con el paso del tiempo se vuelven porteños. Es un mal de todos, parece. Lamentablemente los grandes partidos nacionales han hecho que todo se centralice en Buenos Aires y a los del interior nos da pena y bronca que a veces es más importante un choque de un colectivo en Congreso que la innovación y la producción de las cooperativas apícolas de la zona de Bahía Blanca, con grandes avances ambientales para las abejas, o lo que hace ACA Bio con los biocombustibles o la provincia de La Pampa que tiene casi el 100 % de la energía en manos cooperativas. Esas no son noticias. Pero creo que en esta pandemia de algún modo hemos revitalizados nuestros pueblos, nuestro orgullo, y en este querer más nuestra camiseta ha generado que queramos más a nuestra cooperativa, que nos da luz e internet. Creo que en ese nacionalismo pueblerino sano, por nombrarlo de alguna manera, hace que todos valoremos más a nuestras cooperativas, lo propio. Ahora, no debemos quedarnos en eso sino que desde lo local debemos tener influencia en lo global porque, en definitiva, tampoco ningún pueblo se salva solo.   

Antes había una movida inversa, recuerdo décadas atrás cuando había que centralizar y concentrar los bancos porque los internacionales iban a ser muy buenos. Finalmente lo único que hicieron fue llevarse el dinero  de nosotros. Lo mismo que las grandes empresas de telecomunicaciones. Todo iba a andar muy bien y luego diezmaron a nuestros pueblos. Hoy hay una gran diferencia entre pueblos donde hay una cooperativa de servicios y donde no. No solo en la cantidad de empleados que tiene sino en la calidad del servicio, en la atención al asociado. Se nota donde hay una cooperativa y donde no y ese tiene que ser nuestro orgullo. 

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